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lunes, 28 de febrero de 2011

ACUÉRDATE OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA


Acuérdate...

Oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu ayuda ha sido desamparado por ti. Animado con esta confianza yo también acudo a ti, Madre, Virgen de las vírgenes, me postro a tus pies pidiéndote, Madre de Jesucristo, que no desoigas mis súplicas, antes bien dígnate escucharlas y atenderlas benignamente.

Amén.

OTRA PÁGINA EN TU VIDA


Otra página en tu vida

Tu has escrito ya muchas páginas
en el libro de tu vida;
unas son tristes y otras alegres;
unas limpias y claras,
otras borrosas y oscuras.

Pero aún queda una página en blanco,
la que vas a escribir este día.
Te falta por llenar la página de hoy,
piensa y quiere que esta sea
la página más bella y la más sincera.

Cada mañana al despertar,
recuerda que aún has de llenar
la mejor de tus páginas,
la que dirá lo mejor
que estás escribiendo con tu propia vida.

Piensa que siempre te falta por escribir
la página más bella.

EL JOVEN RICO...

EL JOVEN RICO

Hoy, como a lo largo de la historia de la humanidad, el hombre tiene deseos de felicidad, de encontrar la vida verdadera. En lo profundo del corazón, nos damos cuenta de que no basta con realizar lo que todos hacen sino que es necesario corresponder a la grandeza de lo que hemos recibido. Pensemos en cuántas veces Cristo ha salido al paso de nuestras vidas para poder corresponderle con generosidad.

El Maestro, en este pasaje, mira con amor al joven. No es difícil sentir la mirada amorosa de Cristo. Es necesario dejar que sus ojos penetren hasta lo más profundo del alma. Sólo de esa manera se le puede corresponder. Por el contrario, se le daría una respuesta incapaz de durar en el tiempo, sin profundizar en las consecuencias positivas que trae el responderle a Dios con generosidad.

El joven se fue triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo. Pensaba que tenía que elegir: Cristo o sus cosas. Pero ya antes Cristo lo había elegido con su mirada amorosa. Imaginemos lo que Cristo proyectó para su vida. Quizás, habría sido uno de los discípulos, pero prefirió sus planes y hoy no sabemos ni siquiera el nombre de aquel joven.

Cristo respeta nuestra libertad, escucha nuestros planes, nos mira con amor, nos invita finalmente a seguirlo, pero nos fuerza en absoluto. Él espera nuestra respuesta.

Fuente:Catholicnet

Más allá de los fallos de los cristianos


Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Más allá de los fallos de los cristianos
Si dejamos de vigilar, si permitimos que el mal entre en los corazones, sucumbimos.

Más allá de los fallos de los cristianos

Un hombre recibió el bautismo, fue a catequesis, hizo la Primera comunión, se casó por la Iglesia. Un buen día, deja a su esposa y a sus hijos, se escapa con el dinero y va a vivir con una amante.

Otra persona recibió una buena formación católica hasta la adolescencia. Luego, dejó de lado lo que había aprendido, acogió nuevas ideas, tomó posturas radicales, y terminó en un grupo terrorista donde cometió decenas de asesinatos.

Una mujer, de niña y adolescente, se confesaba, comulgaba, rezaba, leía el Evangelio. Pasados los años, se casó. Cuando inició el embarazo de su tercer hijo, fue al hospital para abortarlo.

Un gobernante conoció, durante su infancia y juventud, a buenos sacerdotes, leyó libros con sanos contenidos. Pero el poder poco a poco creció en su alma. Un buen día, apoyado por algunos militares que también habían sido católicos, decidió empezar una terrible e injusta guerra contra el país vecino.

La lista podría aumentarse hasta el infinito. Porque son muchos, muchísimos, los católicos que un día dejaron de lado el Evangelio y prefirieron vivir bajo la esclavitud de la avaricia, la lujuria, el odio, la envidia, la sed de venganza, el miedo a las presiones del mundo.

¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué hay tantos católicos que manchan la belleza del mensaje cristiano? El motivo es sencillo: porque si dejamos de vigilar, si permitimos que el mal entre en los corazones, sucumbimos.

Por eso vale siempre la invitación de Cristo: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mc 14,38). Sólo desde Dios es posible conservar fielmente el mensaje recibido del Señor sin que nos perdamos por el camino. “Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos” (Hb 2,1).

Los fallos de los cristianos, nos duele reconocerlo, quedan escritos como parte de la historia humana. Frente a aquellos hermanos nuestros que han caído, frente a las propias faltas (no podemos decir que no tenemos pecados sin alejarnos de la verdad, cf. 1Jn 1,8-10), necesitamos renovar la confianza, recurrir con humildad y arrepentimiento al sacramento de la confesión, y abrirnos al gran milagro: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (cf. Rm 5,20).

Si de verdad nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos entrar a fondo para que limpie las tinieblas de nuestros corazones, podremos amar mucho, porque se nos perdonó mucho (cf. Lc 7,47). Entonces nos convertiremos en miembros vivos y sanos de la Iglesia, regeneradores del mundo, transmisores de esperanza a quienes necesitan encontrar a su lado testigos fieles y buenos de la belleza del Evangelio.