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domingo, 29 de abril de 2018

PAPA FRANCISCO: CUALQUIER ACTIVIDAD, GRANDE O PEQUEÑA, ES UNA OCASIÓN PARA SER SANTOS


Papa Francisco: Cualquier actividad, grande o pequeña, es una ocasión para ser santos
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media / ACI Prensa




En sus palabras previas al rezo del Regina Coeli, el Papa Francisco afirmó que para ser santos no es necesario ser obispo, sacerdote o religioso, sino vivir toda actividad, grande o pequeña, en unión con Jesús y con actitud de amor y servicio al prójimo.

“Para ser santos ‘no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas (…). Todos nosotros, todos, somos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo cada uno su propio testimonio en las ocupaciones de cada día, ahí donde se encuentra’”, afirmó, citando pasajes de su exhortación apostólica Gaudete et exsultate.

En ese sentido, aseguró que “toda actividad –el trabajo y el descanso, la vida familiar y social, el ejercicio de las responsabilidades políticas, culturales y económicas–, toda actividad, sea pequeña, sea grande, si es vivida en unión con Jesús y con actitud de amor y de servicio, es una ocasión para vivir en plenitud el Bautismo y la santidad evangélica”.

El Pontífice dijo estas palabras al reflexionar sobre el pasaje evangélico de este domingo, en el que “Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a Él para poder dar mucho fruto”.

“La vid es una planta que forma una cosa sola con los sarmientos; y los sarmientos son fecundos solamente en cuanto están unidos a la vid. Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo 'permanecer', que en el pasaje de hoy se repite siete veces”, explicó a los 30 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. "Permanecer en mí, dice el Señor; permanecer en el Señor", alentó el Papa.

Francisco dijo que “se trata de permanecer en el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar amplio respiro a nuestro testimonio cristiano en el mundo”.

“Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades de los demás –explicó–, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia”.

En ese sentido, afirmó que “uno de los frutos más maduros que brota de la comunión con Cristo es, de hecho, el compromiso de caridad hacia el prójimo, amando a los hermanos con abnegación de sí, hasta las últimas consecuencias, como Jesús nos amó”.

Asimismo, señaló que “el dinamismo de la caridad del creyente no es fruto de estrategias, no nace de solicitudes externas, de instancias sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y del permanecer en Jesús”.

“Él es para nosotros la vida de la que absorbemos la linfa, es decir, la ‘vida’ para llevar en la sociedad una forma diferente de vivir y de brindarse, lo que pone en el primer lugar a los últimos”, indicó.

Además, aseguró que “cuando se es íntimo con el Señor, como son íntimos y unidos entre sí la vid y los sarmientos, se es capaz de dar frutos de vida nueva, de misericordia, de justicia y de paz, que derivan de la Resurrección del Señor. Es lo que hicieron los santos, aquellos que vivieron en plenitud la vida cristiana y el testimonio de la caridad, porque eran verdaderos sarmientos de la vid del Señor”.

El Papa invitó a pedir a María, “Reina de los santos y modelo de perfecta comunión con su Hijo divino”, a que nos enseñe “a permanecer en Jesús, como los sarmientos a la vid, y a no separarnos nunca de su amor. Nada, de hecho, podemos sin Él, porque nuestra vida es Jesús vivo, presente en la Iglesia y en el mundo”.

LA VID Y LOS SARMIENTOS


La vid y los sarmientos
¿Pero qué significa dar fruto? Se trata de la fecundidad interior, no del éxito exterior.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Juan 15, 1-8. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

Reflexión
El Evangelio de hoy se ubica dentro del discurso de despedida de Jesús, tal como lo trasmite San Juan. Son las últimas enseñanzas del Señor, algo así como su testamento personal, antes de entregarse a los judíos. En este ambiente solemne y dramático, les presenta la parábola de la vid y de los sarmientos.

El tema no puede ser más bíblico. La viña era uno de los cultivos preferidos en Palestina. Era lógico que se tomara la imagen de la viña para dibujar por medio de ella la historia del pueblo. La viña era Israel, Dios era su viñador. Profetas y salmistas contaron la aventura de este viñedo cultivado por Yahvé.

También Jesús recurre varias veces a los viñedos para sus parábolas. Pero esta vez le da su sentido pleno: Jesús es la vid, la verdadera vid. Los que creen en Él, son los sarmientos. Y el Padre es el viñador de esta gran cepa.

Con ello, la imagen del Antiguo Testamento ha crecido en anchura y en profundidad. Ahora simboliza al gran árbol de la humanidad entera: su ramaje no son ya sólo los judíos, sino todos los que aceptan ser hijos de Dios.

¿Qué quiere enseñarnos el Señor con esta parábola de la vid? Me parece que quiere decirnos lo siguiente:
1 La Iglesia es, como la vid, un organismo vivo.
2 La fuente de vida de la Iglesia es Jesucristo.
3 Sólo en unión íntima con Cristo podremos ser fecundos.

1. La Iglesia es, como la vid, un organismo vivo
La Iglesia no es una organización jurídica o social. Como la vid, ella es un organismo vivo, es el Cuerpo de Cristo, una comunidad y una corriente de vida. Para formar parte viva de esta vid del Señor no es suficiente, haber sido bautizados y estar inscritos en la lista de miembros. Formamos parte de esta vid en la medida en que estamos unidos vitalmente a ella, en la medida en que compartimos su vida íntima.

2. La fuente de vida de la Iglesia es Jesucristo
La rama por sí sola no es nada: lo es todo por la savia que recibe del tronco al que está adherida. Así también cada discípulo de por sí no es nada; pero unido a Cristo lo es todo. Éste es el secreto de la vitalidad de la Iglesia y de las comunidades cristianas.

Al resucitar Jesús, Él se transforma en la vid llena de vida y de fuerza. Y nosotros nos convertimos en sus ramas. Nuestra vida de cristianos es parte de su vida. Porque Él es el único autor de la vida. Él es el principio y fundamento de la Iglesia. Él mantiene unidos los sarmientos, para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Esto supone una vinculación permanente e íntima con Jesús: “permaneced en mí y yo en vosotros”. Mientras que permanezcamos unidos a Él, participaremos de su comunión de vida.

3. Sólo en la unión íntima con Cristo podremos ser fecundos
Los sarmientos producen fruto porque están unidos al tronco y se alimentan de su savia. El único camino para que nosotros podamos producir fruto y vida es, por eso, la unión íntima y personal con Cristo. El sarmiento que se separa del tronco, se seca y se lo echa al fuego, porque no sirve ya para otra cosa. Y para que podamos dar más fruto, el Padre nos va podando, nos purifica de nuestro egoísmo y de todo aquello que nos impide dar fruto en abundancia.

¿Pero qué significa dar fruto? Se trata de la fecundidad interior, no del éxito exterior. Tenemos que aprender a ver las cosas no con los ojos miopes humanos, sino con la visión de Dios. Los éxitos y fracasos ante los ojos de Dios son, por lo general, muy distintos de los que considera el mundo como tales. Y el Señor nos da aquí el único criterio para medir la verdadera fecundidad de nuestras obras: “no podéis dar fruto, si no permanecéis en mí”.

Queridos hermanos, pidámosle por eso al Señor que nos regale esa relación personal profunda con Él y con su Madre, para que así podamos ser fecundos por su Reino y transformarnos en auténticos discípulos suyos.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

CREER - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 29 ABRIL 2018


CREER
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn 15,1-8


La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que dependa de los sentimientos: «Ya no siento nada; debo de estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «Yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí ni la fe cristiana es fabricación de uno. Brota de la acción de Dios en nosotros.

La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «En mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «Yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es solo un «agarradero» para los momentos críticos: «Yo, cuando me encuentro en apuros, acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

La fe cristiana empieza a despertarse en nosotros cuando nos encontramos con Jesús. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo, y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Juan 4,16).

Esta fe crece y da frutos solo cuando permanecemos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada».

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 29 ABRIL 2018


Lecturas de hoy Domingo 5º de Pascua - Ciclo B
 Hoy, domingo, 29 de abril de 2018




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,26-31):

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 21,26b-27.28.30.31-32

R/. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,18-24):

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 29 de abril de 2018
Fernando Torres cmf


La vid y los sarmientos

      Todos tenemos la experiencia de la amistad. Hay personas con las que nos relacionamos todos los días, a veces podemos incluso salir a dar un paseo juntos o a divertirnos. Pero eso no significa que seamos amigos. Con el amigo hay una relación más profunda, hay algo que nos une más allá incluso del hecho de que nos podamos ver con frecuencia o no. Es como si entre los amigos se estableciera un vínculo profundo. Ser amigos quiere decir algo más que divertirse un rato juntos. Esos serían los amigotes que sirven sólo para irse de juerga pero nada más. Recordemos que el hijo pródigo, cuando se fue con su parte de la herencia, tuvo muchos amigos pero, en cuanto se terminó el dinero, se quedó sólo. Los amigos son otra cosa. Los amigos contactan y comparten sus más profundos sentimientos, los buenos y los malos. Entre los amigos a veces no hacen falta palabras. Se entienden con una mirada. 

      El Evangelio de hoy nos habla de nuestra relación con Jesús. Nos pone un ejemplo concreto para hablar de ella: la vid y sus ramas, los sarmientos. Los sarmientos sólo tienen vida si están unidos a la vid. Pero también podemos mirar lo que Jesús dice desde otro punto de vista: sin los sarmientos, la vid nunca dará fruto. Lo que une a la vid y a sus ramas, los sarmientos, es la corriente de savia que lleva la vida continuamente de la una a las otras. Cuando miramos a la vid, la savia no se ve. Corre por dentro del tronco y de las ramas. Ni siquiera cuando se corta una rama, se ve la savia a simple vista. Hace falta una mirada más profunda, quizá con el microscopio, para verla. Y, sin embargo, está ahí. Un sarmiento que se separa de la vid, se seca y muere. Como dice Jesús, es echado al fuego. 

      Hoy Jesús nos pide que mantengamos esa relación profunda con él. Como la vid y los sarmientos. Como los buenos amigos. No nos pide que pasemos el día entero en la Iglesia rezando. Los amigos no lo son más por estar todo el día juntos. Pero sí que mantengamos ese vínculo profundo, que dejemos que su savia nos llegue adentro y nos de la vida que necesitamos para dar fruto. ¿Qué frutos? Pues, como dice la segunda lectura, los frutos van a ser cumplir su mandato, es decir, que nos amemos unos a otros. Ése es el fruto que tenemos que dar: “frutos de amor para la vida del mundo”, como dijo el Concilio Vaticano II. Que los demás se sientan apreciados y valorados, acogidos con misericordia y comprensión, que sembremos la paz y la serenidad a nuestro alrededor, que renunciemos a la violencia, que seamos honrados en nuestro trabajo. Esos son los frutos que daremos si permanecemos unidos a Jesús. Pero, como también dice la segunda lectura, que “no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos.”



Para la reflexión

      ¿Qué significa en la práctica para mí permanecer unido a la vid que es Cristo? ¿Siento que mantengo esa relación profunda con Jesús que me permite dar frutos de amor? ¿Cómo expreso mi amor a los que me rodean? ¿He renunciado, por lo menos, a la violencia en mi vida?

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 29 ABRIL


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
29 abril


Jesús es el camino en cuanto que revela al Padre, nos da a conocer el camino que nos conduce al Padre: Él mismo es el único acceso al Padre.

Jesús es el Camino, porque Él nos mereció la gracia que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo y Él, con su doctrina y su ejemplo, nos enseña el camino que hemos de seguir para llegar al cielo.

Él es la Verdad; en medio de tanta mentira y falsedad como nos rodea, es una verdadera tranquilidad saber que se está en la Verdad que nunca cambia.

Él es la Vida; es el centro de los corazones y de todos los espíritus que anhelan vivir la bondad y el amor.



P. Alfonso Milagro