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jueves, 27 de enero de 2011

¿QUÉ ES ORAR?

¿Qué es Orar?

Orar es entrar en sintonía con Dios. Hay muchas maneras de hacerlo, y no se puede decir que ésta es mejor que aquélla.

Hay oraciones individuales y comunitarias, basadas en fórmulas hechas y espontáneas, cantadas y recitadas. Los salmos, por ejemplo, son oraciones poéticas, de las que casi un centenar expresan lamentación y/o denuncia y otras cincuenta, alabanza.
No hay que caer en el fariseísmo de creer que mi oración es mejor que la de los otros, como el caso de aquel fariseo frente al publicano (Lucas 18,9-14).

Los occidentales tenemos dificultad para orar debido a nuestro racionalismo. En general, quedamos en el umbral de la puerta, entregados a la oración que se apoya en los sentidos (música, danza, mirar vitrales o paisajes, etc.) o en la razón (fórmulas, lecturas, reflexiones, etc.).

Orar es estar en relación de amor. Como sucede en una pareja, hay niveles de profundización entre el fiel y Dios. Jesús sugirió no multiplicar las palabras. Dios conoce nuestros anhelos y necesidades.
Unos oran como si Dios fuera sordo y distraído. Otros se parecen a esa tía que llama y habla tanto, tanto, que mi madre suelta el teléfono, sirve la comida y regresa, sin que su ausencia haya sido percibida.

El mismo Jesús, según cuenta el evangelio, prefería retirarse a lugares solitarios para entrar en oración. “Jesús se retiró a la montaña para orar. Y pasó toda la noche en oración a Dios” (Lucas 6,12).
En la oración es necesario entregarse a Dios. Dejar que él ore en nosotros. Si tenemos resistencia a la oración es porque muchas veces tememos las exigencias de conversión que ella encierra.

Ponerse ante Dios es ponerse ante uno mismo. Como en un espejo, al orar vemos nuestro verdadero perfil -las dobleces del egoísmo realzadas, congojas acumuladas, envidia enraizada, apegos anquilosados… De ahí la tendencia a no orar o a hacer oraciones que no lleguen a mostrar el reverso de nuestra subjetividad.
Los místicos, maestros de oración, sugieren que aprendamos a meditar. Vaciar la mente de todas las fantasías e ideas, y dejar fluir el soplo del Espíritu en el silencio del corazón. Es un ejercicio cuyo método enseña la literatura mística.

Pero es necesario, como Jesús, reservar tiempo para ello. Así como la relación de una pareja se enfría si no hay momentos de intimidad, del mismo modo la fe se debilita si no nos recogemos en oración.

Oramos para aprender a amar como Jesús amaba. Sólo la fuerza del Espíritu ensancha el corazón. Por lo tanto, una vida de oración obtiene garantía no por los momentos que nos entregamos a ella, sino por los frutos en la vida cotidiana: los valores reseñados como bienaventu-ranzas en el sermón del monte (Mateo 5,1-12). O sea, pureza de corazón, desprendimiento, hambre de justicia, compasión, fortaleza en las persecuciones, etc.

Quien ora trata de actuar como Jesús actuaría. Sin temer los conflictos derivados de actitudes que contradicen los antivalores de la sociedad consumista e individualista en que vivimos.
Orar es dejarse amar por Dios. Es dejar que el silencio de Dios resuene en nuestro espíritu. Es permitirle que él haga su morada en nosotros.

Orar es cuestionarse a sí mismo. Centrado en Dios, el orante se descentra de los otros, e imprime a su vida la felicidad de amar porque se sabe amado.
Parafraseando a Job, antes de orar se conoce a Dios por “oírle hablar”, después, por experimentarlo. Eso llevó a Jung a exclamar: “Yo no creo. Yo soy”.


Frei Betto

YO TE SALUDO, MARÍA,


YO TE SALUDO, MARÍA,

Yo te saludo, María,
porque el Señor está contigo,
en tu casa, en tu calle, en tu pueblo,
en tu abrazo, en tu seno.
Yo te saludo, María,
porque preguntaste lo que no entendías
-aunque fuera un mensajero divino-
y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego,
sino que tuviste diálogo y palabra propia.

Yo te saludo, María,
porque concebiste y diste a luz un hijo,
Jesús, la vida;
y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar
y cuidar si queremos hacer a Dios presente.
Yo te saludo, María,
porque te dejaste guiar por el Espíritu
y permaneciste a su sombra,
tanto en la tormenta como en la bonanza,
dejando a Dios ser Dios
y no renunciando a ser tú misma.
Yo te saludo, María, hermana peregrina.
Camina con nosotros,  llévanos junto a los otros
y mantén nuestra fe.

Autor: Florentino Ulibarri

SERVIR

SERVIR

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú.
Sé el que apartó del camino la piedra, el odio de los corazones y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y justo, pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho. Si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender...

No caigas en el error de que sólo se han méritos con los grandes trabajos.
Hay pequeños servicios que nos hacen grandes: poner una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
El servir no es una faena de seres inferiores.
Dios, que es el fruto y la luz, sirve.

Y te pregunta cada día ¿serviste hoy?


Autor: Gloria Fuertes