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jueves, 17 de febrero de 2011
ORACIÓN POR LOS SACERDOTES
Oración por los sacerdotes
Oh Jesús, Eterno Sacerdote ! guarda a tus sacerdotes al abrigo de tu Corazón. Guarda sin manchas sus manos consagradas que diariamente tocan tu santo Cuerpo, y limpios sus labios teñidos con tu preciosa Sangre.
Guarda puros sus corazones, marcados con el sello sublime del Sacerdocio, y no permitas que el espíritu del mundo los contamine. Aumenta el número de tus apóstoles, que tu santo Amor los proteja de todo peligro.
Bendice sus trabajos y que el fruto de sus desvelos sea la salvación de muchas almas. que serán su consuelo aquí y su corona eterna. Amén.
LA COMUNIÓN ESPIRITUAL O COMUNIÓN DE DESEO
La Comunión espiritual o Comunión de deseo
Para cuando no se puede recibir a Jesús en la Eucaristía.
Consiste en orar con fe y con amor, expresando el deseo recibir a Nuestro Señor Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía y pidiendo recibirlo espiritualmente.
Oración personal para comunión espiritual
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.
LA EUCARISTÍA Y EL SACERDOTE
El cura de Ars es ejemplo de amor a la Eucaristía. Se llamaba Juan María Vianney, nacido en Francia en 1786. Le tocó vivir toda la borrasca revolucionaria francesa y la epopeya de Napoleón. Entró al seminario y le costaron mucho sus estudios, pero la gracia de Dios hizo el resto. A los 29 años fue ordenado sacerdote.
Lo destinaron a Ars, un pueblito de 230 habitantes, pobres y decaídos, pues llevaban muchos años sin sacerdote, y unos salones de baile hacían sus estragos.
Llegó confiado en Dios y comenzó a rezar, a celebrar la santa Misa, a pasarse largos ratos ante el Sagrario. Después de diez años, Ars estaba completamente transformada.
Pobre, sufrido, asceta, piadoso, mortificado y probado por la furia de Satanás, al ver que su confesonario era un imán para muchos pecadores que venían de varias partes de Europa. Se pasaba quince horas diarias confesando.
Murió a los 63 años de edad, agotado por su intenso trabajo pastoral. Fue canonizado 76 años después de su muerte por Pío XI.
Se pueden destacar varias virtudes del Cura de Ars, que el beato Juan XXIII en 1959 recoge en una maravillosa encíclica llamada “Sacerdotii nostri primordia”, al festejar el centenario del Cura de Ars. El Papa presenta al cura de Ars como modelo de ascesis, oración y celo pastoral. Quiero detenerme aquí sólo en su oración eucarística.
Sus últimos treinta años de vida los pasó en la Iglesia, junto al Sagrario. Su devoción a Cristo Eucaristía era realmente extraordinaria. Decía él: “Está allí aquél que nos ama tanto, ¿por qué no le hemos de amar nosotros igual?”.
El Cura de Ars amaba tanto a Cristo Eucaristía y se sentía irresistiblemente atraído hacia el tabernáculo. “No es necesario hablar mucho, se sabe que el buen Dios está ahí en el Sagrario, se le abre el corazón, nos alegramos de su presencia. Y esta es la mejor oración”.
No había ocasión en que no inculcase a los fieles el respeto y el amor a la divina presencia eucarística, invitándolos a aproximarse con frecuencia a la Comunión, y él mismo daba ejemplo de esta profunda piedad. “Para convencerse de ello - refieren los testigos – bastaba verle celebrar la Santa Misa o hacer la genuflexión cuando pasaba ante el Sagrario”.
El ejemplo admirable del Cura de Ars conserva hoy todo su valor. Nada puede sustituir en la vida de un sacerdote, la oración silenciosa y prolongada ante el Sagrario.
En el Sagrario el sacerdote encuentra la luz para sus sermones y homilías. En el Sagrario el sacerdote encuentra la compañía que necesita para su corazón. ¿A dónde irá a consolar su corazón el sacerdote, si no es en el Sagrario? Cuando tiene que tomar alguna decisión importante, o afrontar algún problema, nada mejor que el Sagrario. Ahí lleva sus alegrías, sus penas, su familia, sus almas.
El Sagrario es para el sacerdote su lugar de descanso. Vive del Sagrario, de ahí saca la fuerza, el coraje, la decisión, la perseverancia en su vocación. El Sagrario es su punto de referencia para todo. “Él me mira y yo le miro”, como decía ese viejecito en Ars cuando se le preguntó que hacía tanto tiempo frente al Sagrario.
El Sagrario es escuela para el sacerdote. Ahí aprende de Jesús a inmolarse en silencio, a esconderse, a ser humilde.