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lunes, 27 de septiembre de 2021

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2021 - SAN VICENTE DE PAÚL



 27 de Septiembre: San Vicente de Paul, presbítero



Texto del Evangelio (Mt 9,35-38): En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha».


«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos»

Rev. D. Joan CASALS

(Súria, Barcelona, España)



Hoy, en la memoria de san Vicente de Paul, pobre entre los pobres, somos urgidos a contemplar nuestro entorno para tomar conciencia de las necesidades y problemáticas sociales, espirituales, económicas… que nos rodean. “Iglesia en salida” hasta las más estrictas y serias periferias existenciales, como nos pide el Papa Francisco: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en una vía adecuada para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación».

Es totalmente necesario que nos compadezcamos de nosotros mismos y de los otros en tantas miserias que nos invaden frecuentemente: el miedo, la persecución, la falta de alimento o de amor… Dejándonos “ser” y “hacer” pobres al servicio de Dios en los más pobres, los cuales, de acuerdo con el carisma de san Vicente de Paul, «han de ser siempre nuestros amos y señores». Ellos representan al mismo Cristo, el cual escogió ser pobre. Siempre desde un renovado ánimo de nuestra alma para vencer el desánimo y desencanto que en tantos momentos nos afecta. Así superaremos la triste imagen malograda y abatida que en nuestros tiempos y en tantos lugares se repite, incluso en la vida de quienes nos decimos cristianos, casi como “ovejas sin pastor”, para poder nacer de nuevo al amor de Dios, «para la salvación y consuelo de todos», como nos pide san Vicente de Paul.

Hemos de ponernos voluntariamente al servicio de los otros; «la cosecha es abundante» (Mt 9,37). La caridad de Jesucristo nos obliga en la obra de la redención que Él comenzó ofreciendo su vida en la Cruz para la salvación de todos. Los trabajadores somos pocos, pero con este amor somos llamados a hacer lo que la caridad nos manda.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2021



Lunes 26 del tiempo ordinario

Lunes 27 de septiembre de 2021



1ª Lectura (Zac 8,1-8): En aquellos días, vino la palabra del Señor de los ejércitos: «Así dice el Señor de los ejércitos: Siento gran celo por Sión, gran cólera en favor de ella. Así dice el Señor: Volveré a Sión y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad Fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, Monte Santo. Así dice el Señor de los ejércitos: De nuevo se sentarán en las calles de Jerusalén ancianos y ancianas, hombres que, de viejos, se apoyan en bastones. Las calles de Jerusalén se llenarán de muchachos y muchachas que jugarán en la calle. Así dice el Señor de los ejércitos: Si el resto del pueblo lo encuentra imposible aquel día, ¿será también imposible a mis ojos? —oráculo del Señor de los ejércitos. Así dice el Señor de los ejércitos: Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia».



Salmo responsorial: 101

R/. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.

Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria. Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca en su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones.


Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor. Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte.


Los hijos de tus siervos vivirán seguros, su linaje durará en tu presencia, para anunciar en Sión el nombre del Señor, y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor.

Versículo antes del Evangelio (Mc 10,45): Aleluya. Jesucristo vino a servir y a dar la vida por la salvación de todos. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».




«El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor»

Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL

(Roma, Italia)



Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.

La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.

Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de un alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra. 

PAPA FRANCISCO ALIENTA A IMITAR EJEMPLO DE SAN VICENTE DE PAÚL



 Papa Francisco alienta a imitar ejemplo de San Vicente de Paúl

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco destacó el ejemplo de San Vicente de Paúl para recordar que “un cristianismo sin contacto con el que sufre es un cristianismo desencarnado”.

Así lo dijo el Santo Padre en un mensaje enviado a través de su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_es este 27 de septiembre, día en el que la Iglesia Católica recuerda la memoria de San Vicente de Paúl.

“El ejemplo de San Vicente de Paúl nos anime a dar espacio y tiempo a los pobres, a hacer nuestros pensamientos y sus problemas, porque un cristianismo sin contacto con el que sufre es un cristianismo desencarnado, incapaz de tocar la carne de Cristo”, escribió el Papa.

San Vicente de Paúl es considerado el Patrono de las obras de caridad. Fue fundador de la Congregación de la Misión (vicentinos) y de las Hijas de la Caridad (vicentinas).


Breves datos biográficos

Vicente de Paúl de Moras nació en Francia en 1581, en el seno de una familia de campesinos. Dos localidades se disputan aún hoy el lugar de su nacimiento: la aldea de Pouy, que, desde el siglo XIX, se llama Saint-Vincent-de-Paul en su honor; y Tamarite de Litera, donde nacieron sus padres.

De adolescente fue enviado al colegio de los franciscanos en la próspera ciudad de Dax, donde se entregó de lleno a los estudios. Años después, recibiría la tonsura y las órdenes menores, para luego ingresar a la universidad de Toulouse, donde estudiaría teología.

Fue ordenado sacerdote en 1600 con tan solo diecinueve años, e inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel sacerdote, quiso encargarle una parroquia que, sin embargo, no llegaría a asumir por su corta edad -el código de derecho canónico le impedía asumir tal responsabilidad-.

El P. Vicente de Paúl renunció a cualquier posible cargo y prefirió continuar sus estudios. Para lograrlo, sabía que necesitaba dinero y que estaba completamente desprovisto de fortuna. Fue entonces que recibió una sorprendente noticia: una dama muy anciana de Toulouse le había dejado una herencia. Para cobrarla, Vicente debía ir rumbo a Marsella. Lamentablemente, cuando se embarcó de regreso, el barco en el que viajaba fue atacado por un grupo de piratas turcos y Vicente fue hecho prisionero.

Después de retomar el ejercicio sacerdotal, Vicente fue nombrado párroco, pero tuvo que pasar por abundantes penurias económicas.

Providencialmente, a través de un amigo suyo, consiguió un empleo como preceptor de los hijos de una ilustre familia lugareña. Es en estas circunstancias de necesidad como Vicente empieza a decantar con más profundidad el Evangelio y las exigencias propias de la vida cristiana. El P. Vicente se propuso pagar con amor todo el amor que había recibido, y quiso hacerlo de manera especial con los más necesitados.

El P. Vicente empezó a estar más disponible para atender moribundos, a los abandonados y enfermos. Empezó a frecuentar lugares remotos con el propósito de atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios en su ternura no podía olvidarse del más necesitado.

Su experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en el corazón el deseo de organizar una congregación que se ocupase de administrar principalmente obras de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la Misión. Ser misionero para él era algo que solo podía sostenerse en la oración dedicada y constante. Su tiempo como preceptor y la buena formación teológica que recibió lo inspiraron para que los miembros de la nueva congregación se dediquen también a la formación del clero. Después, junto a Santa Luisa de Marillac, fundaría la Compañía de las Hijas de la Caridad. Para San Vicente, además de la oración, era importantísimo el cultivo de la humildad. Esta debería ser la primera virtud y cualidad de los sacerdotes misioneros.

San Vicente conoció a San Francisco de Sales, obispo, quien le encargó la capellanía de las visitandinas (Orden de la Visitación) de París, y la dirección espiritual de Santa Juana de Chantal. Asimismo, se desempeñó como consejero de autoridades y gobernantes.

Vicente fue un verdadero amigo de los desposeídos y un celoso apóstol de su tiempo. Partió a la Casa del Padre el 27 de septiembre de 1660.