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miércoles, 9 de febrero de 2011

LA HERMOSURA DEL SEÑOR JESÚS


Jesús

Cuan hermoso eres, mi Jesús,
cuan profundo es tu amor,
quiero ser transformado por tu luz
y amarte con pasión.

Eres tu tan maravilloso
no puedo entender y explicarme,
como me sacaste de este pozo
y ahora a ti puedo acercarme.

Si, estaba sumamente hundido
en el pozo de miseria y pecado,
en tu gracia me has recogido
y con tu sangre me has limpiado.

Yo, totalmente muerto y separado
de tu persona tan bella y preciosa,
hoy puedo entrar totalmente confiado
a tu presencia real y majestuosa.

Jesús, que admirable eres
tan completo, tan puro y perfecto;
y lo único que quieres
que te entregue todos mis derechos.
Para así tener total control
de mi vida como recipiente,
de tu sublime y bello amor
que siempre en mi este presente.

Es esta llenura de tu Vida
lo que satisface mi corazón,
lo que da sentido a mis días
la que es de mi vida la razón.

VIRGEN DE LOURES - 11 DE FEBRERO

Virgen de Lourdes
Febrero 11

Padre Felipe Santos Campaña SD



Etimológicamente significa "lugar agreste". Viene de la lengua francesa.

Las dos veces que he visitado Lourdes, mi alma se ha sentido feliz. Con una felicidad que sobrepasa todos los límites de lo espiritual y trascendente.

He visitado todo lo ha habido y por haber en la gruta de las apariciones. Incluso un antiguo alumno, que pasa allá sus vacaciones haciendo el bien a la gente como camillero, me ha contado que ha visto con sus propios ojos los milagros maravillosos que hace cada día la Madre de Dios.

Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.

Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.

Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.

Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.

El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.

¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?

En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.

Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.

¡Felicidades a las Lourdes!

"Lo que el público te reprocha, cultívalo: eres tú" (Jean Cocteau).

COMER HIERBA EN LOURDES

Comer hierba en Lourdes.
Alfredo Rubio de Castarlenas

Algunos amigos míos, escépticos de vocación y oficio, me han preguntado a veces por el «mensaje» –si es que hay alguno– de Lourdes, pues todo lo que allí acontece les parece folklórico y harto anacrónico.

A pesar de haber estado yo allí varias veces, no podía responderles con exactitud. Recientemente asistí de nuevo acompañando a otros amigos; por primera vez me fijé en una lápida grande, de mármol, colocada en la roca vecina donde numerosos grifos distribuyen la famosa agua. Tiene grabado, precisamente, lo que aquella Señora le dijo a Bernardette, según ésta contó: que era la Inmaculada Concepción y, por tres veces, que urgía a la gente conversión; y mandaba a la niña tres cosas: que besara la tierra, bebiera y se lavara con aquella agua que fluía cerca y que comiera hierba. Cosas que Bernardette ejecutó ante el asombro e irrisión de muchos de los presentes.

Hoy los peregrinos, que quieren imitar lo que María dijo a la niña, besan devotamente la roca de la gruta, beben también de esta agua y hasta se sumergen en ella, en las piscinas instaladas, pero nadie come hierba. Se han colocado estos abundantes grifos para que los innumerables visitantes puedan beber a gusto, o mojarse la cara, ojos, manos... pero creo que nunca los custodios responsables han instalado mesas con manojos de hierbas de los alrededores, para que así mismo puedan, los que lo deseen, comer con facilidad, al menos unas briznas. ¿Por qué? Me gustaría me explicaran los abbées, los curas, los abades, de aquellos triples santuarios, por qué marginan la hierba para los que desean imitar a Bernardette.

Quizás digan que esto de comer humildes hojitas verdes, sólo es como un símbolo. Podríamos entonces preguntar qué significa este símbolo. Además, si comer hierba era sólo una acción simbólica, que quiere señalar algo real y más amplio, lo correlativo sería suponer que besar la tierra, beber agua y lavarse en ella, fueran también actos simbólicos. ¿Por qué, pues, se realiza literalmente hoy una parte del mensaje y otra sólo se la recuerda como mero símbolo, sin que haga falta, para nada, ejecutarla?

Recuerdo que nos cuentan que la voz que oía el de Asís, le decía: «Francisco, reconstruye mi Iglesia» Y el Poverrello fue con sus amigos a reconstruir una ermita en ruinas que estaba en el valle. Lo que pedía aquella voz, sin embargo, era que reconstruyera la Iglesia Universal, tan cuarteada en aquella centuria. Así el alma sencilla de Bernardette besó aquel suelo, bebió y se lavó con aquella agua, y comió la hierba que junto a ella crecía. Pero, ¿acaso Nuestra Señora no pediría algo más hondo, que de momento aquella niña le era imposible interpretar, al igual que le sucedió a Francisco? Si esta revelación habla algún lenguaje, ha de ser el bíblico –aunque sea en patois –. Comer hierba nos lleva a aquel pasaje en que se profetiza que «en el Reino de Dios el león y el cordero pasearán juntos, comerán hierba».

Que Bernardette coma hierba es, no tanto que la coma materialmente, sino que todos sus devotos edifiquen a su alrededor la paz y el amor, que logren que los poderosos no estrujen a los débiles y todos sepan encontrar una convivencia armoniosa, gozosa y fructífera.

En ese lenguaje simbólico-bíblico besar la tierra sería, con esta expresión de amor, hacer las paces con la Creación, con el Universo todo. Rechazando todas las manifestaciones de maniqueísmo que tanto inficionaban las corrientes espirituales francesas del siglo pasado, llenas de resabios, además, jansenistas.

La creación está hecha por Dios y es buena; todo el mal uso de la libertad por parte de los hombres, no ha podido convertirla en mala –como en cambio sostienen las corrientes protestantes–. Por eso María, resumen e imagen de la misma, puede ser precisamente inmaculada. Por eso Dios puede encarnarse en esa creación...

Besar la tierra es, pues, destruir cualquier poso de docetismo. Lavarse con agua es la ley de sumergirse en esta Creación que nos acoge para rescatarnos, purificados, gracias a la presencia de Dios mismo, en la entraña de la propia Creación; y no por panteísmo, sino por Gracia.

Beber agua, como comer hierba, es renunciar a la embriaguez que ocasiona toda clase de pendencias, de desórdenes y pérdida de los sentidos y de la recta voluntad. Beber agua es ser pacífico y amistoso.

Bernardette nos transmite, pues, que hemos de abrazar el Universo porque es bueno; sentirnos parte de él y no pretender evasiones angélicas y poner todo nuestro esfuerzo en la paz y en el amor de toda la humanidad.

¿Es acaso todo esto folclórico y anacrónico? Creo que no. Más bien me parece tremendamente urgente y actual. Es como una esperanza que nos espolease para que el amarnos sea un poco más realidad.

¡SÍ, AHÍ ESTÁ DIOS!


Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net
¡Sí, ahí está Dios!
A Dios lo encontramos en todas las circunstancias de nuestra vida, sólo tenemos que mirarlo.


Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... .