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lunes, 24 de enero de 2011

RECIBE SEÑOR

Recibe, Señor..

Recibe, Señor, nuestros miedos y transfórmalos en confianza.
Recibe, Señor, nuestro sufrimiento y transfórmalo en crecimiento.
Recibe, Señor, nuestro silencio y transfórmalo en adoración.
Recibe, Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez.
Recibe, Señor, nuestras lágrimas y transfórmalas en plegaria.
Recibe, Señor, nuestra ira, y transfórmala en intimidad.
Recibe, Señor, nuestro desánimo y transfórmalo en fe.
Recibe, Señor, nuestra soledad y transfórmala en contemplación.
Recibe, Señor, nuestras amarguras y transfórmalas en paz del alma.
Recibe, Señor, nuestra espera y transfórmala en esperanza.
Recibe, Señor, nuestra muerte y transfórmala en resurrección.

CÁNTICO ESPIRITUAL ENTRE EL ALMA Y CRISTO



Cántico Espiritual entre el alma y Cristo
Autor: San Juan de la Cruz


- ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas,
al otero, si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré los flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

¡Oh bosques y espesuras,
plantados por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!

- Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.

- ¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan,
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llegan,
y déjame muriendo
un no se qué, que quedan balbuciendo.

Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos
y sólo para ti quiero tenellos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura:
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

¡Oh cristalina fuente,
si en esas tus semblantes plateadas
formases de repente
los olas deseadas
que tengo en mis entrañas dibujadas!

¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!

AMENAZAS CONTRA LA LIBERTAD RELIGIOSA

Autor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Amenazas contra la libertad religiosa
Amenazas contra la libertad religiosaSólo cuando exista una verdadera libertad religiosa será posible leer serenamente cualquier texto religioso


Amenazas contra la libertad religiosa
Imaginemos que exista un grupo religioso que considera que su texto sagrado contiene toda la verdad. Imaginemos que, además, defiende que leer tal texto conlleva la obligación de aceptarlo plenamente. Imaginemos que ese mismo grupo defiende la idea de que quien lee el texto sagrado y no lo acepta merece la muerte por haber rechazado la verdad. ¿Nos atreveríamos a leer ese texto?

Imaginemos también que una persona que pertenece a un grupo religioso llega a la convicción profunda, después de un camino interior serio y honesto, de que la verdad se encuentra fuera de su grupo y de que debería cambiar de religión. Pero si se da el caso de que el grupo al que pertenece amenaza con la muerte a los que intentan cambiar de religión, ¿se atreverá a seguir su conciencia?

Los párrafos anteriores no son simples imaginaciones. Existen grupos religiosos que persiguen, castigan, incluso asesinan, a quienes pretender cambiar de religión. Existen leyes en algunos estados que privan de algunos de sus derechos fundamentales a quienes abandonan la religión promovida por las autoridades porque empiezan a seguir otra religión, o a quienes pertenecen a religiones consideradas como inferiores por las autoridades públicas.

Junto a quienes limitan o incluso anulan la libertad religiosa en nombre de ideas basadas en la propia religión, existen otros grupos humanos que hostigan, persiguen o incluso asesinan a los miembros de grupos religiosos en nombre de una mal entendida “laicidad” de estado, o de ideologías ateas que buscan erradicar de una zona geográfica cualquier presencia religiosa.

En su mensaje para la Jornada mundial de la paz del año 2011, Benedicto XVI ha ofrecido una valiente defensa del derecho a la libertad religiosa que pertenece a cada ser humano.

Entre otras cosas, el Papa recordaba que “toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna” (Mensaje para la Jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2011, n. 5).

En ese mismo Mensaje (n. 8), Benedicto XVI denunciaba los peligros que surgen tanto del fanatismo religioso (que busca imponer una religión a los miembros de una sociedad y que persigue a otros grupos religiosos) como del laicismo (que puede llegar a marginar o impedir la presencia de lo religioso en el ámbito público). Tanto el fanatismo como el laicismo van contra la justicia, contra el mismo hombre y contra Dios, y promueven ese contexto de violencias que destruyen la paz y la armonía en la vida social.

En el mundo moderno existen, no podemos negarlo, serias amenazas contra la libertad religiosa. Reconocerlas y denunciarlas es sólo un primer paso para superar una situación que impide a los pueblos avanzar hacia la paz y que priva a millones de seres humanos de uno de sus derechos humanos fundamentales.

Sólo cuando exista una verdadera libertad religiosa será posible leer serenamente cualquier texto religioso, sin miedo a ser perseguido tras las decisiones que uno tome; o será posible cambiar de religión, o incluso no tener religión alguna, si uno cree en conciencia que debe actuar de esa manera. Como también será posible manifestar abiertamente las propias ideas religiosas a los demás, desde el deseo, solidario y siempre respetuoso de la sana libertad del interlocutor, de ayudar a otros a encontrar las verdades que uno ha acogido, como la mejor manera de recorrer el camino terreno que nos prepara al encuentro, eterno, con Dios.