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miércoles, 25 de agosto de 2021

¿POR QUÉ LLAMAMOS AL SACERDOTE: PADRE?


 

¿Por qué llamamos al Sacerdote: Padre?

Referirse al sacerdote como padre ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo.

Por: Steven Neira | Fuente: Capsulas de Verdad


Esta es una pregunta muy típica de la tía evangélica en la reunión familiar o de la señora – no católica por supuesto – que nos encontramos en el asiento del bus, y aun así, muchos católicos encuentran dificultad en responder. Referirse al sacerdote como “padre” ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo. San Pablo, por ejemplo, se refiere a sí mismo como un “padre” para los Corintios a través del Evangelio que les predicó.


EL CONTEXTO

“Pero vosotros no os hagáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos”.       

Cuando Jesús nos pide no llamar “padre” a nadie, está criticando abiertamente el uso impropio del ejercicio de la autoridad por los escribas y fariseos (que gustaban de usar estos títulos para sentirse por encima de los demás). Jesucristo está recordándoles a aquellos que tienen un puesto de autoridad, que el liderazgo no se encuentra en la dominación sino en el servicio, y justamente el servicio es el corazón del sacerdocio. Es decir que, cuando llamamos “padre” a nuestros sacerdotes, estamos reconociendo su rol de guías espirituales, al servicio de hacernos crecer y madurar como hijos de nuestro único Padre que está en los cielos.

Podemos ver claramente que Jesucristo no está criticando el título en sí mismo, sino a quienes buscan estos títulos para su vanagloria, como una forma de ponerse por encima de los demás. La Iglesia está muy de acuerdo con esta crítica – faltaba más –. Estaría pésimamente mal que un sacerdote utilice su puesto de autoridad para su propio beneficio, y que aun así puede suceder (pues somos pecadores y hay de todo en la viña del Señor), sin embargo, no es este el común de los sacerdotes ni mucho menos la regla universal.

Es evidente que esta interpretación no me la he inventado ni es nueva en absoluto… es la interpretación milenaria que la Iglesia ha recibido de los Apóstoles. Sin embargo, no es así la realidad de los protestantes, que a partir de Lutero gustan de hacer interpretaciones personales de las Escrituras.


EL PRETEXTO

Algunas veces, cuando esta pregunta sale a discusión, muchos piensan que los católicos jamás hemos leído el pasaje antes citado, donde Cristo dice explícitamente que no llamemos “padre” a nadie. Sin embargo, no es el caso. La Iglesia está muy al tanto de estas palabras de Jesús, y aun así los sacerdotes católicos han sido llamados “padres” desde los primeros siglos sin ningún inconveniente. ¿Cuál es el problema? ¿La Iglesia se está haciendo de la vista gorda con este versículo?

Es importante señalar que dentro del mismo pasaje nos pide no llamar a nadie “maestro”, pero por alguna razón misteriosa a nadie parece molestarle que hayamos pasado años de escuela llamando “maestro” a otros. Además, si vamos a tomar la cita al pie de la letra, pues entonces no sé cómo hacen los protestantes para dirigirse a sus padres… ¿”progenitor”? ¡Que dulce! Es evidente que Cristo no está pidiendo un simple cambio universal de “padre” y “maestro” por “progenitor” e “instructor” ¡No! Cristo no está pidiendo un simple cambio de sinónimos, sino que debemos ir a una visión más profunda de lo que el Señor quiso expresar. Creo que ha quedado bastante claro: el verdadero sentido de la autoridad.


ENTONCES…

Cuando llamamos a un sacerdote “padre”, estamos reconociendo el hecho de que, a través de la autoridad dada por Cristo, ellos comparten el trabajo de guiar y sostener la vida espiritual de los fieles. No toman el puesto de Dios. De hecho, su trabajo es guiarnos y apoyarnos en nuestra madurez espiritual como hijos de Dios, pues al final, tanto ellos como nosotros clamamos al cielo y juntos decimos: “Padre nuestro que estás en el Cielo…”

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 25 DE AGOSTO DE 2021



 Miércoles 21 del tiempo ordinario

Miércoles 25 de agosto de 2021



1ª Lectura (1Tes 2,9-13): Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos, animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.




Salmo responsorial: 138

R/. Señor, tú me sondeas y me conoces.

¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.

Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

Versículo antes del Evangelio (1Jn 2,5): Aleluya. En aquel que cumple la palabra de Cristo el amor de Dios ha llegado a su plenitud. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».




«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!»

+ Rev. D. Lluís ROQUÉ i Roqué

(Manresa, Barcelona, España)



Hoy, como en los días anteriores y los que siguen, contemplamos a Jesús fuera de sí, condenando actitudes incompatibles con un vivir digno, no solamente cristiano, sino también humano: «Por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad» (Mt 23,28). Viene a confirmar que la sinceridad, la honradez, la lealtad, la nobleza..., son virtudes queridas por Dios y, también, muy apreciadas por los humanos.

Para no caer, pues, en la hipocresía, tengo que ser muy sincero. Primero, con Dios, porque me quiere limpio de corazón y que deteste toda mentira por ser Él totalmente puro, la Verdad absoluta. Segundo, conmigo mismo, para no ser yo el primer engañado, exponiéndome a pecar contra el Espíritu Santo al no reconocer los propios pecados ni manifestarlos con claridad en el sacramento de la Penitencia, o por no confiar suficientemente en Dios, que nunca condena a quien hace de hijo pródigo ni pierde a nadie por el hecho de ser pecador, sino por no reconocerse como tal. En tercer lugar, con los otros, ya que también —como Jesús— a todos nos pone fuera de sí la mentira, el engaño, la falta de sinceridad, de honradez, de lealtad, de nobleza..., y, por esto mismo, hemos de aplicarnos el principio: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie».

Estas tres actitudes —que podemos considerar de sentido común— las hemos de hacer nuestras para no caer en la hipocresía, y hacernos cargo de que necesitamos la gracia santificante, debido al pecado original ocasionado por el “padre de la mentira”: el demonio. Por esto, haremos caso de la exhortación de san Josemaría: «A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo»; tendremos también presente a Orígenes, que dice: «Toda santidad fingida yace muerta porque no obra impulsada por Dios», y nos regiremos, siempre, por el principio elemental y simple propuesto por Jesús: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’» (Mt 5,37).

María no se pasa en palabras, pero su sí al bien, a la gracia, fue único y veraz; su no al mal, al pecado, fue rotundo y sincero.

BEATO ALESSANDRO DORDI, SACERDOTE Y MÁRTIR, 25 DE AGOSTO



 Alessandro Dordi, Beato

Sacerdote y Mártir, 25 de agosto

Por: . | Fuente: Catholic.net


Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En distintas localidades de la diócesis de Chimbote, Perú, beatos Michal Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski sacerdotes profesos polacos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Alessandro Dordi  sacerdote diocesano italiano, asesinados por odio a la fe. († 1991)

Decreto martirio: en la mañana del 3 de febrero de 2015, S.S. Francisco recibió en audiencia al cardenal Angelo Amato S.D.B, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y autorizó a ese dicasterio a promulgar el decreto de martirio de estos Siervos.

Fecha de beatificación: 5 de diciembre de 2015, durante el pontificado de S.S. Francisco


Breve Biografía

Alessandro Dordi fue el segundo de trece hermanos. Nació en Gromo San Marino-Bergamo (Italia) un 23 de enero de 1931, llegó a estudiar en el Seminario Diocesano de Cluson, donde fue ordenado Sacerdote cuando solo tenía 23 años, era miembro de Comunidad Misionera Paradiso de Bergamo cuando aceptó la invitación de Monseñor Luis Bambarén, entonces Obispo de Chimbote, para asumir la extensa parroquia Señor Crucificado de Santa.

Era un hombre bueno, austero y sencillo, hombre de oración. Sacerdote infatigable, valiente, caminante y misionero. Su carisma por el anuncio del Evangelio se evidenció desde siempre. Al ordenarse sacerdote, cuando tenía 23 años fue a trabajar a una Diócesis entre los campesinos y los que sufrieron de inundaciones en los años 50s. 11 años después pasó a un poblado de Suiza y acompañó por 14 años como capellán de los emigrantes italianos. Allí visitaba a las familias, enseñaba religión y dirigió un del Centro Profesional. Quería ir a África, a Burundi como misionero, pero luego de visitar algunos países de América Latina eligió el Perú y llegó a Santa en 1980.

1980 es precisamente el año que Sendero Luminoso emopezó sus actos violentos y en una durísima crisis económica. Tenía 49 años y se volcó en el servicio a los fieles de la región del Santa, en Ancash. Organizó cursos de apoyo a la mujer, programas de alfabetización, levantó capillas y casas parroquiales…

Intentó sentirse uno más entre los santeños, compartía sus costumbres, fiestas y la tensión de vivir en un país golpeado por la violencia política, atentados terroristas, secuestros, protestas…

La Catequesis Familiar fue su prioridad. Promovió muchos cursos y animaba la preparación para los sacramentos en las comunidades del valle, que visitaba constantemente sin importarle las distancias. Sabía trabajar en conjunto, con otros agentes pastorales y comunidades religiosas.

Consiguió donaciones para realizar diversas construcciones pastorales y de servicio social: Centro Promocional de la Mujer en 1983 con el apoyo de Caritas Española y más tarde organizó el Club de Madres para realizar actividades y talleres de manualidades, cursillos de alfabetización, corte y confección, bordado, enfermería, primeros auxilios, higiene y salud. Preocupado por atender a los enfermos construyó y puso en marcha el Botiquín Parroquial que funcionaba gracias a donaciones.

También fundó el Centro de Educación Ocupacional “Virgen del Carmen”, capillas, casas parroquiales y centros comunales en diversos poblados de Santa.

Por desgracia, no era un buen momento para el Perú: las semillas del terrorismo se había sembrado y producido tanto odio.

El contexto: obispo amenazado

El obispo de Chimbote, Luis Bambarén Gastelumendi, estaba amenazado por los terroristas comunistas. Como cuenta un reportaje en LaRepublica.pe "casi semanalmente recibía escritos y en su andar por la ciudad pesquera observaba pintadas rojas en las paredes de las casas. Sabía del inminente riesgo para él y los sacerdotes que predicaban su fe en diferentes puntos de la región. Hasta que una amenaza más llegó, pero esta vez mucho más específica: "Si no renuncia mataremos dos sacerdotes por semana", decía un mensaje escrito a mano que incluía otras tantas frases de odio que caracterizaba a Sendero Luminoso".

"Ante esta nueva arremetida, monseñor Bambarén, presuroso, no dudó en convocar a los padres de todas las parroquias bajo su influencia para informarles y advertirles de las amenazas. "Les doy libertad para que puedan alejarse de sus zonas: pueden retirarse a Lima o a sus países", recuerda haber dicho en una reunión con los sacerdotes. Presentes estaban los padres polacos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski y el italiano Alessandro Dordi. Aquella vez, los dos primeros que trabajaban en el poblado andino de Pariacoto y el último en Santa manifestaron su intención de no mudarse".



El martirio

Cuando se enteró del asesinato de los misioneros polacos escribió a un amigo: “En estos días estamos particularmente angustiados y preocupados. Seguramente han sabido como el 9 de agosto Sendero Luminoso ha matado a dos sacerdotes de la Diócesis de Chimbote. Son dos franciscanos polacos que trabajaban en un valle como el mío: tenían 32 y 34 años”.

“Puedes imaginar la situación de ansiedad en que vivimos, hay amenazas de próximos asesinatos. Sendero Luminoso, que con el terror quiere llegar al poder, ha puesto su mira en la Iglesia…La situación del Perú es angustiosa. Cada día nos preguntamos: ¿a quién le tocará hoy?”.

Dordi parecía prever que él sería el siguiente. “Adiós, ahora regreso ahí y me matarán”, escribió.

El 25 de agosto de 1991, acompañado de dos seminaristas en una camioneta, se dirigía de Vinzos a Santa para celebrar misa. Unos encapuchados de Sendero Luminoso rodearon el vehículo y obligaron a los dos jóvenes a salir. "Nos dijeron que bajáramos y nos llevaron lejos. Mientras caminábamos oímos los disparos de armas de fuego", relataron los seminaristas. El P. Dordi había sido asesinado con tres disparos.    


Fuentes: obispadodechimbote.org


AUDIENCIA GENERAL: CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA HIPOCRESÍA

 


Audiencia General: Catequesis del Papa Francisco sobre la hipocresía

Redacción ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco presidió la Audiencia General desde el Aula Pablo VI este miércoles 25 de agosto y lamentó la existencia de hipocresía dentro de la Iglesia, algo “particularmente detestable”. El Santo Padre explicó en su catequesis en qué consiste la hipocresía y cómo combatirla.


A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:


Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Carta a los Gálatas informa de un hecho bastante sorprendente. Como hemos escuchado, Pablo dice que hizo una corrección a Cefas, es decir a Pedro, ante la comunidad de Antioquía, porque su comportamiento no fue bueno.

¿Qué había sucedido tan grave para obligar a Pablo a dirigirse en términos duros incluso a Pedro? ¿Quizá Pablo ha exagerado, ha dejado demasiado espacio a su carácter sin saber contenerse? Veremos que no es así, sino que una vez más está en juego la relación entre la Ley y la libertad.

Escribiendo a los Gálatas, Pablo menciona a propósito este episodio que había sucedido en Antioquía años antes. Pretende recordar a los cristianos de esas comunidades que no deben absolutamente escuchar a los que predican la necesidad de circuncidarse y por tanto caer “bajo la Ley” con todas sus prescripciones.

Recordemos que son aquellos predicadores fundamentalistas que llegaron allí y crearon confusión, quitaron la paz a aquella comunidad.

Objeto de la crítica hacia Pedro era su comportamiento en la participación en la mesa. A un judío la Ley le prohibía comer con los no judíos. Pero el mismo Pedro, en otra circunstancia, había ido a Cesárea a la casa del centurión Cornelio, incluso sabiendo que trasgredía la Ley. Entonces afirmó: «me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre» (Hch 10,28).

Una vez que volvió a Jerusalén, los cristianos circuncisos fieles a la Ley mosaica reprocharon a Pedro este comportamiento suyo, pero él se justificó diciendo: «Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: Juan bautizó con agua, pero vosotros series bautizados con el Espíritu Santo. Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?» (Hch 11,16-17).

Recordemos que el Espíritu Santo vino en aquel momento a casa de Cornelio cuando Pedro acudió allí.

Un hecho similar había sucedido también en Antioquía en presencia de Pablo. Primero Pedro estaba a la mesa sin ninguna dificultad con los cristianos venidos del paganismo; pero cuando llegaron a la ciudad algunos cristianos circuncisos de Jerusalén, es decir, aquellos que procedían del judaísmo, entonces ya lo no hizo, para no incurrir en sus críticas.

Estemos atentos a esto. El error es que estaba más atento a las críticas, a quedar bien, que a la realidad de la revelación.

Esto es grave a los ojos de Pablo, también porque Pedro era imitado por otros discípulos, el primero de todos Bernabé, que junto con Pablo había evangelizado precisamente a los Gálatas (cfr Gal 2,13). Sin quererlo, Pedro, con esa forma de actuar, no claro, no transparente, creaba de hecho una división injusta en la comunidad.

Pablo, en su reproche, utiliza un término que permite entrar en el fondo de su reacción: hipocresía (cfr Gal 2,13). Esta es una palabra que regresará varias veces. Hipocresía. Creo que todos nosotros sabemos lo que significa. La observancia de la Ley por parte de los cristianos llevaba a este comportamiento hipócrita, que el apóstol pretende combatir con fuerza y convicción. Pablo era recto. Tenía sus defectos, muchos, su carácter era terrible. Pero era recto. ¿Qué es la hipocresía? Cuando decimos: “Atento que ese es un hipócrita”. ¿Qué queremos decir?

Se puede decir que es miedo por la verdad. El hipócrita tiene miedo a la verdad. Se prefiere fingir en vez de ser uno mismo. Es como disfrazar el alma, disfrazar las actitudes, disfrazar el modo de proceder. No es la verdad. Tengo miedo de proceder como soy y me disfrazo con estas actitudes.

Fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se escapa fácilmente a la obligación de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo. Fingir te lleva a esto: a la media verdad, y la media verdad es una ficción porque la verdad es verdad o no es verdad, y la media verdad es ese modo de actuar que no es sincero.

Se prefiere, como he dicho, fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se escapa fácilmente a la obligación, que es un Mandamiento, de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo. En un ambiente donde las relaciones interpersonales son vividas bajo la bandera del formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía.

Esa sonrisa que no viene del corazón. Tratar de estar bien con todos, pero con nadie.

En la Biblia se encuentran diferentes ejemplos en los que se combate la hipocresía. Un bonito testimonio es el del viejo Eleazar, a quien se le pedía que fingiera que comía carne sacrificada a las divinidades paganas para salvar su vida. Hacer como que la comía, pero no la comía. O hacer que comía la carne del cerdo, pero en realidad comía otra que le habían preparado sus amigos.

Pero ese hombre con temor de Dios respondió: «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas, también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez» (2 Mac 6,24-25). Es honesto. No entra en el camino de la hipocresía. ¡Qué bonita página sobre la que reflexionar para alejarse de la hipocresía!

También los Evangelios narran diferentes situaciones en las que Jesús reprende fuertemente a aquellos que aparecen justos al externo, pero dentro están llenos de falsedad y de iniquidad (cfr Mt 23,13-29). Si tenéis hoy un poco de tiempo tomad el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo y vedéis cuántas veces Jesús dice “hipócritas, hipócritas, hipócritas”. Desvela qué es la hipocresía.

El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad. Por esto, no es capaz de amar verdaderamente. Un hipócrita no sabe amar. Se limita a vivir de egoísmo y no tiene la fuerza de demostrar con transparencia su corazón. Hay muchas situaciones en las que se puede verificar la hipocresía.

A menudo se esconde en el lugar de trabajo, donde se trata de aparentar amigos con los colegas mientras la competición lleva a golpearles a la espalda. En la política no es inusual encontrar hipócritas que viven un desdoblamiento entre lo público y lo privado. Particularmente detestable es la hipocresía en la Iglesia. Por desgracia, existe la hipocresía en la Iglesia y hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas.

No deberíamos olvidar nunca las palabras del Señor: “Sea vuestro lenguaje: ‘sí, sí’; ‘no, no’; que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5,37). Hermanos y hermanas, pensemos hoy en esto que Pablo condena: la hipocresía. Y que Jesús condena: la hipocresía. No tengamos miedo de ser sinceros, de decir la verdad, sentir la verdad, conformarnos con la verdad. Así podremos amar. Un hipócrita no sabe amar. Actuar de otra manera significa poner en peligro la unidad en la Iglesia, por la cual el Señor mismo ha rezado.