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jueves, 22 de febrero de 2024

MEDITACIÓN DE CUARESMA: EL AYUNO



El ayuno


El ayuno, especialmente el de la comida, nos abre de una manera misteriosa a la presencia de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre de Dios.

 

Para que esto se realice, el ayuno debe estar unido a la oración. Sin oración el ayuno se convierte en dieta o en estoicismo, que poco o nada ayuda a la vida espiritual.

 

Nuestra Madre Bendita nos invita a hacer ayuno para prevenir guerras y catástrofes naturales, por la conversión de los pecadores, para liberación de las almas, etc. Lo ha dicho en Fátima, también en Medjugorje. “Practicad el ayuno, porque con el ayuno obtendréis que se realice completamente el plan que Dios tiene. Con esto me daréis una gran alegría”

 

El ayuno busca la verdadera vida a través de la purificación. Ayunar a pan y agua es un llamado a crecer en dependencia de la Eucaristía. Es también un llamado a adentrarnos en una vida de purificación, de conversión, de arrancar de nosotros todo lo que nos separa del Señor o no nos deja ser sus hijos adoptivos, ni su imagen y semejanza.

 

¿Cómo debemos ayunar? Debemos ayunar cuando la Iglesia entera es llamada al ayuno en ocasiones especiales. Por una ancestral tradición los viernes son considerados como un día de penitencia. Esto es debido principalmente a que en un viernes, Jesús padeció por nosotros para darnos la vida eterna.

 

Pero debemos ser conscientes que la falta de prudencia puede desordenar la misma penitencia, con lo cual se causan graves daños, sobre todo al alma, ya que la práctica de la mortificación debe ser siempre un acto de templanza.

 

Cuando nos privamos de cualquier cosa que está en relación con nuestros apetitos, especialmente con el placer (comer, beber, ver, oír, sentir), estamos acostumbrando a nuestra voluntad a recibir órdenes directamente de nosotros y no de nuestras pasiones.

 

Nos lleva a ser dueños de nosotros mismos. De esta manera una persona habituada a ayunar será una persona habituada a la renuncia, y tendrá sometidas sus pasiones a la voluntad, de manera que el cuerpo come, duerme, y hace lo que la voluntad le indica.

 

1. El ayuno debe ser progresivo: hay que comenzar por lo poco y lentamente progresar en él. Empieza entonces con pequeñas renuncias, como negarte un café, un vaso de agua, un dulce, un postre, un programa de televisión, etc. Esto irá poco a poco aumentando tu capacidad de renuncia.

 

2. Cuando decidas ayunar inicia con un buen rato de oración y ofrecimiento: pide a Dios la gracia que estás necesitando o el sentido que quisieras ver fortalecido con tu ayuno. Es importante siempre que hagas este ofrecimiento. Durante todo el día de ayuno, dedica el mayor tiempo que puedas a la oración o a la meditación.

 

3. Es muy conveniente iniciar el ayuno con la Eucaristía: busca una Iglesia en donde puedas comulgar en la mañana. Y si no se puede, haz al menos una comunión espiritual.

 

4. Finalmente podrás aspirar al ayuno de pan y agua: consiste en comer solo pan y agua. Eres libre de ofrecer la cantidad de pan y agua que necesites durante el día de acuerdo a tu deseo y discernimiento. Si deseas puedes ofrecer tomar pan y agua tres veces al día; en caso contrario puedes ofrecer tomar todo lo que quieras durante el día. Lo importante es lo que motiva a hacerlo y que seas fiel tus propósitos al inicio del día.

 

Recuerda que es una obra del Espíritu, por lo que no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde a una gracia inmensa de Dios y viceversa.

 

Dios sabe cómo y en qué momento darnos las gracias. De lo que si puedes estar seguro es que al iniciarte en el ayuno te abrirás a la santidad y tu vida cambiará radicalmente. El ayuno es el camino muy importante a la perfección cristiana.

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(Fuente: “Unidos en  amor a Jesús”) 

LA REBELDÍA CONTRA DIOS



 La rebeldía contra Dios

Autor: Padre Francisco Baena Calvo


 

Gustaba repetir a Wiesel, uno de los supervivientes del holocausto judío, premio nobel de la paz: “No puedo concebir mi vida sin Dios. Mi relación con Él va desde la confianza más auténtica a la rebeldía más manifiesta. Entiendo la vida contra Dios pero nunca sin Dios”. Wiesel comprendía que su vida sin Dios estaba llamada a la nada y al sin sentido más cruel, al tiempo que se apaga el calor de su rebeldía más certera en ese Dios de sus padres, cada día más vivo y más unido al sufrimiento.

Bien sabemos que el creyente de hoy desea conocer qué respaldo bíblico y teológico puede tener su propia queja ante el sufrimiento del inocente y su rebeldía dentro del proyecto de la salvación, al tiempo que le preocupa cómo enraizar su propia queja en el meollo de nuestra conflictiva existencia abierta a la fe.

No abandones la confianza en Dios si te preocupa el sufrimiento del inocente. Desde Él encontrarás una respuesta profunda al dolor tan cercano en el hombre y mirarlo con fe puede ser la única respuesta que no nos haga anclarnos en nuestra angustia.

LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO, 22 DE FEBRERO



 La Cátedra del Apóstol San Pedro

Fiesta Litúrgica, 22 de febrero

Fuente: ACIprensa.com



Fiesta

Martirologio Romano: Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, al que el Señor dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro de conserva en el campo Vaticano y ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.

Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro, una ocasión solemne que se remonta al cuarto siglo y con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de San Pedro.

La palabra "cátedra" significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es también "sede" (asiento o sitial): la "sede" es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

Hace no muchos años, antes de rezar el Ángelus en este día, el Papa Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ´ministerium petrinum´, ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles".

La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.

Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona. La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974. Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyas partes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.

Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2024 - LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO, APÓSTOL



 22 de febrero: La Cátedra de san Pedro, apóstol

jueves 22 de febrero de 2024



1ª Lectura (1Pe 5,1-4): Queridos hermanos: A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.


Salmo responsorial: 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara, mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.


Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.


Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.


Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Versículo antes del Evangelio (Mt 16,18): Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella.

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».




«Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)



Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).

Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.

Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).

Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.

Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.