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domingo, 19 de diciembre de 2010

LA SEÑAL DE LA CRUZ

Señal de la cruz
Autor:  Padre Justo López Melús




Una hermosa oración encierra el profundo simbolismo de la señal de la cruz:

«Señor, yo hago con frecuencia la señal de la cruz, pero no he comprendido todo su sentido. No había pensado que hago sobre mí, no un signo de disminución, no un signo menos, sino un signo más, un gran signo de adición. ¡Ah, Señor!, yo no me achico al hacerme discípulo tuyo, no pierdo nada al seguirte. Al contrario, añado a mis aspiraciones humanas un valor infinito: el valor de tu Redención y de tu Gracia.

«Me parece que con este signo me supero extraordinariamente. Rompo el molde de mis minúsculas aspiraciones. Esa línea horizontal que trazo de un hombro al otro tiende a prolongarse indefinidamente para abrazar a todo el horizonte. La línea vertical, de la frente al pecho, parece unir el cielo con la tierra.

«Señor, este signo indica claramente cuál es mi misión: conquistar todo el universo —y a mí mismo ante todo— para unirlo todo, por medio de Ti, al Padre. Reunir a tu alrededor, Señor, a la creación entera, para que puedas ofrecerla al Padre. Yo me siento engrandecido, Señor, al trazar sobre mí la señal de la cruz. Porque me siento asociado a la obra de la redención, supliendo en mi carne lo que me has reservado de tu pasión (Col. 1, 24).

«Por tanto, te prometo hacerla desde ahora con más respeto. Quiero marcar con ella fuertemente mi frente, mi pecho, mis hombros, para que todos mis pensamientos, mis afectos y mi actividad queden enteramente consagrados a Ti. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, amén».

OH... SEÑOR

Oh... Señor

Oh!...Señor,
Que difícil es el camino hasta ti...cuando aprendí a escalar...me enseñaste a bajar.
Cuando aprendí a reír... me enseñaste a llorar.
Cuando aprendí a hablar... me enseñaste a callar.
Si alguna vez odié... me enseñaste a amar.
¡Sabes...! me cuesta mucho seguirte... hay veces que mis brazos tienden a bajar.
Pero Tú, en tu inmensa sabiduría.. me muestras a alguien...
Para volver a empezar.

OCHO PRINCIPIOS DE LA FELICIDAD


Ochos principios de la felicidad
 Johann Wolfgang Goethe

SUFICIENTE FE para reconocer la realidad de la presencia de Dios.

SUFICIENTE ESPERANZA para apartar la preocupación del porvenir.

SUFICIENTE CARIDAD para reconocer el bien en casa del vecino.

SUFICIENTE PACIENCIA para trabajar hasta el término de tus tareas.

SUFICIENTE VALOR para confesar tus faltas y corregirlas.

SUFICIENTE SALUD para que el trabajo sea un placer.

SUFICIENTES FUERZAS para afrontar las dificultades y vencerlas.

SUFICIENTES INGRESOS para asegurar la satisfacción de tus necesidades.