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viernes, 19 de junio de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 19 DE JUNIO DEL 2015


Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón
Tiempo Ordinario

Mateo 6, 19-23. Tiempo Ordinario. No acumulen tesoros en la tierra. Este es un consejo de prudencia, porque no son seguros.


Por: Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón. Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!".

Oración introductoria
Ayúdame a ver con los ojos de la fe. Que todo acontecimiento en mi vida y en la de los demás, lo vea en el plano sobrenatural. Que vea con tus ojos, y así pueda servirte a ti y a mis hermanos los hombres. Ayúdame, pues sé que solo no podré, pero con tu gracia no se nublará mi vista. Y viéndote con claridad en mi vida te sirva sólo a ti.

Petición
Señor Jesús, te entrego mis ojos para ver como Tú ves.

Meditación del Papa Francisco
No acumulen, para ustedes, tesoros en la tierra. Este es un consejo de prudencia, porque los tesoros sobre la tierra no son seguros: se estropean, vienen los ladrones y se los llevan. Y, ¿en qué tesoros piensa Jesús? Principalmente en tres y siempre vuelve sobre el mismo argumento.
El primer tesoro: el oro, el dinero, las riquezas...Pero no estás seguro con esto porque, quizá, te lo robarán; no, ¡estoy seguro con las inversiones!; ¡quizá cae la Bolsa y tú te quedas sin nada! Dime, ¿un euro más te hace más feliz o no? Las riquezas, tesoro peligroso, peligroso... Pero las riquezas son buenas, sirven para hacer muchas cosas buenas, para llevar adelante la familia: ¡esto es verdad! Pero si tú las acumulas como un tesoro, ¡te roban el alma! Jesús en el Evangelio vuelve a este tema, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre poner la esperanza en las riquezas.
El segundo tesoro: la vanidad. El tesoro de tener prestigio, de hacerse ver. Y esto siempre es condenado por Jesús. De esto modo, ha invitado a pensar lo que Jesús dice a los doctores de la ley, cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando rezan para hacerse ver.
Finalmente el tercer tesoro es el orgullo, el poder. Se narra la caída de la reina Atalía, su gran poder duró siete años, después fue asesinada. ¡El poder termina! Cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han terminado en el anonimato, en la miseria o en prisión. Es de ahí de donde viene la exhortación de no acumular dinero, vanidad, orgullo, poder. Estos tesoros no sirven. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de junio de 2014, en Santa Marta).
Reflexión 
San Juan Pablo II en una ocasión dijo que no podíamos negar en la oscuridad, en momentos difíciles, lo que hemos podido ver con claridad en la luz. Y es que en algún momento de nuestra vida, hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero en ocasiones, la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas, o incluso con nuestros éxitos. Sin embargo, sabemos que la hemos visto.
Y esa luz que hemos visto, no podemos negarla ante la primera adversidad, o esconderla en los momentos de éxito. Hemos visto, hemos sido testigos. Por eso debemos cuidar siempre que nuestra vista no se nuble. Asegurarnos, y pedirle a Dios la gracia. De manera que podamos únicamente servir a un solo Señor.

Propósito
Veré la mano de Dios en las cosas sencillas de mi vida ordinaria.

Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a ver la claridad de tu luz. Que no sea ciego a tu amor, a tu fidelidad, a tu constante intervención en mi vida. Que ante tantas “lucecitas del pecado”, que me ofrecen una felicidad incierta, brille ante todo tu luz en mi vida. Y que, con mis obras, refleje tu luz, para que mis hermanos puedan alabarte y servirte también a ti.


Es propio de la luz el iluminar en cualquier parte en que se encuentre (San Hilario, Catena Aurea, vol. I, p. 263)

¿Y DÓNDE ESTABA DIOS?


¿Y donde estaba Dios...?
En quienes se levantan por encima del mal que les ha sucedido y muestran que son más grandes que los males que vivieron


Por: Fr. Nelson Medina, OP | Fuente: fraynelson.com




Quien le escribe es un joven de 18 años que sabe muchas cosas traumáticas de la vida y está conociendo acerca del amor de Dios, sólo que en su caminar le nace una interrogante: ¿Dónde esta Dios cuando ocurre una violación o un asesinato? ¿Dónde esta Dios cuando se clama auxilio? ¿Por qué no manda angeles a detener a los abusadores de inocentes? ¿Acaso si se viola a un niño se lo está castigndo por algo que ha hecho?

Perdone la crudeza de la pregunta pero creo que las dudas se resuelven cuando están candentes, le pido por favor me responda y me ayude. Gracias.
Empecemos por la parte más sencilla, de en medio de este conjunto de preguntas tan complicadas: cuando el inocente sufre no sufre "por algo que haya hecho".

La pregunta supone que Dios debería evitar que se cometieran injusticias. Lo que uno puede decir es: ¿en dónde empiezan las injusticias en las que Dios debería intervenir? Si sucede la violación de un niño, o incluso antes de eso: ¡un aborto!, lo que uno piensa es: "Ahí Dios debería haber intervenido" Pero si un empresario paga salarios de hambre a miles de obreros, ¿no debería intervenir Dios también ahí? Si un país invade injustamente a otro país, ¿no sería otro caso que Dios debería impedir? ¿Y no sería también motivo suficiente cuando un hombre casado, de veinte años de matrimonio, sale a su primera "aventura," que en realidad es un adulterio, y que en realidad va a arruinar su vida, al de su esposa y al de sus hijos?

Por el camino de las "intervenciones" uno no llega muy lejos. O mejor dicho: uno llega a que Dios tendría que estar todo el tiempo suprimiendo la libertad que dio al hombre. Sería un Dios en perpetua contradicción consigo mismo.

Lo que Dios hace es muy distinto. Él no quita la libertad que dio pero tampoco renuncia a su propia libertad que es siempre sabia, poderosa y compasiva. Ejerciendo su propia libertad, Dios conduce la historia humana sin negar la obra de nuestra libertad. ¿Cómo? A partir de las consecuencias que puedan tener los actos perversos. Es decir: no todas las personas manejan del mismo modo el "después" de las cosas malas que les suceden. Hay personas, sin duda guiadas por Dios, que aprovechan los traumas de su niñez para hacer respetar los derechos de los niños. Hay personas que han conocido los horrores de la droga y hoy son los mejores terapistas y acompañantes de quienes quieren abandonar ese infierno. Hay personas que, siguiendo el ejemplo de Cristo, y sostenidos, sin duda, por el amor de Cristo, se levantan por encima del mal que les ha sucedido y muestran que son más grandes que las desgracias que los visitaron. ¡Ahí está Dios!

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: DÍA 19 DE JUNIO


Nardo del 19 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Corazón Misericordioso!

Meditación: El viento arrecia, parece que la tierra se pone desierta, todo se oscurece...se va la Luz del mundo, y te escucho decir: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen..." y de repente se oye un grito desgarrador: "Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu". Mi Dulce Jesús ha muerto, mi Dios ha muerto...lo hemos matado. De nuestro corazón aún hoy lo arrancamos, la tierra tiembla...por eso nuevamente están aquí las tinieblas. Tu Cuerpo Santo cuelga inerte, pero a pesar del temor, un soldado con la lanza abre Tu Costado, y brotan de Él Tu última gota de Sangre, y Agua. La Sangre de la Redención, el Agua del Perdón. Así la Luz de Tu Misericordia nos baña en los sublimes Sacramentos que dejaste en Tu Iglesia Santa. Señor, mi Jesús amado, mi Redentor, me atrevo a pedirte a Vos que me liberes hoy y me enseñes a pedir perdón, para mi sanación, bañándome con los Rayos de Tu Misericordioso Corazón. Que goce así de la Nueva Jerusalén que algún día veré.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Recemos la coronilla a La Divina Misericordia dada por el mismo Jesús a Sor Faustina Kowalska.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

BÚSQUEDA Y ENCUENTRO

 
Búsqueda y encuentro
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
 
 

Hay encuentros planificados y los hay fortuitos. El encuentro de san Cristóbal con Jesús fue muy especial. Un niño le pidió que lo llevara al otro lado del río. Cristóbal aceptó con mucho gusto y lo colocó sobre su hombro. Al preguntarle por qué pesaba tanto, el niño le respondió: “Es que soy el Creador del mundo. Soy Jesús, que he tomado la forma de niño para que tuvieras el gusto de llevarme sobre tus hombros”.
            Jesús sale a nuestro encuentro y se “disfraza” de mil formas para enamorarnos, para que nos encontremos con él a gusto. Es entonces cuando se cumple lo que dice Jeremías: “Me buscaréis y me hallaréis, cuando me solicitéis de todo corazón” (Jr 29,13).

           Toda nuestra vida es búsqueda y encuentro. A veces buscamos y no encontramos; otras, las menos, encontramos sin buscar.

           La búsqueda nace del deseo, de querer algo que nos inquieta o interesa. Es el corazón el que mueve, empuja y dispone para el encuentro. Es en el corazón donde se producen todos los encuentros. Es el motor de la búsqueda y del encuentro. Quien busca de corazón, encuentra, porque pone alma y vida.

           Muchas veces buscamos a tientas, sin ser conscientes de lo que queremos. Deseamos sin desear, navegamos sin saber a dónde, andamos a gatas en la noche. Y claro, no encontramos. No encontraremos hasta que no nos dejemos motivar por Dios, hasta que no caigamos en la cuenta de que Él es el que nos busca desde toda la eternidad. Cuando nos encontramos con Él, nos encontramos con nosotros mismos y con los otros. Dejamos de huir, aunque seguimos heridos y llagados por el mismo encuentro.

           ¿Cómo sabemos que Dios nos busca? Dios nos busca cuando sentimos inquietud interior o una soledad que no podemos nombrar. También a través del diálogo, de la visita, de la oración, emergen preguntas y respuestas que van llenando la vida de sentido, de alegría y paz, de esperanza para seguir buscando en momentos de oscuridad.

           ¿Cómo sabemos que estamos buscando a Dios? Hay síntomas como reflexionar sobre lo que nos mueve por dentro, que nos permite enfrentarnos a toda clase de miedos, ansiedades y preocupaciones. Buscar a otros semejantes que desean lo mismo...

La Escritura nos habla de esta búsqueda y encuentro, de personas buscadas y encontradas por Dios. Zaqueo, ansioso y curioso por conocer a Jesús, inicia esta búsqueda sin medir las consecuencias. De repente Jesús lo mira y le dice: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy voy a tu casa” (Lc 19,1-10). Una mujer llevaba enferma viarios años. Buscaba el encuentro con Jesús. Un día se decidió, “vino por detrás y le tocó el manto” (Mc 5,27). Otra mujer lo buscaba sin darse cuenta. Buscaba la verdad, la alegría, la felicidad y la vida, pues nadie se las había dado. Cuando se encontró con Jesús, inmediatamente corrió a decir lo que le había ocurrido (Jn 4,1-42).

           El camino de búsqueda y encuentro es un viaje lento y complejo que exige mucha fe, paciencia y perseverancia.

MADUREZ


Madurez



Madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.

Madurez es la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia o destrucción. 

Madurez es paciencia; es la voluntad de posponer el placer inmediato a favor de un beneficio a largo plazo. 

Madurez es perseverancia; es la habilidad de sacar un proyecto o una situación adelante, a pesar de fuerte oposición y retrocesos decepcionantes. 

Madurez es la capacidad de encarar disgustos y frustraciones incomodidades y derrotas, sin queja ni abatimiento. 

Madurez es humildad; es ser suficientemente grande para decir me equivoqué; y cuando se está en lo correcto, la persona madura, no necesita la satisfacción de decir: "Te lo dije". 

Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla; los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades, para al fin no hacer nada. 

Madurez significa confiabilidad; mantener la propia palabra, superar la crisis; los inmaduros son maestros de la excusa, son los confusos y desorganizados, sus vidas son una mezcla de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar, y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad. 

Madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar

EL CORAZÓN DE CRISTO, CENTRO DE MI VIDA


El Corazón de Cristo, centro de mi vida
Necesitamos un Corazón al que recurrir ante las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.


Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net




Intervención que pronunció Benedicto XVI el domingo 1 de junio de 2008 al rezar el Ángelus 


...Este mes está tradicionalmente dedicado al Corazón de Cristo, símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la Redención.

Y el viernes pasado celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, tercera y última de las fiestas que han seguido al Tiempo Pascual, tras la Santísima Trinidad y el Corpus Christi. Esta sucesión hace pensar en un movimiento hacia el centro: un movimiento del espíritu guiado por el mismo Dios.

Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno. En mi primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de partida ha sido precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. 19,37; Deus caritas est, 12). Y este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados, esperanza que ha sido el tema de mi segunda encíclica.

Toda persona necesita un "centro" para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.

Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.

Os invito, por tanto, a cada uno de vosotros a renovar en el mes de junio su propia devoción al Corazón de Cristo, valorando también la tradicional oración de ofrecimiento del día y teniendo presentes las intenciones de toda la Iglesia.

Junto al Sagrado Corazón de Jesús, la liturgia nos invita a venerar el Corazón Inmaculado de María. Encomendémonos siempre a ella con gran confianza...

EL ESPÍRITU SANTO


EL ESPÍRITU SANTO


El Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, es Dios. Verdadero Dios como lo son el Padre y el Hijo. Es el Amor del Padre y el Hijo.


Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba a venir y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes saben que él permanece con ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)
El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua, el Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados de hombres débiles y tímidos en valientes proclamadores de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.

El Espíritu Santo está presente de modo especial en la Iglesia, comunidad de quienes creen en Cristo como el Señor. Ayuda a su iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia da gracia a los fieles para unirse más a Dios y entre sí en amor sincero, cumpliendo sus deberes con Dios y los demás. La gracia y vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más grata a Dios; la hace crecer con el poder del Evangelio; la renueva con sus dones y la lleva a unión perfecta con Jesús.

El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los Sacramentos. Orienta toda la obra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos, enseñar a los niños, preparación de la juventud, consolar a los afligidos, socorrer a los necesitados.

Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por Él en nuestras vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo: "¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"(1 Cor 3, 16).

Conscientes de que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros, mientras vivamos en estado de gracia santificante, debemos pedirle con frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y salvar nuestra alma.