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viernes, 1 de julio de 2016

CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA


Creo en la Santa Iglesia Católica
La palabra Iglesia significa asamblea o reunión para dar culto a Dios


Por: Pablo Iranzo | Fuente: http://www.zenit.org 




“Creo en la Santa Iglesia Católica”. Referente a esto hay que empezar por el significado de Iglesia Católica, sabiendo que a los niños les encanta saber el significado de las cosas (por eso no paran de preguntar los porqués de todo).


La palabra Iglesia significa asamblea o reunión para dar culto a Dios. Y católica quiere decir que es universal, extendida por todo el mundo. Por lo tanto laIglesia Católicaes la reunión de los cristianos alrededor del mundo.

Es bueno saber esto porque los niños cuando escuchan la palabra Iglesia lo que les viene a la cabeza es lo físico, lo que ven, lo que tocan: en definitiva, para ellos es simplemente el lugar, el edificio donde van los domingos con sus padres a misa. Y digo simplemente porque en el momento que sepan el significado real, harán una de sus expresiones de asombro tal como “uaaaala”. Hay que hacerles ver que en ese momento estamos profesando una creencia universal, una fe, un sentir, una manera de vivir común de millones y millones de personas; el cristiano no vive su fe sólo. Y que esta Iglesia es una Iglesia viva, que nació de un pueblo que, después de la muerte y resurrección de Jesús, quería seguir esos pasos, sus pasos, los pasos de Cristo. Y esto se actualiza en cada celebración Eucarística.

Es el símbolo de nuestra fe: Todos somos UNA, Todos somos SANTA, Todos somos CATÓLICA, Todos somos APÓSTOLES.

miércoles, 29 de junio de 2016

QUÉ ESTÁS HACIENDO POR TU PARROQUIA?


¿Qué estás haciendo por tu parroquia?
Cualquier don que tenga una persona es una necesidad para la parroquia


Por: Margarita García | Fuente: Revista Misión http://revistamision.com 




Miles de laicos responden a su bautismo poniendo sus dones al servicio de su parroquia. Así, los párrocos, que a menudo se encuentran muy solos, llevan a cabo, junto con los laicos, la misión a la que está llamada el Pueblo de Dios: ser luz de las gentes, ser luz en el barrio.

“Cualquier don que tenga una persona es una necesidad para la parroquia”. Lo afirma el padre Daniel Navarro, vicario de la parroquia de San Germán, en Madrid, quien está convencido de que, para que las parroquias de nuestro tiempo sean luz en el barrio, necesitan de laicos y de familias que estén al servicio de la comunidad. Porque, según Navarro, el papel de todo cristiano consiste en “llevar su amor al resto de la gente de cien mil formas diversas”. A estas “cien mil formas” se refiere el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (n. 130): “El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar a la Iglesia. No son un patrimonio cerrado”. Al contrario: hacen posible la misión evangelizadora del Pueblo de Dios.

El papel de los laicos

Este protagonismo de los laicos tiene que ver, por un lado, con que “los sacerdotes, llegamos hasta donde llegamos”, reconoce Alfredo Jiménez, párroco de Nuestra Señora del Buen Suceso, en Madrid. Por eso, señala que la comunión entre el equipo de sacerdotes es crucial, pero también lo es con la comunidad parroquial. Así, la parroquia se trasforma en una auténtica “familia de familias” –como la ha denominado el Papa Francisco en Amoris laetitia– “donde se armonizan los aportes de las pequeñas comunidades, movimientos y asociaciones eclesiales” (n. 202).

Por otro lado, el Concilio Vaticano II tornó los papeles en la Iglesia. Desde entonces, el sacerdote, considerado el protagonista de la evangelización, pasa a ser el servidor del Pueblo de Dios, cuya misión es ser luz en medio del mundo. El Papa Francisco lo recuerda en Evangelii gaudium (n.120): “La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización”. Por tanto, el sacerdote, como pastor, guía y orienta la diversidad de dones que nutren la parroquia, mientras que los laicos desempeñan tareas como, por ejemplo, atender a las personas que acuden a Cáritas.

A ello se dedica precisamente Carmen Rosa, voluntaria de Cáritas en la parroquia del Buen Suceso donde se asiste a más de 200 familias necesitadas. Ella se puso al servicio de su párroco hace treinta años, por su inquietud misionera, para “lo que mandara”, pero también porque “es en la Iglesia donde he recibido todo apoyo a lo largo de mi vida”.


Despertar la llamada de Dios

“Todo compromiso nace del encuentro con Jesucristo. Algunas personas no se dan cuenta: el Señor apela a su responsabilidad, a sus sentimientos…; en todo caso, es de su encuentro con el Señor de donde brota toda colaboración”, añade Navarro. Es el caso de Mateo, un feligrés de la parroquia de San Germán, que cuenta que, tras participar en un retiro de Emaús, “mi vida se transformó” y ahora, dedica su tiempo a atender a todo aquel que pasa por la recepción. Su párroco, don Enrique González Torres, añade el ejemplo de un feligrés que se dedicaba a las finanzas y a quien el encuentro con el Resucitado le suscitó la puesta en marcha de un economato.

Pero, para esta entrega generosa, en muchas ocasiones, es el párroco quien tiene que “despertar en sus fieles la llamada concreta de Dios para una misión”, señala el padre Gabriel Benedicto, párroco de la Virgen de la Paloma y san Pedro el Real, quien recuerda las preguntas de san Ignacio de Loyola: “¿Qué estoy haciendo por Cristo?, ¿qué debo hacer por Cristo?”. El padre Benedicto opina que esta es la pregunta que debe hacerse todo laico para ayudar a la evangelización. “Se trata de que cada persona descubra que Dios la llama a hacer su voluntad y esa voluntad de Dios es que todos los hombres se salven; así, con este convencimiento, el que limpia, lo hace sabiendo que esta es su misión, igual que el que lee y el que canta en misa”.

Esta multiplicidad de dones visibles en una parroquia tiene su reflejo en los numerosos carismas que el Espíritu continúa suscitando en la Iglesia universal con el fin de renovarla y edificarla. Insertados en la vida de la parroquia, movimientos como Renovación Carismática, Camino Neocatecumenal, Legión de María, Vida Ascendente, Comunión y Liberación, o Acción Católica dan vida a las parroquias a la vez que muestran que en la casa del Padre tienen cabida todos sus hijos.

Misioneros urbanos de Jesucristo

“Ir a las periferias existenciales” es la frase que mejor resume el carisma de los Misioneros Urbanos de Jesucristo (MUJ), una asociación pública de fieles cuyo objetivo es formar orientadores parroquiales que “acompañen a las almas en las parroquias y complementen la labor espiritual que los sacerdotes realizan con las personas”, señala Carlos Vázquez, iniciador de los MUJ.

 “Ayudamos a todo aquel que se acerque a la parroquia a que pueda cumplir la voluntad de Dios para su vida, y esto pasa por amar a Dios sobre todas las cosas”. Los MUJ y los orientadores formados por ellos para este cometido son personas que saben comprender en nombre de Jesucristo, consolar en nombre de Jesucristo –lo cual despierta, poco a poco, en el orientado, la esperanza– y, finalmente, acompañar en nombre de Jesucristo. Para lograrlo, Vázquez explica que los MUJ “les ayudan a vivir la verdadera caridad”. En España, la asociación está ya presente en Madrid, Málaga, Valencia y Valladolid. En el resto del mundo, se encuentra en Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Italia, México, Panamá y Puerto Rico.

Un lugar para todos

En parroquias como la Virgen de la Paloma, los laicos están al frente de los grupos de catequesis para niños, jóvenes y adultos; de los cursillos de novios; de la pastoral de posconfirmación y del coro, así como del servicio de Cáritas, que, entre otros servicios, da apoyo escolar a jóvenes de familias sin recursos. “Como de la Iglesia nacen nuevas formas de divertirse”, señala el padre Gabriel Benedicto, la parroquia proponen a los jóvenes ligas deportivas, excursiones a la montaña o sesiones de cine. Este templo, ubicado en el centro de Madrid, cuenta con una “pastoral de acogida”, en la que los feligreses encargados reciben a todo turista que se acerque y le ofrecen un recorrido cultural y catequético por la parroquia.

jueves, 9 de junio de 2016

QUÉ ES LA EXCOMUNIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA?


 ¿Qué es la excomunión en la Iglesia Católica?
Con ella no se intenta restringir el campo de la misericordia, sino que simplemente se evidencia la gravedad del crimen


Por: Diego López Marina | Fuente: Aciprensa.com 



e puede definir a la excomunión como apartar a un bautizado de la comunión de los fieles de la Iglesia y del acceso a los sacramentos.
La Enciclopedia Católica afirma que la excomunión, “siendo una pena, supone la culpabilidad; y siendo la pena más grave que la Iglesia puede infligir, naturalmente supone una ofensa muy grave. Es también una pena medicinal en lugar de vengativa, pues está destinada no tanto a castigar al culpable,sino a corregirlo y a traerlo de nuevo a la senda de la rectitud”.
El Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Santa Sede, explicó en una ocasión que el objetivo de la excomunión es llevar “a los culpables al arrepentimiento y a la conversión”.
“Con la pena de excomunión la Iglesia no intenta de algún modo restringir el campo de la misericordia, sino que simplemente se evidencia la gravedad del crimen”, señaló.
¿Por qué se excomulga? La excomunión es un dispositivo punitivo por parte de la Iglesia y va más allá de simplemente la restricción al acceso a la Sagrada Comunión.


También reprende públicamente, como especifica el Código de Derecho Canónico, a una persona “que provoca con su conducta escándalo o grave perturbación del orden", como señala el Canon 1339 en el párrafo 2.
La causa de excomunión se da explícitamente a "los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave", precisa el Canon 915.
La Iglesia toma esta medida extrema solo después de que todos los demás esfuerzos para corregir fraternamente han fracasado. Algunos han visto a la excomunión como una manera de traer católicos erráticos al buen camino.

Algunos casos emblemáticos de excomunión en la Iglesia

En la Iglesia primitiva, San Ambrosio, Obispo de Milán, utilizó la amenaza de excomunión contra el emperador Teodosio I por la matanza de 7.000 personas en Tesalónica. Él le dijo al emperador que imite al rey David en su arrepentimiento y lo readmitió a la comunión después de varios meses de penitencia.
Enrique IV delante de Gregorio VII en Canossa
En la Edad Media, el Papa Gregorio VII excomulgó al emperador romano Enrique IV sobre muchos temas en disputa, uno de los cuales fue el intento de Enrique para deponer a Gregorio del papado. La excomunión de Enrique produjo un efecto profundo en Alemania e Italia.

En respuesta, Enrique se vio obligado a viajar a Canossa y esperar en la nieve durante tres días; donde hizo penitencia y finalmente fue absuelto de la excomunión. En la Europa medieval, donde casi todo el mundo era católico, el emperador necesitaba a la Iglesia y por lo tanto la excomunión era eficaz.
Martín Lutero quemando la bula del Papa León X
El Renacimiento fue una época muy diferente en la vida de la Iglesia y la gente no tomó tan en serio la excomunión.

En el siglo XVI la excomunión de Martín Lutero, Enrique VIII e Isabel I generó un efecto reducido a nivel personal o sobre sus seguidores. El uso de esta como un arma creó simpatía al ofensor, y a menudo condujo a un respaldo a la disidencia.
Más recientemente, en el año 1988, se produjo la excomunión del Arzobispo francés Marcel Lefebvre (que falleció excomulgado) quien ordenó a cuatro obispos sin permiso del Papa.
Mons. Marcel Lefebvre
En 2009 S.S. Benedicto XVI levantó la excomunión que pesaba sobre ellos y desde entonces las negociaciones entre ambas instituciones han continuado para "reencontrar la plena comunión con la Iglesia".
En el 2016 el Papa Francisco señaló que darles el estatus de prelatura personal sería una posibilidad, pero dependerá de un acuerdo fundamental porque “el Concilio Vaticano II tiene su valor”.
Otro ejemplo contemporáneo de una excomunión se produjo en 2010 cuando la hermana Margaret McBride autorizó un aborto en el hospital católico de Phoenix. La monja se reconcilió más tarde con la Iglesia y se le levantó la pena.
El caso más actual ocurrió en el 2016, durante el Pontificado del Papa Francisco, conla excomunión de la autodenominada “Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén”, fundada en Italia por la presunta vidente Giuseppina Norcia y que opera una pequeña localidad al sudeste de Roma.
El Vaticano determinó que “aquellos que se adhieran a la citada asociación incurren en la excomunión ‘latae sententiae’ por el delito de cisma”.

miércoles, 8 de junio de 2016

QUÉ ES LA EXCOMUNIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA?


¿Qué es la excomunión en la Iglesia Católica?
Por Diego López Marina



 (ACI).- Se puede definir a la excomunión como apartar a un bautizado de la comunión de los fieles de la Iglesia y del acceso a los sacramentos.

La Enciclopedia Católica afirma que la excomunión, “siendo una pena, supone la culpabilidad; y siendo la pena más grave que la Iglesia puede infligir, naturalmente supone una ofensa muy grave. Es también una pena medicinal en lugar de vengativa, pues está destinada no tanto a castigar al culpable, sino a corregirlo y a traerlo de nuevo a la senda de la rectitud”.

El Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Santa Sede, explicó en una ocasión que el objetivo de la excomunión es llevar “a los culpables al arrepentimiento y a la conversión”.

“Con la pena de excomunión la Iglesia no intenta de algún modo restringir el campo de la misericordia, sino que simplemente se evidencia la gravedad del crimen”, señaló.

¿Por qué se excomulga? La excomunión es un dispositivo punitivo por parte de la Iglesia y va más allá de simplemente la restricción al acceso a la Sagrada Comunión. 

También reprende públicamente, como especifica el Código de Derecho Canónico, a una persona “que provoca con su conducta escándalo o grave perturbación del orden", como señala el Canon 1339 en el párrafo 2.


La causa de excomunión se da explícitamente a "los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave", precisa el Canon 915.

La Iglesia toma esta medida extrema solo después de que todos los demás esfuerzos para corregir fraternamente han fracasado. Algunos han visto a la excomunión como una manera de traer católicos erráticos al buen camino.

Algunos casos emblemáticos de excomunión en la Iglesia

En la Iglesia primitiva, San Ambrosio, Obispo de Milán, utilizó la amenaza de excomunión contra el emperador Teodosio I por la matanza de 7.000 personas en Tesalónica. Él le dijo al emperador que imite al rey David en su arrepentimiento y lo readmitió a la comunión después de varios meses de penitencia.

En la Edad Media, el Papa Gregorio VII excomulgó al emperador romano Enrique IV sobre muchos temas en disputa, uno de los cuales fue el intento de Enrique para deponer a Gregorio del papado. La excomunión de Enrique produjo un efecto profundo en Alemania e Italia. 

En respuesta, Enrique se vio obligado a viajar a Canossa y esperar en la nieve durante tres días; donde hizo penitencia y finalmente fue absuelto de la excomunión. En la Europa medieval, donde casi todo el mundo era católico, el emperador necesitaba a la Iglesia y por lo tanto la excomunión era eficaz.

El Renacimiento fue una época muy diferente en la vida de la Iglesia y la gente no tomó tan en serio la excomunión.

En el siglo XVI la excomunión de Martín Lutero, Enrique VIII e Isabel I generó un efecto reducido a nivel personal o sobre sus seguidores. El uso de esta como un arma creó simpatía al ofensor, y a menudo condujo a un respaldo a la disidencia.

Más recientemente, en el año 1988, se produjo la excomunión del Arzobispo francés Marcel Lefebvre (que falleció excomulgado) quien ordenó a cuatro obispos sin permiso del Papa. 

En 2009 Benedicto XVI levantó la excomunión que pesaba sobre ellos y desde entonces las negociaciones entre ambas instituciones han continuado para "reencontrar la plena comunión con la Iglesia".

En el 2016 el Papa Francisco señaló que darles el estatus de prelatura personal sería una posibilidad, pero dependerá de un acuerdo fundamental porque “el Concilio Vaticano II tiene su valor”.

Otro ejemplo contemporáneo de una excomunión se produjo en 2010 cuando la hermana Margaret McBride autorizó un aborto en el hospital católico de Phoenix. La monja se reconcilió más tarde con la Iglesia y se le levantó la pena.

El caso más actual ocurrió en el 2016, durante el Pontificado del Papa Francisco, con la excomunión de la autodenominada “Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén”, fundada en Italia por la presunta vidente Giuseppina Norcia y que opera una pequeña localidad al sudeste de Roma. 

El Vaticano determinó que “aquellos que se adhieran a la citada asociación incurren en la excomunión ‘latae sententiae’ por el delito de cisma”. 

jueves, 4 de febrero de 2016

¿POR QUÉ NO ME CAMBIO DE IGLESIA?


¿Por qué no me cambio de Iglesia?
No podría vivir sin la Eucaristía. Sería incapaz de darle sentido a mi vida sin esa relación de amor con el Santísimo Sacramento.


Por: Padre Carlos Chavarría 




PRIMERA PARTE

Esta es una pregunta que me hicieron muchas veces antes de ser de sacerdote. Después creo que no se atrevían a hacérmela, pero se notaba en su mirada que la inquietud estaba a flor de piel. Después de meditar un poco, mi respuesta la podría dividir en dos partes. Las cuales, están totalmente vinculadas y la una sin la otra perdería su sentido original.

Por supuesto que en este artículo no se pueden desarrollar todos los elementos de la riqueza de nuestra fe. Primero porque aburriría a las tres personas que leen esta columna, y corro el riesgo de perder mi espacio en el periódico. Segundo, porque para expresar toda la riqueza de nuestra fe tendría que escribir una enciclopedia que debería contar con una infinidad de tomos. En definitiva, necesitaría todos los días de esta vida y parte de la vida eterna para hacer un desarrolla más o menos elemental sobre el tema. Pero como no es el caso hacer un desarrollo exhaustivo, me limitare a las dos razones por las cuales yo no cambio mi Iglesia.

La primera razón, que es la más importante y de la que depende todo, es que no podría vivir sin la Eucaristía. Sería incapaz de darle sentido a mi vida sin esa relación de amor con el Santísimo Sacramento. No podría mantener mi fidelidad si no fuera por el corazón palpitante de Jesús que se hace presente en la Eucaristía. Toda mi vida está plagada de encuentros de amor con el Santísimo Sacramento, las decisiones más importantes, los momentos de alegría y los momentos de tristeza, los he compartido con el Señor Sacramentado. Sentir que Dios está cerca, que se interesa por mí y que me espera siempre; para escucharme, consolarme y amarme; es algo que jamás podría cambiar por un par de dólares, o por sentir cosas diferentes, o simplemente porque toda mi familia o mis amigos han cambiado de religión. En definitiva, sin la presencia real del Señor en las especies Eucarísticas yo no podría vivir, es más, yo no podría “ser”.

La segunda razón, que está muy relacionada con la primera, es que amo demasiado mi libertad. Entendiendo la libertad como esa característica humana que me permite buscar mi bien y mi plenitud. Solo en la Iglesia he encontrado la posibilidad para educar y desarrollar mi libertad en plenitud. Donde la vocación de cada uno de los cristianos se desarrollo de acuerdo a su condición y sus carismas, donde la diversidad no es vista como un motivo de división sino como una fuente de riqueza. Donde se respeta el camino de santidad que el Señor ha designado para cada uno. Donde el ejercicio de la libertad siempre significa comprometerse con el otro para alcanzar la plenitud como personas. Donde no se hacen lavados de cerebro para que todos piensen lo mismo y actúen como autómatas. Donde la libertad no es vista con sospecha, sino como un gran don que Dios nos ha dado para poder participar en la comunión de su divinidad.


Ahora díganme ustedes, ¿por qué voy a cambiar todo esto?, ¿por un par de cantos bonitos?, ¿por una predicación superflua y manipulante que me hace llorar?, ¿por una sarta de mentiras fruto de un anacronismo histórico que es de una estupidez galopante?. O mejor dicho, ¿Cambiare toda la riqueza de mi fe, solo por comodidad o porque voy a ganar unos dólares más haciendo lo que no tuve valor de hacer cuando estaba del lado de la verdad?. Simplemente no cambio mi Iglesia porque no solo perdería algunas gracias, sino que me perdería a mí mismo. Por lo demás, cada uno es libre de elegir su propia condenación; o su propia salvación.



SEGUNDA PARTE:

La historia continua… Siempre he creído que las segundas partes de una película nunca son tan buenas como la primera, es más, todavía lo sigo creyendo. A excepción de algunas honrosas segundas partes, todas las demás son un poco de lo mismo. Con respecto a las segundas partes de los editoriales todavía soy más escéptico, porque pienso que al final se pierde el impacto de la palabra dicha anteriormente. Pero hoy, debido al clamor popular, voy a romper, solo por esta vez, esta norma de ideales de intelectualoide esnob.

Otro motivo por el cual yo no cambiaria mi Iglesia: es la necesidad, que como ser humano, tengo de ser perdonado. Definitivamente, debido a que reconozco mis debilidades se que tarde o temprano, a veces más temprano que tarde, termino haciendo alguna cosa que causa una ofensa a Dios, a mi mismo o a los demás. En esos momentos cuando la culpa me embarga, el remordimiento de conciencia me mata y el arrepentimiento me estruja el alma; siempre necesito que alguien me diga te perdono, ¡ánimo! Te devuelvo tu dignidad para que tengas una nueva oportunidad y puedas hacer las cosas mejor. Por supuesto, que esa nueva oportunidad solo me la puede dar Dios. Pero el Señor que nos conoce muy bien, sabe que humanamente necesitamos escuchar esas palabras, “te perdono de tus pecados… vete en paz”. Para solucionar ese problema nos regalo uno de los más maravillosos sacramentos; si, ese que están pensando: “la confesión”. En este sacramento puedo sentir la misericordia de Dios, puedo sentir su amor y, sobre todo, puedo sentir la voz del Señor que me dice te perdono y, si esto fuera poco, me da una nueva oportunidad para recomenzar. Por tanto, aunque a veces me cueste un poco confesarme, jamás cambiaria este maravilloso sacramento, por una “oración de sanación” de un “pastorcillo” gritón y trasnochado.

Otro motivo con un tinte un poco esteticista: no cambiaria mi fe por su belleza que se ha ido repujando con el pasar de los siglos. Una fe que ha producido belleza en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, en la literatura, en la música, en el pensamiento. Una belleza que es fruto de la verdad que se trasmite y de la fe que se profesa. Una belleza que te hace trascender a los sublime y te acerca a lo infinito. Una belleza que te hace admirar la perfección y la grandeza del Creador. Una belleza de la fe que no tiene miedo de tratar de manifestar con expresiones artísticas lo que es sublime y esta más allá del mundo material. Una belleza que no se amedrenta ante lo inexplicable y que se toma en serio el Misterio de la Encarnación que hace visible lo invisible. ¿Por qué cambiaría la riqueza de dos mil años de historia humana y divina, por un garaje con sillas o por un salón de convenciones alfombrado de un hotel?

Por consiguiente, si de algo estoy orgulloso en mi vida es de mi Iglesia. Que los mediocres y los hijos del bienestar busquen su “spa” para tranquilizar sus conciencias, que no son capaces de aceptar el reto de acoger el don de la Salvación, asumiendo la responsabilidad de ser hombres libres.

lunes, 4 de enero de 2016

¿QUÉ TIPO DE LLAVES TIENE LA IGLESIA?


¿Qué tipo de llaves tiene la Iglesia?
Son llaves que vienen de Dios que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos, llaves de misericordia.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Las llaves sirven para cerrar y para abrir. Dejan pasar o lo impiden. Liberan o encarcelan.

También en la Iglesia hay llaves. Pedro las recibió del mismo Cristo: las llaves del Reino de los cielos.

"A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16,19).

¿Qué tipo de llaves tiene Pedro? Son llaves que vienen de Dios y sirven para los hombres. Son llaves que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos. Son llaves de misericordia.

Con esas llaves la Iglesia católica, durante siglos, ha buscado abrir el tesoro de la salvación a todos los hombres. No porque la Iglesia tenga unos privilegios especiales, sino porque simplemente quiere cumplir la misión que Cristo le ha encomendado.



Cuando el corazón siente el peso de sus pecados, cuando el cansancio de la lucha lleva al desaliento y al miedo, cuando el diablo susurra que no podremos cambiar, podemos mirar ante nosotros y ver una puerta abierta: es la puerta de la misericordia.

Cristo vino al mundo para eso: para anunciar el Reino, para predicar la conversión, para sacrificarse y abrirnos el cielo, para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre.

La Iglesia recibe de Cristo unas llaves maravillosas. Con la mirada puesta en la Cruz y en la mañana de Pascua, tenemos la certeza de la victoria del Buen Pastor, de Aquel que es la verdadera Puerta para las ovejas: "si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto" (Jn 10,9).

El banquete está preparado. Las llaves han abierto la puerta. Hay que vestirse con traje de bodas (buenas obras) y llenarnos de esperanza. "Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura - el lino son las buenas acciones de los santos" (Ap 19,7‑8; cf. Mt 22,11).

Pedro, ¿pesan las llaves? No te preocupes. Cristo ha rezado por ti. Confía y abre. Mira a tu Maestro y camina. Con tus lágrimas y tu humildad, grita y recuerda al mundo que el Señor nos ha preparado un lugar en los cielos, junto a su Padre, para siempre (cf. Jn 14,3).

viernes, 20 de noviembre de 2015

EL PAPA ES UNIVERDAL


El Papa es «universal»
Entre menos interpretaciones, definiciones y hermenéutica se propongan sobre Papa Francisco, más eficaz será el servicio que cada católico puede ofrecer a su ministerio


Por: Un análisis de Luis Badilla de «Il Sismografo» | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it 




Recordar y subrayar que Papa Francisco es «jesuita y latinoamericano», en particular durante los primeros meses del Pontificado, no solo era justo y oportuno, sino también necesario. Se trataba de «contarle» al pueblo de Dios y al mundo quién era el nuevo Sucesor de Pedro. Pero hacer que estas dos connotaciones del Papa se conviertan en una especie de «absolutos» que desplegar en cualquier ocasión se está volviendo contraproducente y, tal vez, sería oportuno reflexionar sobre algunas observaciones que se escuchan cada vez más.

1) La primera, más bien descontada, recuerda que el Papa, en definitiva, es «universal», y que desde el momento de su elección, de cierta manera, se «separa», en cuanto Obispo de Roma y por servir a la Iglesia que debe guiar, de cualquier connotación anterior. Claro, Francisco sigue y seguirá, por siempre, siendo «jesuita y latinoamericano», pero si esto es presentado, subrayado, desplegado como una letanía de formulario acaba por enjaular justamente a aquel que (el Pontífice) no puede ni debe ser enjaulado. Enjaular al Papa es la peor manera de ponerse al servicio de su misión, aunque sea por buenas intenciones.

2) Subrayar que el Papa es jesuita-ignaciano o latinoamericano-sudamericano puede ayudar a comprender determinados pasajes del Pontificado (gestos, decisiones y magisterio) pero de ninguna manera estas connotaciones describen el total, complejo y multiforme ministerio petrino. Insistir en el uso y en la proposición de estas connotaciones, a menudo sin que sea necesario, acaba creando la sensación de estar frente a reivindicaciones indebidas sobre el ministerio universal del Santo Padre; reivindicaciones que después no tienen nada que ver con la realidad, puesto que el Papa no guía a la Iglesia en cuanto jesuita o latinoamericano. No son los jesuitas ni mucho menos América Latina los que guían a la Iglesia. Dar esta imagen no solo no es exacto, sino que también es dañino para la vida de la Iglesia y del mismo Pontificado.

3) Está claro, y hay muchos momentos del Pontificado que lo demuestran, que para Francisco es importante su ser jesuita y latinoamericano, como muchos otros Papas para los cuales era importante ser europeos; pero también es evidente que para él, como para sus predecesores, tales definiciones biográficas no son algo que condicione el ejercicio del propio ministerio de manera reducida o excluyente. Los que presentan constantemente al Papa como «jesuita y latinoamericano», y lo hacen más allá de las medidas del sentido común y de lo objetivamente necesario, «sitúan» a Papa Francisco en una posición reducida y excluyente, privando la realidad del Pontificado de otras connotaciones singulares e importantes.

4) Entre menos definiciones, menos interpretaciones y menos hermenéutica se propongan sobre Papa Francisco, más eficaz será el servicio que cada católico puede ofrecer a su ministerio. El Papa es una fuerza gigantesca de fe, libertad y parresía, reconocida por sus críticos más feroces, como no se veía desde hace muchos años y no solo en la Iglesia católica. Cualquier «narración» o «interpretación» ‘de parte’ sobre el Papa, aunque autorizada, acaba por atrapar esta fuerza que tanto la Iglesia como el mundo necesitan. Insistir en lo contrario provocará una percepción dramática y falsa: que el Papa, es, justamente, ‘de parte’. Y aún más: acabará también obscureciendo uno de sus carisma excepcionales: hacerse escuchar por todos sin intermediarios. Francisco no es un oráculo y, por lo tanto, no se necesitan pitonisas. Tomemos nota todos de esta verdad.

domingo, 15 de noviembre de 2015

LA SANTA MUERTE, LEJOS DE LA RELIGIOSIDAD CRISTIANA

La Santa Muerte, lejos de la religiosidad cristiana
Especialistas consultados explican el origen y el alcance del fenómeno de esta secta.


Fuente: RIES // ACI Prensa 



En su libro La Santa Muerte, el mal de ojo y otras supersticiones, el P. Jorge Zarazúa precisó que el origen del culto a la santa muerte "es muy incierto, aún para sus mismos promotores". "Algunos de ellos lo consideran un culto prehispánico, que habría sobrevivido a pesar de la oposición de la Iglesia Católica. Según los que promueven esta ´devoción´, se trataría de la supervivencia del culto a Mictlantecuhtli, que, en la mitología azteca, es el dios de la muerte, señor del Mictlán, el silencioso y oscuro reino de los muertos", afirma. El P. Zarazúa señaló también que, de acuerdo a otros seguidores de esta secta, su origen se remonta a los africanos que llegaron para trabajar como esclavos en el continente americano. Sin embargo, el sacerdote precisó que es muy difícil que este culto pueda tener un origen prehispánico o africano, "pues los elementos con los cuales se le representa son más bien de la cultura occidental, como son el manto, la túnica, la guadaña y el reloj de arena".

"Las antropólogas Katia Perdigón y Elsa Malvido señalan que el culto a la santa muerte nació en los años cincuenta y que no tiene ninguna raíz prehispánica", subrayó. El P. Jorge Zarazúa constató que la pertenencia a esta secta se ha extendido entre los fieles católicos, al punto que muchos "la consideran un santo más de la Iglesia Católica, tal vez porque sus promotores se encargan de difundirla con métodos similares a la forma en que se promueven las devociones católicas (rosarios, procesiones, "misas", etc.), precisamente para atraer y atrapar a los católicos más desprevenidos y desorientados".

El P. Luis Santamaría, sacerdote diocesano español y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), señaló que a pesar que muchos católicos creen que es posible pertenecer a este culto o incluirla entre sus devociones, esto está "lejos de una religiosidad verdaderamente cristiana". "Basta ver su vinculación directa con la delincuencia y el narcotráfico, y la clase de valores que promueve, para hacer un juicio negativo sobre este culto tan peculiar", indicó. El P. Santamaría recordó que "los pastores de la Iglesia han tenido, desde el principio, una palabra crítica y profética ante una realidad creciente que se nutre de la falta de formación religiosa y la superstición".

El sacerdote dominico y también miembro de RIES, P. Pedro Fernández, dijo que el culto a la santa muerte "es un verdadero problema en los niveles social y religioso" en la capital de México. "Así como encuentras imágenes de la Virgen de Guadalupe o de San Martín de Porres, hallas imágenes de la Santa Muerte". El P. Fernández también consideró que este culto se ha extendido de forma particular entre "la gente popular y el crimen organizado, debido, sobre todo, a una mezcla muy peligrosa de religiosidad, ignorancia y violencia". Para el sacerdote español, este culto se ve favorecido "por la crisis total de valores morales en la que nos encontramos".

Roberto Federigo, experto en sectas y miembro de RIES, reveló que este peligroso culto se ha extendido a Argentina, donde recibe el nombre de "san la muerte". "Se estima que nació como un sincretismo pagano-cristiano, una fusión de divinidades de los pueblos originarios guaraníes con algo del simbolismo ornamental de los jesuitas". Federigo indicó que el culto a "san la muerte" se encuentra actualmente "muy difundido en la zona conurbana de Buenos Aires (denominado Gran Buenos Aires), debido a las migraciones internas y de países limítrofes". "Muchos asocian este culto a la delincuencia, pues algunos delincuentes le prometerían veneración a cambio de protección. Desde hace algunos años, además de su proliferación, han aparecido templos y lugares de culto permanentes, con ministros y fieles, con regular asistencia y un principio de sistema de creencia organizado que podría asemejarse al de los cultos afrobrasileños u otros de la religiosidad popular".

El 27 de marzo de 2012, ocho personas, que serían integrantes de una misma familia, fueron detenidos por las autoridades de México acusados de haber asesinado a dos niños de 6 y 7 años y una mujer adulta de 55, como sacrificios a la santa muerte. Un portavoz de las autoridades mexicanas señaló que las víctimas fueron asesinadas con cuchillos, y se les extrajo la sangre como "ofrenda" a la santa muerte.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿ADORAR O VENERAR? SABER DIFERENCIAR


¿Adorar o venerar? Saber diferenciar




Hay algunos que piensan que los católicos adoramos a María 
¿Es eso cierto?

Primero que nada, hay que decir que los católicos no adoramos a la Virgen María. El culto que le profesamos no es adoración, puesto que ésta corresponde únicamente a Dios. Los católicos veneramos a la Virgen María, porque Ella es la mujer a quien Dios escogió para que fuera la Madre de Cristo. Es decir, María no es una persona cualquiera, es la Madre del mismo Dios.

María es bienaventurada por el hecho de haber sido escogida por Dios para llevar al Salvador en su seno, y por ello los católicos la hemos llamado así durante "todas las generaciones". El respeto y veneración que le profesamos los católicos a la Santísima Virgen tiene, por lo tanto, bases bíblicas sólidas.

1. Desde el designio divino
Dios manda alabar a María. El ángel Gabriel enviado por Dios saludó a María con estas palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo" (Lc 1,28). Dios Padre ha querido asociar a María a la realización de su Plan de Reconciliación. Es así que María está asociada a la obra de su Hijo, el Señor Jesús. No es un simple capricho o exageración el reconocer la maternidad divina de María. El misterio de María está íntimamente unido al misterio de su Hijo. En Ella "todo está referido a Cristo", subordinado a Él. María no tiene naturaleza divina y todos sus dones le vienen por los méritos de su Hijo, y no por ello deja de ser una mujer única, con dones únicos para una misión muy particular en la historia.

María coopera en la obra de la Reconciliación. Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de su importante misión; ella es la "Llena de gracia". Sin esta gracia única, María no hubiera podido responder a tan grande llamado. Ella es Inmaculada, libre de todo pecado original, en virtud de los méritos de su Hijo (LG 53).

Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y posibilidad humanas (Catecismo de la Iglesia Católica n. 497). María es, pues, una mujer muy especial, dotada por Dios para ser Madre del Redentor, Madre de Dios.

2. Testimonio de las Escrituras
Los Evangelios nos la presentan como activa colaboradora en la misión de su Hijo. En Belén da a luz a Jesús, lo presenta a los pastores, a los Magos y en el Templo; convive con Él treinta años en Nazareth; intercede en Caná; sufre al pie de la cruz; ora en el Cenáculo. Por tanto, hacer a un lado a María, separarla de Cristo, no es lo que la revelación enseña. Si los Reyes Magos adoraron a Jesús en brazos de María, ¿será idolatría imitar su ejemplo?

3. En la vida de la Iglesia
La Iglesia nos presenta a María como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. "Pero todo esto ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador" (S. Ambrosio). La luna brilla porque refleja la luz del sol. La luz de la luna no quita ni añade nada a la luz del sol, sino manifiesta su resplandor. De la misma manera, la mediación de María depende de la de Cristo, único Mediador.

El culto a María está basado en estas palabras proféticas: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso" (Lc 1, 48-49). Ella será llamada bienaventurada, no porque su naturaleza sea divina, sino por las maravillas que el Poderoso hizo en ella. Así como María presentó a los pastores al Salvador, a los Magos al Rey, para que lo adoraran, le presentaran dones y se alegraran con el gozo de su venida, así el culto a la Madre hace que el Hijo sea mejor conocido, amado, glorificado y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos. María nunca busca reducir la gloria de su propio Hijo; todo lo contrario, y así es como lo ha entendido la Iglesia desde los primeros siglos, cuando oraban al Señor los discípulos en el Cenáculo en compañía de la Virgen Madre (Hch 1,14).


Web Católico de Javier

sábado, 31 de octubre de 2015

¿SABES CUÁL ES EL VALOR DE TU ALMA?


¿Sabes cuál es el valor de tu alma? 
Si fueras la única persona creada en todo el universo, Jesús tendría que derramar hasta la última gota de su Sangre Preciosísima para salvar tu alma inmortal. ¡Cuán preciosa y valiosa en verdad es tu alma ante los ojos de Dios Todopoderoso!


Por: Fr. Ed Broom | Fuente: catholicexchange.com 




Santo Tomas de Aquino afirma que todo el mundo creado no iguala el valor de una sola alma inmortal, así de valioso eres para Dios



Todo el dinero, posesiones, casas, montañas, océanos, animales, toda la creación en sí tiene mucho menos valor que tu alma inmortal. Tu alma inmortal tiene un valor infinito. Nadie en el mundo puede sondear plenamente las profundidades del valor de una sola alma inmortal.

¿Cómo sabemos esto? Jesús nos explica esto con mucha claridad: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su alma inmortal?” (Marcos 8,36)

San Ignacio de Loyola lanzó ese pasaje bíblico como una flecha de fuego al joven, orgulloso y autosuficiente Francisco Javier, desafiando el futuro patrono de las misiones para hacer los Ejercicios Espirituales. Xavier hizo los Ejercicios Espirituales que transformaron su vida.

Sin embargo, fue esa ardiente y penetrante flecha de la boca y Sagrado Corazón del Señor Jesús, que rompió la resistencia de Xavier- "¿De qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo, y pierde su alma en el proceso?"

El Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, reitera el mismo mensaje. Aquino afirma que todo en el mundo creado no iguala a una sola alma inmortal.


Por un momento, entra en la contemplación natural, en la belleza de la naturaleza. Los hermosos cielos azules, las nubes color blanco puro, las hojas multicolores que florecen en otoño, las montañas cubiertas de nieve blanca, el brillante y luminoso arco iris que cruza el horizonte, olas poderosas y eternas estrellándose contra la costa, el águila majestuosa volando en las alturas, y el cielo pintado con una multitud de luces chispeantes. Todas estas bellezas y fenómenos naturales son un mero atisbo de la majestuosa belleza y grandeza de un alma inmortal. Un alma inmortal trasciende en grandeza a cualquier belleza natural que a simple vista se puede contemplar. Por esa razón, una vez a Santa Catalina de Siena le fue concedida una visión de un alma en estado de gracia y ella cayó de rodillas en éxtasis, aturdida por su belleza deslumbrante.

Otra prueba de gran alcance para comprender el valor infinito de un alma inmortal es el celo apostólico que motivó a los santos en su trabajo, sacrificios, sufrimientos y su muerte. Los siguientes son algunos ejemplos de los santos y su hambre insaciable por la salvación de las almas que se encontraban extraviadas.

El Cura de Ars:

¿Por qué el Cura de Ars (San Juan María Vianney) pasaba de 13 a 18 horas en el confesionario día y la noche, en el frío del invierno y la humedad y calor abrasador del verano, confesando a los pecadores? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Por una simple razón: ¡el amor a Dios y el amor por lo que Dios más ama, la salvación de las almas inmortales! ¿Por qué iba a comer dos o tres papas al día, dormir tres horas batallando constantemente con el diablo en las noches y llorar lágrimas copiosas? Una sencilla razón: el amor a Dios y el amor por las almas inmortales. El patrón de los párrocos conocía profundamente el valor de un alma reconciliada con Dios por medio de la Sangre de Cristo aplicada cada absolución

San Pio de Pietrelcina

Una vez más, explícame por qué San Padre Pío de Pietrelcina, de buena gana aceptó los estigmas en 1918, mientras que estaba absorto en la oración. Sus manos y pies fueron perforados como los de su Amado y crucificado Señor y Salvador. El costado del Padre Pío fue traspasado, como lo fue el de Jesús traspasado el Viernes Santo por la lanza, del cual brotaron sangre y agua. Jesús prometió a este santo moderno que iba a tener esto estigmas durante cincuenta largos años y luego, al final de su vida desaparecerían. ¿Por qué el Padre Pío aceptó este dolor insoportable de los estigmas? Una vez se le preguntaron si le dolía, el santo respondió secamente que no eran decorativos. Padre Pío sufrió los estigmas imitando a su amado Salvador, al Señor Crucificado, pero también en reparación por los pecados y por la conversión de los pecadores. En otras palabras, San Pío ofreció de buena gana este sufrimiento por la salvación de las almas inmortales. ¡Él pagó un alto precio!

Los tres pastorcitos de Fátima

Más aún ¿por qué los tres pequeños pastores niños de Fátima (Lucía, Francisco y Jacinta) voluntariamente aceptaron sacrificios constantes que conllevaban un gran sufrimiento, a pesar de que no eran más que niños? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? La respuesta es la misma: su amor por el Sagrado Corazón de Jesús y por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María y por amor a lo que Jesús y María más quieren en este mundo: las almas inmortales. La lista de los sacrificios a los que estos niños se sometieron a tan temprana edad hace tambalear la imaginación y muestra el poder del Espíritu Santo en la vida de las almas generosas.

Vamos a considerar simplemente los sacrificios de Jacinta Marto, la más joven de los tres videntes de Fátima. Lo que transformó radicalmente a los 3 niños, pero especialmente a Jacinta, fue la visión gráfica del Infierno, que recibieron el 13 de julio de 1917. Al ver las almas lanzadas a él sin ningún tipo de equilibrio, como las olas en el mar, al oír sus gritos desesperados que nunca serían aliviados, al ver horrible animales traspasando las almas (los demonios) causándoles un tormento eterno, provocó en la pequeña Jacinta una profunda conversión del corazón y de la vida. La pequeña Jacinta, pequeña de estatura pero gigante en el amor por las almas, estaba dispuesto a ofrecer todo lo que tenía para la salvación de las almas inmortales.

Una vez, en un día de verano abrasador, los tres de los niños estaban muriendo de sed, y Lucía fue a buscar agua con una jarra de un vecino. Pero tanto Jacinta como Francisco imploraron a Lucía verter el agua en el suelo para que pudieran sufrir la sed ¿Por qué? Una vez más, para ofrecerla por la salvación de las almas inmortales. Debido a esta extraordinaria generosidad y el amor de Jacinta, cuando el Beato Papa Juan Pablo II beatificó a la niña la llamó un "una pequeña alma víctima”.

En el Diario de la Divina Misericordia, Jesús reveló a Santa María Faustina Kowalska su amor por las almas. Sin embargo, Jesús señaló que el amor por la salvación de las almas se mide por la voluntad de sufrir por estas almas. Cuanto más se ama más se está dispuesto a sufrir por los que ama.

Tu vales la sangre de Jesús.

Por último, la Palabra de Dios nos enseña más conmovedoramente el valor de las almas, relacionándolo con la Preciosa Sangre que Jesús derramó por todos y cada uno de nosotros individualmente en el Calvario ese primer Viernes Santo.

“Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto” (1 Pedro 1, 17-19).

En resumen, tu alma individual fue salvada por la Sangre Preciosa que Nuestro Señor y Salvador Jesucristo derramó por nosotros en el Calvario ese primer Viernes Santo. De hecho si fueras la única persona creada en todo el universo, Jesús tendría que derramar hasta la última gota de su Sangre Preciosísima para salvar tu alma inmortal. ¡Cuán preciosa y valiosa en verdad es tu alma ante los ojos de Dios Todopoderoso!

jueves, 15 de octubre de 2015

EL OFICIO DE LOS MONAGUILLOS


El oficio de monaguillo
Algunos creen que ser monaguillo es sólo un camino para ser sacerdote pero no siempre es así


Por: Mons. José Sánchez González. Obispo de Sigüenza-Guadalajara | Fuente: www.revistaecclesia.info 




He dicho "oficio del monaguillo" y efectivamente, es un oficio importante, que consiste en la participación desde la cercanía y en la ayuda a las celebraciones y a todos los importantes oficios que ejercen los sacerdotes, a los que los monaguillos ayudan. De este modo cumplen los monaguillos con el deseo y el mandamiento del Señor cuando dice "Dejad que los niños se acerquen a mí".

Algunos creen que ser monaguillo es sólo un camino para ser sacerdote; pero no siempre es así, porque muchos han sido monaguillos y después no son sacerdotes. También las chicas pueden ser monaguillas. Lo cierto es que todos los que han sido monaguillos guardan un gran recuerdo de su tiempo y oficio de monaguillos y te dicen con mucho orgullo y agradecimiento, cuando son mayores: "Yo también fui monaguillo”. Es que ser monaguillo ya es de por sí un honor, un servicio a Dios, a los sacerdotes y a la comunidad y un oficio muy digno.

También es cierto que ser monaguillo es un buen entrenamiento para ser seminarista, si el Señor te llama a ser sacerdote. El tiempo y el oficio de monaguillo sirven para familiarizarse con las cosas de Dios, como la palabra, las celebraciones, el templo, los objetos de culto, la comunidad cristiana, las fiestas religiosas… en las que el sacerdote emplea después toda su vida.

lunes, 7 de septiembre de 2015

SOMOS UNA... SOLO UNA IGLESIA


Somos una... solo una Iglesia
Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente.


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




Todos los cristianos somos hoy conscientes de lo que significan esas palabras tiernas y emocionadas de Jesús en la Ultima Cena, cuando le pedía al Padre: ¡Que sean uno!...

Jesús conocía de sobra nuestra tendencia a la división. A capitanear cada cual su grupo haciendo imposible la cooperación, aunque sea para la causa más justa y más santa.

Esto es muy propio nuestro desde que Satanás en el paraíso metió tan profundamente en nuestro ser el orgullo de que él está lleno, porque Satanás no es más que orgullo y desamor. Jesús preveía el mal que se echaría sobre su Iglesia, y pide a gritos: ¡Unión! ¡Unión! ¡Unión!... Unión en la única Iglesia mía. Los hermanos que vivimos separados, entendemos hoy muy bien este anhelo de Jesucristo, y por eso buscamos la unión entre todos los cristianos.

El director de una revista anotaba hace ya mucho tiempo cómo la sociedad se iba dividiendo hasta pulverizarse. Pero fue optimista, y mirando a las diversas Iglesias cristianas expresó así su pensamiento:
- Nos hallamos dolorosa e injustamente pulverizados. Pero esto es providencial. El polvo se puede amalgamar, y convertirse en una masa compacta, dura, resistente.

Muy bien dicho. La Iglesia, en la mente de Jesucristo, es la llamada a unir a la Humanidad en el amor, pero para ello debe empezar por estar unida ella misma, tal como la instituyó su fundador Jesucristo.

El Papa Pablo Sexto, que vivió intensamente el misterio de la Iglesia, decía en una de sus primeras catequesis:
La Iglesia es UNA, por la unidad de la fe, por la unidad del culto, por la unidad de la autoridad suprema.
Tiene una unidad estructural y orgánica: es un cuerpo, un edificio, un reino. Es comunitaria y es jerárquica. Es orgánica y concorde.

Lo confesamos con ese canto hermoso, de inspiración paulina:
- Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre...
Y esto, como lo ha querido Jesucristo, dirigidos y aglutinados en una autoridad visible, el Papa, que hace las veces de Jesucristo, por voluntad expresa del Señor.

Es conocida la visita de aquellas mujeres japonesas al primer misionero que llegó al Imperio del Sol naciente después de tres siglos cerrado al Occidente. Ya la narramos una vez en nuestros mensajes. Pues otra muy parecida realizaron unos hombres a otro Padre, en una región donde parecía que se había extinguido la religión católica. Llegan juntos, y uno saca de entre los pliegues de su vestido un Crucifijo que fue destrozado durante la persecución:
- Oye, extranjero, ¿conoces tú a éste?
- Sí; es nuestro Salvador, que murió en la cruz por los pecados de los hombres.
Los visitantes hacen con la cabeza una señal afirmativa. Sacan entonces una imagen ya muy vieja de la Virgen María:
- ¿Y sabes tú quién es ésta?
El misionero la toma, y la besa con amor:
- Sí, claro; es la Madre bendita de nuestro Salvador.
Los visitantes empiezan a sonreír felices. Pero el que capitaneaba el grupo hace la pregunta más comprometedora:
- Quisiera saber si tú conoces a un Obispo que vive en una ciudad lejana, grande, y que dice que le tienen que obedecer todos, porque Cristo lo constituyó Vicario suyo. ¿Es cierto eso?
El misionero se asombra, mientras piensa que le tienden una trampa inspirada por los mercaderes protestantes. Así y todo, les contesta:
- Sí, lo conozco también. Es el Papa, el Padre Santo, el sucesor de Pedro, y que está en Roma, y es él quien nos ha enviado a mí y a los otros misioneros católicos a vosotros para que os anunciemos la buena nueva de la Salvación y os comuniquemos la gracia de Cristo por los Sacramentos.
Era todo lo que querían saber aquellos sagaces japoneses. Llenos de alegría se tiran al cuello del misionero, gritando:
- ¡Tenemos una misma fe, tenemos un mismo corazón!
Este caso vale también por mil discursos.

Sin sacerdotes durante casi trescientos años después de las sangrientas persecuciones, pero allí estaba viva la Iglesia, UNA, con la misma fe y el mismo amor, unida con el pensamiento y el corazón a la Iglesia de Roma, que liga, une y estrecha a todas las Iglesias particulares extendidas por el mundo entero.

Mirando ahora a nuestra vida en particular, nos damos cuenta de lo que comporta el vivir, mantener y fomentar la unidad de la Iglesia. Si Jesucristo hubiera instituido varias Iglesias, y si a su Iglesia la hubiera dejado en el mundo como un movimiento inorgánico, bastaría ser cristiano sin más, cada uno como quisiera y donde quisiera. Pero, no. Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente y mantenerla con una fidelidad a toda prueba. Romper esa unidad es desgarrar el cuerpo de Cristo.

Como sabemos esto muy bien, nosotros juramos fidelidad inquebrantable al Vicario de Jesucristo, estrechamos nuestros corazones en la unidad, y mostramos así al mundo que la Iglesia es UNA en Cristo, como es UNO el Dios que, en tres Personas distintas, permanece en unidad irrompible.
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