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jueves, 8 de noviembre de 2018

LA JUSTICIA


La justicia




“Dar a cada quien lo suyo”. 
Así se ha definido siempre la justicia.

Si vamos a la etimología, justicia proviene del sustantivo latino “ius”, que significa derecho. Es justo el hombre que concede a cada uno sus derechos, lo que le es debido por ser lo que es en todos los órdenes. Por tanto, la justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a los demás lo que les es debido.

La justicia es un valor que acompaña el ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. Desde el punto de vista subjetivo, la justicia se traduce en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al otro como persona. Desde el punto de vista objetivo, este valor y virtud constituye el criterio determinante de moralidad en el ámbito intersubjetivo y social.

Hoy la justicia se muestra particularmente importante en el contexto actual, en que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, está seriamente amenazado por la generalizada tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad y del tener.

La justicia no es una simple convención humana, porque lo que es “justo” no es originalmente determinado por la ley, sino por la identidad profunda del ser humano.

Esta virtud regula las relaciones entre los hombres en sus múltiples manifestaciones: con Dios, con los demás y consigo mismo.

Tenemos que ser justos, primero, con Dios. La justicia con Dios se llama virtud de religión. Debemos dar a Dios honor y gloria. Debemos dar a Dios el primer lugar. Y esto se demuestra en dedicar un tiempo al día para agradecerle la vida, la fe, y tantas gracias que a diario Él nos da en el orden espiritual y material, familiar y laboral. Aquí entrarían esos minutos al día para leer la Biblia y entrar en diálogo con Él. Aquí entraría ese participar activa y fervorosamente de la misa dominical. Aquí también la oración de agradecimiento antes de las comidas. O ese rezo del Rosario en familia. Todo esto es justicia con Dios por ser quien es: nuestro Señor, nuestro Padre y nuestro Dios.

Tenemos que ser justos, sobre todo, con los demás. Esta justicia garantiza básicamente el respeto mutuo en el uso de los bienes que Dios nos ha otorgado, que son para todos y que miran no sólo a nuestra utilidad en este mundo, sino también para que nos ayuden a llegar hasta Dios. El Magisterio social de la Iglesia evoca al respecto tres formas clásicas de justicia: la conmutativa, la distributiva y la legal. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: “Los contratos están sometidos a la justicia conmutativa, que regula los intercambios entre las personas y entre las instituciones en el respeto exacto de sus derechos. La justicia conmutativa obliga estrictamente; exige la salvaguardia de los derechos de propiedad, el pago de las deudas y el cumplimiento de obligaciones libremente contraídas. Sin justicia conmutativa no es posible ninguna otra forma de justicia. La justicia conmutativa se distingue de la justicia legal, que se refiere a lo que el ciudadano debe equitativamente a la comunidad, y de la justicia distributiva que regula lo que la comunidad debe a los ciudadanos en proporción a sus contribuciones y a sus necesidades” (número 2411). “En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario…” (número 2412).

Por tanto, bajando a detalles, se falta a la justicia, y a veces gravemente, mediante el hurto, la rapiña, el fraude, la usura, la extorsión, el plagio, la retención injusta del algo ajeno. Se falta a la justicia, cuando por negligencia se retrasan los salarios o pagos, pudiendo hacerlo a tiempo. Mientras se pueda, convendría pagar al contado, sobre todo a los que lo necesitan, y al día siguiente de terminar el mes.

Falta a la justicia:
• El patrón que retrasa el pago del salario a los obreros, sin causa justa.
• El que se niega a pagar sus deudas pudiendo hacerlo.
• Los que no devuelven las cosas prestadas o las devuelven en mal estado.
• Los que engañan en la administración de bienes ajenos.
• Los que falsifican dinero.
• El que estafa a quien le confió la administración de sus bienes.
• Los que guardan la cosa perdida sin buscar al dueño.
• El que con gastos excesivos se imposibilita para pagar sus deudas.
• Los comerciantes que provocan quiebras ficticias para declararse insolventes.
• El que sabiendo que en el supermercado se ha equivocado la cajera y le ha dado dinero de más, y no hace nada por devolverlo.

Tenemos que ser justos, finalmente, con nosotros mismos. A esto lo llamamos humildad. La justicia con nosotros mismos significa ponernos en el lugar que nos corresponde: ni arriba ni abajo. Y si ahondamos un poco, sabemos que el lugar que nos corresponde es el último, porque somos criaturas de Dios, servidores de nuestros hermanos y además pesa sobre nosotros una realidad profunda: somos pecadores.

Tratemos de vivir esta virtud de la justicia con más conciencia, sobre todo con nuestro prójimo. Y unamos a la virtud de la justicia, la virtud del amor y de la solidaridad. Sólo así superaremos la visión contractual de la justicia, que es visión limitada. La justicia sola no basta. Puede incluso llegar a negarse a sí misma, si no se abre a aquella fuerza más profunda que es el amor.



Autor: P. Antonio Rivero, LC

LA FAMILIA QUE ENCONTRÓ A CRISTO


La familia que encontró a Cristo



Te cuento el caso de una familia que se marchó detrás de Cristo, dejando castillos, riquezas y títulos de nobleza. Es el comienzo de la historia de san Bernardo, Padre de la Iglesia por la calidad de sus escritos, abad del monasterio de Claraval por muchos años y legado del Papa para restablecer la paz y la unión entre los reinos de Europa.

Bernardo volvió a su familia a contar la decisión que había tomado y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y treinta amigos de la nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo.
Dicen que cuando anunciaron a Nervando, el hermano menor, que se iban de religiosos, el joven les dijo: "¡Ajá! ¿Ustedes se van para ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo acepto". Y poco después, también él se hizo religioso del Císter.

Esa familia se decidió a seguir con generosidad a Cristo pobre, casto y humilde. Sintieron y siguieron el llamado a una vida entregada totalmente a dar testimonio de los valores del Evangelio. Los bautizados estamos llamados a ser testigos de que el amor a Cristo puede llenar nuestra vida en cualquier condición nos encontremos.


* Enviado por el P. Natalio

FRENTE AL SEMÁFORO: ANÉCDOTAS Y VIDA DE SAN JOSÉ MARELLO - SEMÁFORO 20


FRENTE AL SEMAFORO
¡QUE BIEN ORA!
Semáforo 20



“Que nuestra boca este siempre llena de las alabanzas de Dios, empezando en esta tierra el himno de alabanzas que esperamos continuar eternamente en el cielo”. (San José Marello)




- Mira, con que devoción reza aquel sacerdote debe ser un verdadero santo.
Así decía la gente de Castagnole Monferrato, mirando a José Marello en oración.
- Para conocer al canónigo Marello, bata fijarse en la modestia y compostura con que reza él el oficio divino.
Esto lo decía a los canónigos de Asti, gente que sin duda era toda una autoridad en estos asuntos.
- Ustedes los Oblatos tiene en su fundador y superior un modelo de las sagradas ceremonias. Así decía a nuestros clérigos el maestro de ceremonias del seminario de Asti.

Cuando los seminaristas iban a la catedral de Asti para las ceremonias litúrgicas solemnes, muchos trataban de ponerse en posición favorable para contemplar al canónigo Marello: como rezaba en el coro, erguido, sin apoyarse nunca, exactamente como uno que sabe que se encuentra en la presencia real de Dios.

NO TIENES MÉDICO DE TU ALMA?


¿No tienes médico de tu alma?
Eran tan extraños a su hondo significado que sobrepasaba los límites de sus conocimientos religiosos.


Por: Felipe Santos sdb | Fuente: Catholic.net 




Hablando con un grupo de chicos y chicas, les insinué que hicieran una encuesta por distintos lugares de la ciudad, pueblos y costa. Tardaron más de 15 días. Con sus caras alegres y al mismo tiempo preocupadas por los resultados de la encuesta, nos sentamos tranquilos a estudiarlas.

Una de la preguntas que figuraban en la encuesta era la que encabeza el artículo.

Al revisarla, una minoría tiene su médico del alma. Otra gran parte no sabe ni tiene idea de lo que es.

Algunos comentaban que para la mayoría el significado de médico del alma ni les sonaba. Eran tan extraños a su hondo significado que sobrepasaba los límites de sus conocimientos religiosos.

Entonces, le había dicho anteriormente, que les dijeran el significado de sacerdote o cura.

Sacerdote significa aquel que “te da lo sagrado”. Y cura es la persona consagrada por Dios para cuidar de las almas. Sí, amigo/a, no eres sólo un bello cuerpo escultural. Tienes un alma unida íntimamente a tu físico. Y si en la parte externa tienes tu médico de cabecera y los especialistas, también estos seres dedicados por entero al bien de las almas, son quienes han estado muchos años estudiando Biblia, Moral, Filosofía, Psicología y Teología para tener unos conocimientos profundos acerca de las debilidades del alma ye de los tratamientos para progresar adecuadamente por los caminos de tu perfección espiritual.

Otros de la encuesta me decían que una buena parte frecuenta el Sacramento de l Eucaristía, pero sin reconciliarse antes con Dios. Dicen que se las entienden directamente con El. No les hacen falta los curas. ¿No haces de vez en cuando un chequeo a tu cuerpo para ver cómo van todas sus constantes vitales?- Sí, eso sí, me gusta estar en forma para que me vean con buen tipo.

Y si Dios te hiciera un chequeo, ¿qué encontraría en ti? Dudas...sin respuestas.

Y se advierte cada día más- en esta sociedad de consumo y dada al divismo de las estrellas- que hay un gran vacío de Dios. ¿Cómo explicas si no, tanta ansiedad, estrés y aburrimiento interno en la gente?

La única respuesta es que no cuentan para nada con los especialistas en la dirección y cuidado de su alma.

PERSEVERANCIA
Una de las constantes que se observa en mucha gente es que, tras la primera comunión o la confirmación, es el abandono radical de la vivencia religiosa. Y tienes muchos altibajos en tu vida porque te falta la conexión que te “religue” (religión) con el Trascendente, hecho visible en los signos que él mismo ha establecido para que la humanidad esté en sintonía con El: los sacramentos.

Un pequeño grupo que había visitado centros y parroquias de vida intensa, constataba que aquella juventud era feliz en su trabajo, en su diversión y en el equilibrio que asomaba que se detectaba en su forma de expresarse y en su modo de valorar todo cuanto ocurre y pasa.

Lo primero que hizo Santo Domingo Savio, muerto a los 15 años, fue buscar a un director de su alma. Se encontró con un sacerdote, D. Bosco, que supo orientarlo poco a por la autopista de Dios. Sí, amigo, sí. Y no se estrelló contra nadie.

Simplemente hizo algo extraordinario: Vivir la vida alegremente. Grita, salta, corre, baila...con tal de que la alegría sea en ti el sello de tu identidad cristiana. Tan es así, que, en lugar de aislarse y pensar como tú piensas, que el tema del alma es cosa tuya y de Dios, él se entregó a formar el Grupo o Sociedad de la Alegría. Misión: Que nadie estuviera triste en su vida interior. La exterior se pone alegre en seguida por las copas y el éxtasis. Pero no dan perseverancia ni consistencia para forjarse una fuerte personalidad cristiana y humana.

Terminado el estudio de la encuesta, los animadores se vieron contentos porque existen jóvenes que viven esta dirección espiritual, este contacto con el médico de sus almas. Y van- en general- muy bien en sus estudios, trabajo y en sus relaciones con los demás.

Tan sólo así puedes progresar en tu amplia y rica vida de creyente. Lo demás es una pamema que haces a los 10 años y se acabó. Una pena. Anímate y cambia tus estrechos derroteros. ¿No eres joven? Busca horizontes nuevos.

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 8 NOVIEMBRE 2018


Lecturas de hoy Jueves de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 8 de noviembre de 2018



Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Fílipenses (3,3-8a):

Los circuncisos somos nosotros, que damos culto con el Espíritu de Dios, y que ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque, lo que es yo, ciertamente tendría motivos para confiar en la carne, y si algún otro piensa que puede hacerlo, yo mucho más, circuncidado a los ocho días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era irreprochable. Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 104,2-3.4-5.6-7

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Cantadle al son de instrumentos, 
hablad de sus maravillas; 
gloriaos de su nombre santo, 
que se alegren los que buscan al Señor. R/.

Recurrid al Señor y a su poder, 
buscad continuamente su rostro. 
Recordad las maravillas que hizo, 
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; 
hijos de Jacob, su elegido! 
El Señor es nuestro Dios, 
él gobierna toda la tierra. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-10):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. 
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» 
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 8 de noviembre de 2018
 CR


Queridos hermanos:

Quien no se ha sentido aceptado tal y como es, en algún momento de su vida, no puede entender este fragmento del Evangelio de Lucas. Por algo a Lucas le llaman el evangelista de la misericordia.

De todo lo que se podría comentar hoy, me quiero fijar en un primer aspecto: vivir sin prejuicios. Nosotros también nos volvemos a veces fariseos, o sea, que somos intolerantes en nombre de la lógica, de lo que se ha hecho siempre y de lo que nos parece que debe ser así. Y a veces somos publicanos, o sea, nos creemos justos y nos permitimos juzgar a los demás. Nuestras propias ideas, nuestras concepciones nos impiden ver las cosas con los ojos de Dios. Quitarnos las propias gafas, y ponernos las gafas de Dios, para verlo todo como Él lo ve, es el primer paso para sentir la misericordia divina. ¿Juzgo a los demás o los comprendo? ¿Acepto las críticas o solamente me gusta criticar? ¿Creo que la gente puede cambiar? ¿Creo que yo puedo ser mejor?

Un segundo comentario. Alegrarse y compartir. Sentir la misericordia divina es motivo de alegría, da sentido a la vida y nos permite mirar al mundo de otra manera. Por eso hay que compartirlo con los demás. No podemos guardarnos para nosotros la felicidad de saber que podemos comenzar de nuevo el camino, porque Él ha borrado nuestros pecados y nos permite de nuevo escribir en la página en blanco de nuestra vida. Un cuento de Anthony de Mello nos puede ayudar.

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.

Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte». Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero...».

Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié. (Anthony de Mello; No cambies)

EL PAPA FRANCISCO PIDE EVITAR MURMURACIONES DENTRO DE LA DIÓCESIS Y PARROQUIAS


El Papa pide evitar murmuraciones dentro de las diócesis y parroquias
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




En la Misa celebrada en Casa Santa Marta este jueves 8 de noviembre, el Papa Francisco destacó cómo Jesús rompió con los estrechos convencionalismos religiosos de su época y se acercaba a los pecadores sin ningún miedo de las acusaciones que contra él lanzaban los fariseos.

El Pontífice comentó la lectura del Evangelio de San Lucas en la que los fariseos y escribas acusaban al Señor de “acoger a pecadores y comer con ellos”.

En este sentido, Francisco señaló que con el gesto de acercarse y conversar con los publicanos Jesús fue el primero en dar testimonio. “Era algo nuevo en aquella época, porque ir junto con los pecadores te hacía impuro, como tocar a un leproso”.


“Dar testimonio es romper con una costumbre, con un modo de ser… Por eso la Iglesia avanza al dar testimonio. Lo que atrae es el testimonio, no las palabras que, sí, ayudan, peor el testimonio es lo que hace crecer la Iglesia”.

Y de esa manera, “Jesús da testimonio. Y es algo nuevo, aunque tampoco tanto, porque la misericordia de Dios ya estaba en el Antiguo Testamento. Ellos, los doctores de la Ley, no habían comprendido nunca qué significaba ‘misericordia quiero y no sacrificios’. Lo leían, pero no entendían qué significaba aquello de la misericordia. Y Jesús, con su modo de actuar, proclama esa misericordia con el testimonio”.

Sin embargo, el testimonio de Jesús provoca la murmuración. Aquellos que seguían a Jesús no como sus discípulos, sino para ver con qué argumentos podían atacarlo, lo acusaban de comer con publicanos, en vez de aprender de su ejemplo y tratar de convertir a los pecadores.

Los fariseos, los escribas, los doctores de la ley murmuraban contra Jesús, trataban de destruir su testimonio. “Este pecado de la murmuración es cotidiano”, lamentó Francisco, “tanto a nivel personal como familiar, parroquial, diocesano, social...”.


“Ves algo que no te gusta en otro y en vez de dialogar o de tratar de resolver una situación conflictiva, murmuras escondido, siempre con voz baja, porque no tienes la valentía de hablar claro”. Esa tentación, advirtió el Pontífice, se da también “en las pequeñas sociedades, en las parroquias”.

Pero no sólo en las parroquias, “también en las diócesis. Las luchas interdiocesanas. Las luchas dentro de las diócesis. Y también en la política. Y esto es malo. Cuando un Gobierno no es honesto y trata de ensuciar a sus adversarios con la murmuración, con la difamación, con la calumnia”.

Esa actitud es “una escapatoria para no mirar la realidad, para no permitir que la gente piense”, concluyó el Papa.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 8 NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
8 de Noviembre



Somos apóstoles del Señor; él nos ha enviado al mundo con la misión de dar a conocer a su Hijo; pero si somos apóstoles, debemos vivir como tales y actuar claramente ante el mundo como verdaderos emisarios de Jesucristo.

El apóstol no temerá nunca cumplir su misión; es apóstol del Evangelio y el Evangelio se ha de predicar a todos y en todas las circunstancias y con todas las consecuencias.

Nosotros somos los intérpretes, los intermediarios entre Jesucristo y el mundo de hoy; somos los encargados de transmitir lo que Jesús dijo a aquel puñadito  de apóstoles, pero que estaba destinado a los hombres de todos los tiempos y lugares.

Y nosotros se lo tenemos que repetir en su propio lenguaje, dar la luz evangélica para su propia actualidad; si queremos salvar al mundo de hoy tenemos que sentir como él, dolernos de sus penas, rechazar las injusticias que estás sufriendo. Así seremos los verdaderos profetas del Señor, y hablaremos en su nombre, predicaremos su Evangelio.



P. Alfonso Milagro

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 7 NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
7 de Noviembre



Jesús necesita continuar su obra de salvación en el mundo, y los continuadores de esa obra de salvación del mundo somos nosotros, por expresa y amorosa elección de Jesús.

Habremos de encontrar dificultades, pero superando la fuerza de las adversidades y de los enemigos sentiremos el respaldo de Jesús.

La predicación del Evangelio provocará el odio o al menos el desprecio de todos aquellos que no son de Cristo; pero ha de ser para nosotros motivo de gran consuelo el saber que somos perseguidos, odiados o menospreciados, o tenidos en menos por el amor del Señor (cf 1 Pe 4,14).

A pesar de todas las dificultades y oposiciones, nosotros debemos mantenernos perseverantes y firmes en la fe y en el amor, en la justicia y en la santidad de vida.


P. Alfonso Milagro