Páginas

SACERDOTES DE HOY

Sacerdotes de  hoy



Sacerdotes no sólo por un tiempo sino siempre, que sirven con humildad, anunciando "toda" la voluntad de Dios y confiando en el Señor. Sacerdotes capaces de renovarse continuamente, velando por su propia vida espiritual para atender a los fieles que el Espíritu Santo ha puesto a su cargo. Sacerdotes que pasan en medio de las dificultades llevando el consuelo de Dios, cuidando especialmente de los pobres y los débiles. Y para todo eso, sacerdotes que se apoyan en la oración.



Tal es el perfil del sacerdote que Benedicto XVI ha trazado ante el clero romano (10-III-2011), a partir de un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que recoge la despedida de San Pablo de los presbíteros de Éfeso (cf. Hch 20, 17-38).



1. Ante todo, disponibilidad plena, servicio y humildad, anuncio "integral" de la voluntad de Dios y confianza en Él. Aunque a veces haya que realizar tareas no demasiado espirituales, "no se es sacerdote sólo por un tiempo; se es siempre, con toda el alma, con todo el corazón. Este ser con Cristo y ser embajador de Cristo, este ser para los demás, es una misión que penetra nuestro ser y debe penetrar cada vez más en la totalidad de nuestro ser". Servicio y humildad son dos palabras claves. Servir quiere decir "no buscar mis preferencias, mis prioridades, sino realmente 'ponerme al servicio del otro'. Y la verdadera humildad consiste en no buscar ante todo que nos vean ni dejarse llevar por el qué dirán; "no aparecer ante los hombres, sino estar en la presencia de Dios y trabajar con humildad por Dios, y de esta manera servir realmente también a la humanidad y a los hombres".



Así se entiende que el sacerdote deba predicar no las preferencias personales, sino asumir el "compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no agradan tanto". ¿Cómo saber dónde está la voluntad de Dios?: "La doctrina, la liturgia, la moral y la oración las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia católica indican esta totalidad de la voluntad de Dios". He ahí la sencillez y la riqueza de la fe, donde encontramos la verdad, la belleza, la bondad de Dios.



2. También el sacerdote ha de renovarse de continuo, con el paso de los años, convirtiéndose hacia la verdadera realidad, que es Dios y no las cosas materiales, y dejando que esa realidad integre la personalidad, la inteligencia y el corazón. Y por eso es necesario "dejarme transformar, con toda mi vida, por la Palabra de Dios", por la oración, por la unidad con la Iglesia. Esto ayuda a "tener las prioridades justas", sin una preocupación excesiva sobre la salud o las condiciones del trabajo pastoral; sin permitir que un activismo de buenas intenciones destruya la vida espiritual por falta de oración; porque todo esto es condición para velar por la grey que se nos ha confiado.



3. Sacerdotes que, a la vez, no se sorprenden por las dificultades, sino que van adelante con alegría y esperanza, cuidando especialmente de los más necesitados. "La opción preferencial por los pobres, el amor por los débiles, es fundamental para la Iglesia, es fundamental para el servicio de cada uno de nosotros: estar atentos con gran amor a los débiles, aunque tal vez no sean simpáticos, sino difíciles".



Estas actitudes se resumen en la oración. San Pablo se despidió de Éfeso rezando con los presbíteros de rodillas: "Orar de rodillas quiere decir adorar la grandeza de Dios en nuestra debilidad, dando gracias al Señor porque nos ama precisamente en nuestra debilidad".



Así se perfila la sencillez y la grandeza del sacerdocio, que es don y tarea, yugo y alegría. Así son los sacerdotes que requiere la nueva evangelización.



Padre Ramiro Pellitero

TE AMO SEÑOR


Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Te amo Señor...¡pero no lo grito!

Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!


Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...

Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.