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domingo, 9 de mayo de 2021

ENFRENTANDO LA TORMENTA



 Enfrentando la tormenta


La tormenta es un buen símbolo para nuestras crisis, angustias, pérdidas, fracasos. En fin para todo lo que se presenta como algo doloroso, funesto e indeseable en tu vida. Pero son inevitables. Lo bueno es encontrar en todas ellas el lado positivo, porque muy expresivamente escribió Luis Veuillot “hay bendiciones de Dios que entran en casa rompiendo los cristales”.

Existen tormentas que no tienen la costumbre de avisar cuando llegan a nuestras vidas, simplemente llegan y se plantan a las puertas de nuestro corazón para quitarnos la paz, la alegría, la felicidad. Vienen en forma de enfermedad, de crisis económicas, de crisis familiares, de muerte de seres queridos, de tentaciones oscuras, etc. Dios permite esas visitas de las tormentas porque sabe que por medio de ella tú y yo podemos crecer de gloria en gloria. Si logramos resistir y confiar en medio de la tormenta, saldremos transformados por el poder de Dios y podremos darle gracias por permitir la visita de la maestra tormenta.

Los párrafos anteriores son de Sebastián Escudero, que escribió un excelente libro sobre este tema, desde su experiencia y con la Biblia ante los ojos. Es profesor de Teología en el Instituto Católico Superior de Córdoba. Es también docente de Formación Cristiana en nuestra ciudad. “Enfrentando la tormenta”, es el título de este valioso libro. Te lo aconsejo.


* Padre Natalio

AMAR AL ESTILO DE JESÚS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE MAYO DE 2021



 Amar al estilo de Jesús


En el sexto domingo de la Pascua, me viene a la memoria aquella anécdota de un labrador que, llevando a su hijo al campo, le enseñaba a plantar. Su hijo le preguntaba: ¿cómo lo tengo que hacer padre? Y, el padre, le respondía: ¡Excava más hondo! Cuanto más hondo el agujero, más posibilidades tendrá la planta de sobrevivir.

El evangelio de hoy, siguiendo las ideas del domingo pasado, nos invita a seguir bebiendo en esa fuente de vida y de amor que es Dios, a través de Jesús.

No hay mayor hazaña que la de entregarse olvidándose de uno mismo; el dar sin esperar nada a cambio; el ganar, aunque aparentemente ante el mundo estés perdiendo. ¿Dónde reside esta forma tan rara y tan extraña de amar perdiendo? Ni más ni menos que en Dios.

El Dios que se rebajó en Belén, el Dios que se rebajó en la tarde de Jueves Santo, el Dios que se humilló con brazos abiertos en la cruz, nos enseña que ese camino es el más privilegiado y el más idóneo para descubrir la verdad o la mentira de nuestra amistad con Él; la grandeza o la pobreza de nuestra fe; el vasallaje a Dios o nuestro sometimiento al mundo que ensalza, no el amor gratuito, sino “tanto das, tanto recibes”.

Hay amores eventuales. Amores que pasan. Amores que fracasan. Porque, cuando no son agradecidos, se cansan. El amor que predica Jesús, y que nosotros sostenemos con el paso del tiempo, es un amor que nunca se aburre. O por lo menos, cuando surgen tropiezos, se plantea de nuevo el levantarse para entregarse de nuevo aún a riesgo de perder de nuevo.

El amor cristiano, que es distintivo de los seguidores de Jesús, nos hace ver a las personas como hermanos. O dándole la vuelta a la frase, porque nos vemos como hermanos, somos capaces de entregarnos los unos a los otros.

Impresiona la Carta de Juan. ¡Qué cerca tuvo que sentir el amor de Dios para decirnos “amaos”!

Las gafas que los cristianos tendríamos que comprar en la óptica, son precisamente las de ver al prójimo con amor, de juzgarlo con amor, de quererlo con amor y de ayudarle a levantar con amor. Sólo así, al Dios del cielo, lo podremos intuir verdaderamente en la tierra.

¿Queréis saber la calidad de vida cristiana de aquel hermano? Pregúntale cuánto ama; si ama a todos; si ama a todas horas.

¿Queréis saber el grado de amistad de Dios de aquel cristiano? Preguntadle cómo anda con los que le rodean; en el trabajo; en el instituto; en las relaciones personales.

Jesús se va al cielo pero, detrás de sí, nos deja a nosotros. Para que sigamos profundizando en todo lo que ha dicho y ha realizado. Para que, en el amor, entremos en comunión con Él y con el resto de los hermanos.



(P. Javier Leoz)

PAPA FRANCISCO: EL AMOR AL DINERO, AL ÉXITO Y AL PODER NOS ALEJAN DEL SEÑOR

  



 El amor al dinero, al éxito y al poder “nos alejan del Señor”, afirma el Papa Francisco

POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



Durante el rezo del Regina Coeli este domingo 9 de mayor el Papa Francisco advirtió contra los amores mundanos, porque “amar como Cristo significa decir no a otros ‘amores’ que el mundo nos propone: amor al dinero, al éxito, al poder… Estos caminos engañosos nos alejan del amor al Señor”.

En su enseñanza previa al Regina Coeli, que recitó desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre señala que en el Evangelio del día, Jesús “retoma una vez más el verbo clave: permanecer”.

“Nos invita a permanecer en su amor para que su alegría esté en nosotros y nuestra alegría sea plena”, explicó.

El Papa detalló que ese amor al que hace referencia Jesús “es el amor que tiene origen en el Padre, porque ‘Dios es amor’. Como un río, fluye en el Hijo Jesús, y a través de Él llega a nosotros, sus criaturas”.

“El amor que Jesús nos dona es el mismo con el que el Padre lo ama a Él: amor puro, incondicionado, gratuito. Donándonoslo, Jesús nos trata como amigos, dándonos a conocer al Padre, y nos involucra en su misma misión por la vida del mundo”, argumentó el Papa.

Entonces: “¿Qué hemos de hacer para permanecer en este amor? Dice Jesús: ‘Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor’”.

“Jesús resumió sus mandamientos en uno solo, este: ‘Amaos los unos a los otros como yo os he amado’. Amar como ama Cristo significa ponerse al servicio de los hermanos, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas, de las comodidades, para abrirse a los demás, especialmente a quienes tienen más necesidad. Significa ponerse a disposición con lo que somos y lo que tenemos”.

Es decir, amar como ama Cristo “quiere decir amar no de palabra, sino con obras. Amar como Cristo significa decir no a otros ‘amores’ que el mundo nos propone: amor al dinero, al éxito, al poder… Estos caminos engañosos nos alejan del amor al Señor y nos llevan a ser cada vez más egoístas, narcisistas y prepotentes”.

“La prepotencia”, continuó el Pontífice, “conduce a una degeneración del amor, a abusar de los demás, a hacer sufrir a la persona amada. Pienso en el amor enfermo que se transforma en violencia –¡y cuántas mujeres son sus víctimas hoy en día! –. Esto no es amor”.

“Amar como ama el Señor quiere decir apreciar a la persona que está a nuestro lado y respetar su libertad, amarla como es, gratuitamente”.

En definitiva, “Jesús nos pide que habitemos en su amor, no en nuestras ideas, no en el culto a nosotros mismos; que abandonemos la pretensión de dirigir y controlar a los demás para fiarnos y donarnos a ellos”.

El Papa Francisco finalizó su enseñanza subrayando que “el Señor quiere que la alegría que Él posee, porque está en comunión total con el Padre, esté también en nosotros en cuanto unidos a Él”.

UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA DEL MES DE MARÍA: 9 DE MAYO

 



 UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA DEL MES DE MARÍA



ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA

Santa María, ¡Madre de Dios y Madre mía! Eres más madre que todas las madres juntas: cuídame como Tú sabes. Grábame, por favor, estas tres cosas que dijiste:

"NO TIENEN VINO": presenta siempre a tu Hijo mis necesidades y las de todos tus hijos.

"HACED LO QUE ÉL OS DIGA": dame luz para saber lo que Jesús me dice, y amor grande para hacerlo fielmente.

"HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR": que yo no tenga otra respuesta ante todo lo que Él me insinúe.


Día 9: Un deseo expreso de María


Año 1531. Ciudad de Méjico. Caminaba el indio Juan Diego por la falda de Tepeyac, una pequeña colina junto a la ciudad, al norte. De pronto, oyó que le llamaban. Volvió la cabeza y vio a una Señora bellísima que la miraba cariñosamente. De pies a cabeza resplandecía. Tras un breve silencio escuchó: Yo soy la Virgen María, Madre de Dios. Y añadió que era su deseo que Juan Diego pidiera al Obispo que levantase allí mismo, donde ellos estaban, un templo en su honor: la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

Juan Diego se dirigió al obispo y, después de mucho esperar, cuando pudo hablar con él se lo contó; pero éste no le creyó. Volviendo a casa con gran desánimo se encontró de nuevo con la Virgen, la cual le dijo que siguiera insistiendo.

Después de la segunda visita, alegre porque el obispo le había hecho caso, se encaminó al cerro y se lo contó a la Virgen. Al día siguiente, de madrugada, el indio tuvo que ir a la ciudad en busca de un sacerdote, ya que un tío suyo se encontraba muy grave. No quiso acercarse al cerro para no retrasarse por si se encontraba con la Señora, porque Ésta le prometió el día anterior darle una señal para entregársela al obispo. Al llegar cerca del cerro, el indio Juan Diego la vio bajar y se acercó hacia él. La Señora le dijo: -¿Qué te ocurre, hijo mío? ¿Adónde vas? Él le contó la enfermedad de su tío y la Virgen le enseñó a acogerse a su protección y a confiar en Ella, pues era su Madre. -Tu tío ya está recuperado, le dijo la Señora. Y a continuación le pidió: -Antes de ir a la casa del obispo, sube al cerro y recoge las rosas que allí veas. Juan Diego subió sin dudar, aunque era imposible que en la cima de aquel cerro, en el mes de diciembre pudieran florecer rosas. Al llegar arriba quedó sorprendido, pues toda la cumbre estaba llena de preciosas flores, difundiendo un olor suavísimo. El indio cortó todas las rosas que pudo, las recogió en su túnica, doblándola en su regazo y poniéndola en forma de bolsa. Al bajar del cerro, se las enseñó a la Virgen, que las tomó en sus manos y las volvió a dejar.

Cuando Juan Diego llegó a casa del obispo, pasó al despacho de éste y soltó la túnica. Las flores cayeron al suelo, y todos los que miraron se sorprendieron, porque en la túnica del indio estaba milagrosamente grabada la imagen de la Virgen Santísima, tal como está ahora en el templo de Guadalupe.

Ese era el deseo de María: un templo dedicado a Ella. Es lógico, pues esas "casas" de María son ocasión para que muchos hijos suyos vayan a buscarla. Y es verdad que la Virgen agradece que vayamos a esos templos marianos, y le visitemos, y allí hablemos más confiadamente con Ella.

Madre mía, en cualquier sitio puedo hablar contigo. Pero voy a procurar durante este mes ir algún día, o algunos días, a verte a un Santuario, Iglesia o ermita dedicado a Ti. ¡Te lo aseguro!

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA

¡OH SEÑORA MÍA, Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti; y en prueba de mi amor de hijo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Madre buena, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén


(Texto escrito por José Pedro Manglano Castellary (Sacerdote))

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE MAYO DE 2021

Lecturas de hoy Domingo 6º de Pascua - Ciclo B

Hoy, domingo, 9 de mayo de 2021



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 

(10,25-26.34-35.44-48):


Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: «Levántate, que soy un hombre como tú.»

Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.»

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles.

Pedro añadió: «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4


R/. El Señor revela a las naciones su salvación


Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas;

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.


El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel. R/.


Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera,

gritad, vitoread, tocad. R/.


Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-10):

Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.


Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»


Palabra del Señor 




«A vosotros os he llamado amigos»

Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu

(Sabadell, Barcelona, España)


Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.


Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.

Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.

Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (...); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).

En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.

Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».