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miércoles, 11 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 11 DE FEBRERO DEL 2015


La pureza del corazón
Tiempo Ordinario

Marcos 7, 14-23. Tiempo Ordinario. Cuida lo que sale de tu corazón, porque lastimas o ayudas a los demás. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga». Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».

Oración introductoria
Señor, soy incapaz de comprender porque frecuentemente caigo en la tentación de acomodarme en mi propio yo y sólo quiero entender lo que me gusta. Por eso hoy me acerco a Ti en esta oración. Abre mi entendimiento y mi corazón para que sepa ser tu discípulo y misionero.

Petición
Jesús, ayúdame a tener un corazón puro y abierto, a escuchar siempre tu Palabra.

Meditación del Papa Benedicto XVI
Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre". Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. (Benedicto XVI, 30 de octubre de 2009).

Reflexión
Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario.

Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad.

La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad.

Propósito
Tratar a los demás con justicia, evitando el egoísmo y la flojera cuando se me pida hacer algo.

Diálogo con Cristo
Quiero eliminar la tendencia a buscar la autojustificación, porque a Ti, Padre bueno, no puedo engañarte, por eso te pido que me des mucha humildad para que no busque engañarme a mí mismo, buscando en otros la culpa de mi propia debilidad. ¡Señor purifica mi corazón! Ayúdame a dejarme cautivar por la autenticidad que brilló siempre en tu vida, superando con humildad la hipocresía, el disimulo, la justificación.

RELIGIÓN Y SUPERSTICIÓN


Religión y Superstición
Ton sólo Dios tiene poder, ni las cosas o personas creados por Él tienen tal don.


Por: Ricardo Sada Ferrnández | Fuente: Encuentra.com



Dios es para el hombre el único Señor. Lo ha creado y lo cuida constantemente con su Providencia amorosa. La existencia de la criatura y todo cuanto son o posee, lo ha recibido de Él. Por consecuencia, el hombre mantiene con Dios unos lazos y obligaciones en cuanto Creador y Ser Supremo: es el culto que debe rendírsele y que se vive con la virtud de la religión.
Horóscopos, amuletos, lectura de cartas… ¿se puede confiar en la adivinación sin que afecte a nuestra vida espiritual?
Alabar y adorar a Dios es lo que se conoce como culto. Esa necesidad ha sido sentida desde los hombres más primitivos hasta los de más elevada inteligencia, que se rinden sumisos al descubrir a Dios en su ciencia. En cualquier caso, el culto dado a Dios se realiza de un modo adecuado a la naturaleza del hombre, a un tiempo material y espiritual. Ya en el siglo XVII la Iglesia consideró como herética la proposición de Miguel de Molinos, a quien parecía imperfecto e indigno de Dios todo rito sensible, queriendo reducirlo a lo interno y espiritual. En las facultades del entendimiento y la voluntad es donde, ciertamente, se debe fundamentar el culto, pero no basta: se precisan también actos externos de adoración: arrodillarse ante el Sagrario, participar activamente en la Santa Misa, asistir con piedad a las ceremonias litúrgicas….. Pues el hombre no es sólo espíritu, y Dios es también creador del cuerpo.
En la práctica el culto se concreta en tener prontitud y generosidad ante todo lo referente a Dios. Y llega hasta el detalle de mostrar la reverencia debida a los objetos religiosos que usemos corrientemente: colocar el crucifijo en el sitio de honor de la habitación, guardar el agua bendita en un recipiente limpio, tratar con reverencia el libro de los Evangelios y el rosario, permanecer atento y con una postura digna dentro del Templo, especialmente en las bodas y otras ceremonias, donde es fácil que el gusto de saludar a los viejos amigos nos lleve a convertir el recinto sagrado en la antesala del salón de fiestas. Todos estos detalles de reverencia son parte del primer mandamiento, pues con ellos manifestamos nuestra fe de modo exterior.
¿No pasas nunca debajo de una escalera? ¿Llevas un amuleto colgado del cuello? ¿Evitas que haya trece comensales en la mesa? ¿Intentas tocar la madera cuando ocurre algo que "da" mala suerte? ¿Te sientes influido en tu estado de ánimo porque el horóscopo que leíste hoy no te era favorable? Si puedes responder "no" a estas preguntas, ni te inquietan otras tantas supersticiones populares, entonces puedes estar seguro de ser una persona bien equilibrada, con la fe y la razón en firme control de tus sugestiones.
En nuestra sociedad "tecnificada", la falta de fe lleva a que cada vez haya más supersticiosos. La superstición es un pecado contra el primer mandamiento porque atribuye a personas o cosas creadas unos poderes que sólo pertenecen a Dios. La omnipotencia que sólo a Él pertenece se atribuye falsamente a una de sus criaturas. Todo lo que ocurre nos viene de Dios; no del colmillo de un tiburón o las consejas de un curandero. Nada malo sucede si Dios no lo permite, y todo lo que ocurre en nuestra vida o en la ajena es para bien, para que aquello de algún modo contribuya a nuestra santificación o a la del prójimo.
Del mismo modo, solamente Dios conoce de modo absoluto los acontecimientos futuros, sin "quizás" ni probabilidades. Todos somos capaces de predecir hechos que seguirán a determinadas causas. Sabemos a qué hora llegaremos mañana a la oficina (si nos levantamos a tiempo); sabemos qué haremos el fin de semana próxima (siempre y cuando no haya imprevistos); los astrónomos pueden predecir la hora exacta en que saldrá y se pondrá el sol el 15 de febrero del año 2019 (si el mundo no acaba antes). Pero no sabemos qué día moriremos ni quién será el presidente de la república dentro de veinte años. Dios conoce todo, tanto los eventos posibles como el feliz desarrollo de acontecimientos necesarios.
De ahí que creer en adivinos o espiritistas sea un pecado contra la fe que Dios ha querido que tengamos en Él y en su providencia. El supersticioso es un crédulo que funda su fe en motivos al margen del plan de Dios. Los adivinos son hábiles charlatanes que combinan la ley de las probabilidades con el manejo de la psicología y la autosugestión del cliente, y llegan a convencer incluso a personas inteligentes y cultas.
En sí misma, la superstición es pecado mortal. Sin embargo, muchos de estos pecados son veniales por carecer de plena deliberación, especialmente en los casos de arraigadas supersticiones populares: números de mala suerte y días afortunados, tocar madera y cosas por el estilo. Pero si se hace con plena deliberación y deseo, acudir a esos adivinos, curanderos o espiritistas, el pecado es mortal. Aun cuando no se crea en ellos, es pecado consultarlos profesionalmente. Incluso si lo que nos mueve es sólo la curiosidad, es ilícito, porque damos mal ejemplo y cooperamos al pecado ajeno. Decir la buenaventura echando las cartas o leer la palma de la mano en una fiesta, cuando todo el mundo sabe que es juego para divertirse que nadie toma en serio, no es pecado. Pero una cosa bien distinta es consultar en serio a adivinos profesionales.
Sobre este tema, la aparición de acontecimientos por encima de lo ordinario no puede ser debida sino al demonio. De ahí que la gravedad de la superstición se mide por la mayor o menor intervención del temible enemigo del hombre. Cuando hay invocación explícita del demonio, el pecado es gravísimo. Si es implícita -por ejemplo, el que inconscientemente lo relaciona con fuerzas ocultas- el pecado también es mortal.
De algún modo puede haber invocación implícita al demonio en las películas, obras teatrales, etcétera, que imprudentemente hacen aparecer intervenciones satánicas, para infundir terror, manifestar prodigios… a nuestro "hombre adulto" cada vez más deseoso de descargas de adrenalina. Hay invocación explícita -confirmada y aceptada por los mismos autores- en la letra de las canciones de ciertos grupos musicales modernos. En ambos casos -visuales o auditivos- existe la obligación grave de no formar parte como espectador o como escucha.

LOS MIÉRCOLES MILAGRO


Los miércoles milagro
Allí donde se ama se ha empezado a construir ya el cielo a golpe de milagros
Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Razones para el amor




Aquella tarde a Gabriela -uno de los pequeños personajes de una novela de Gerard Bessiere- le preguntó su amigo Jacinto:

- ¿Qué has hecho hoy en la escuela?
- He hecho un milagro, respondió la niña.

- ¿Un milagro? ¿Cómo?
- Fue en el catecismo.

- ¿Y cómo hiciste el milagro?
- Tenemos como profesora a una señorita que está muy enferma. No puede hacer nada ella sola, sólo hablar y reír.

- ¿Y qué pasó?
- La señorita hablaba de los milagros de Jesús. Y los niños dijeron: No es verdad que haya milagros. Porque si los hubiera, Dios te hubiera curado a ti.

- Y ella, ¿qué dijo?
- Dijo: Sí, Dios hace también milagros para mi. Y los niños dijeron: ¿Qué milagro ha hecho?

- ¿Y entonces?
- Entonces ella dijo: Mi milagro sois vosotros. ¿Por qué?, le preguntamos. Y ella dijo: Porque me lleváis los miércoles a pasear, empujando mi carrito de ruedas.

¿Lo ves? Hacemos milagros todos los miércoles por la tarde. La señorita dijo también que habría muchos más milagros si la gente quisiera hacerlos.

- ¿Te gusta a ti hacer milagros?
- Si. Tengo ganas de hacer un montón. Primero pequeños. Cuando sea mayor voy a hacer milagros grandes.

- ¿Todos los miércoles?
- Quiero hacerlos todos los días, toda la vida.

- ¿No te parece que la vida es también un milagro?
- No -dijo Gabriela-. La vida es para hacer milagros.

Gabriela tiene razón, la vida es para hacer milagros, los miércoles, y los jueves, y los domingos. La vida no es para sentarse esperando que Dios haga milagros espectaculares, no es para limitarse a confiar en que Él resuelva nuestros problemas, sino para empezar a hacer ese milagro pequeñito que Él puso ya en, nuestras manos, el milagro de querernos y ayudarnos.

¿Es que será más milagroso devolverle la vista a un ciego que la felicidad a un amargado? ¿Más prodigioso multiplicar los panes que repartirlos bien? ¿Más asombroso cambiar el agua en vino que el egoísmo en fraternidad?

Si los hombres dedicásemos a construir milagros pequeñitos la mitad del tiempo que invertimos en soñarlos espectaculares, seguramente el mundo marcharía ya mucho mejor.

Y el milagro de amar pueden hacerlo todos, niños y grandes, pobres y ricos, sanos y enfermos. Fijaos bien, a un hombre pueden privarle de todo menos de una cosa: de su capacidad de amar. Un hombre puede sufrir un accidente y no poder volver ya nunca a andar.

Pero no hay accidente alguno que nos impida amar. Un enfermo mantiene entera su capacidad de amar: puede amar el paralítico, el moribundo, el condenado a muerte. Amar es una capacidad inseparable del alma humana, algo que conserva siempre incluso el más miserable de los hombres.

Sólo en el infierno no se podrá amar. Porque el infierno es literalmente eso: no amar, no tener nada que compartir, no tener la posibilidad de sentarse junto a nadie para decirle ¡ánimo!

Pero mientras vivimos no hay cadena que maniate al corazón, salvo claro está la del propio egoísmo, que es como un anticipo del infierno. «Los verdaderos criminales -decía Follerau- son los que se pasan la vida diciendo yo y siempre yo.»

En cambio, allí donde se ama se ha empezado a construir ya el cielo a golpe de milagros. En definitiva, los milagros, para Jesús, eran ante todo «los signos del reino», ¿y qué mejor signo de un reino de amor total que empezar queriéndose aquí con amores pequeñitos como el de Gabriela y sus compañeras de escuela?

LA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, 11 DE FEBRERO


La aparición de Nuestra Señora en Lourdes
Aparición de la Virgen, 11 de febrero 
Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net



¡La Virgen se aparece a una muchacha de 14 años en Lourdes!

"Nos llena de alegría el saber que la Virgen vino a presentarse a unos niños y darnos un mensaje a toda la humanidad. 


Un poco de historia

El 11 de febrero de 1858, tres niñas: Bernadette de 14 años, su hermana Marie-Toinette, de 11 y su amiga Jeanne Abadie, de 12 años, salieron de su casa en Lourdes, Francia para recoger leña. Para llegar al lugar que se les había dicho a orillas del río Gave, tenían que pasar ante una gruta natural. Las dos niñas pequeñas cruzaron el arroyo por una parte segura pero dando chillidos porque el agua estaba muy fría. Bernadette no se atrevía a pasar porque padecía de asma. Las otras dos se negaban a ayudarla y entonces ella decidió quitarse las medias. En eso estaba cuando oyó a su lado el ruido de un murmullo, como el que produce una ráfaga de viento. Levantó la cabeza y comprobó que que los arbolillos de la otra orilla estaban quietos; sólo que le pareció advertir un leve movimiento en las maleza que crecía ante la gruta, muy cerca de ella, al otro lado del arroyo. Se quedó mirando fijamente hacia la gruta y vio agitarse con fuerza las ramas de las zarzas, pero además, en un nicho dentro de la cueva, detrás y encima de las ramas, estaba la figura de una joven vestida de blanco saludando con ligeras inclinaciones de cabeza. Vestía túnica blanca, ceñida por una banda azul y llevaba un largo rosario colgado del brazo. Al verla, le pareció que hacía signos como invitándola a orar. Bernadette se arrodilló, sacó su rosario y comenzó a rezarlo. La visión también lo rezó pero sin mover los labios, sólo pasando las cuentas. No se hablaron, pero al terminar los cinco misterios, la figura sonrió y, retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció. Las otras dos niñas regresaron de recoger la leña y se echaron a reir al ver a Bernadette de rodillas. La amiga le reprochó que no hubiera ido a buscar leña y la hermana le dijo que la veía asustada, que si había visto algo que le diera miedo. Ella le contó todo, pero le pidió no decir nada a nadie. Toinette se lo dijo a su madre al regresar a casa. La mamá le dijo a Bernadette que se había engañado y que seguramente había visto una piedra. Ella le dijo que no, que era una joven y muy bella. 

La madre le prohibió a Bernadette volver a la gruta. Muchos de sus vecinos que se habían enterado de lo que había pasado, le decían que debía regresar al lugar. La mamá le dijo a su hija que le fuera a pedir consejo al Padre Pomian quien no le hizo caso. Su madre le dijo que fuera a hablar con su padre y éste accedió a que volviera al lugar. Varias niñas emprendieron el camino a la gruta, llevando una botella con agua bendita y, al llegar, todas se arrodi-llaron a rezar el Rosario. Cuando iban en el tercer misterio “la misma joven blanca se hizo presente en el mismo lugar de antes”. Bernadette dijo “¡Ahí está!” a la que estaba junto de ella, pero ésta no vio nada. Otra niña le dio el agua bendita y levantándose, arrojó algunas gotas sobre la visión; la figura sonrió e hizo la señal de la cruz. Bernadette le dijo “si vienes de parte de Dios, acércate”. La figura avanzó un paso. En ese momento, Jeanne Abadie con otras niñas lanzaron una piedra que cayó en los pies de Bernadette. La visión desapareció. Pero Bernadette se volvió a arrodillar y permaneció inmóvil con los ojos fijos en la gruta. No se podía mover, su madre la regañó y nadie le creía. Pensaba que había visto un alma del purgatorio. 

La tercera aparición tuvo lugar el 18 de febrero, cuando una dama llamada Millet y su hija, llevaron a Bernadette a la gruta. Llevaban una vela bendita, pluma y tinta. Las tres se arrodillaron a rezar y cuando Bernadette dijo que la había visto, le entregaron papel y tinta. Bernadette le pidió a la señora escribir su nombre y lo que quisiera. Entonces, habló por primera vez diciendo que no tenía necesidad de escribir para lo que tenía que decir y le pidió si podía ir todos los días durante una quincena. Luego añadió que no prometía hacerla feliz en esta vida pero sí en la otra y elevándose hacia el techo de la gruta desapareció.

El domingo 21 de febrero gran número de personas la acompañaron a la gruta. Esta vez la visión le pidió que orara por los pecadores. Las autoridades la interrogaron y el jefe de policía le dijo que si volvía a ir sería bajo sus propias consecuencias. A ellos les preocupaba que se estaba perturbando el orden público y que el lugar de la gruta no era un lugar seguro para las multitudes.

El día 22, Bernadette fue a la gruta a pesar de las prohibiciones, pero este día no hubo aparición. El día 23 a las 6 de la mañana, Bernadette llegó al lugar y ya había unas 200 personas. Vio la aparición y cayó en trance que duró casi una hora. Al día siguiente sucedió lo mismo.

El jueves 25, después de rezar un misterio del rosario, Bernadette comenzó a avanzar de rodillas por la subida de la cueva. Al llegar a ésta se quedó viendo el nicho y la Virgen le dijo que fuera a beber en la fuente y a lavarse en sus aguas. Le señaló con el dedo donde estaba la fuente. Encontró un charquito de agua sucia y metió las manos, pero no había suficiente agua para beber. Comenzó a escarbar pero salió turbia. Después de tres veces de sacarla con las manos, ya se podía beber. Las gentes vieron que la niña tenía la cara sucia con lodo. Parecía que mordisqueaba las hojas de una planta. Después se enderezó y se fue caminando a Lourdes. Al principio la gente se burlaba. Pero ese mismo día en la tarde, brotó un manantial de agua en la gruta y su corriente desembocaba en el río Gave. Antes de una semana, el manatial estaba produciendo 102,200 litros diarios, como sigue haciéndolo hasta hoy. El día 26 había unos 800 testigos que vieron a Bernadette inclinarse a besar el suelo.

Las visiones del 27 y 28 siguieron el curso de costumbre, aunque la muchedumbre creció. Para el primero de marzo ya habían unas mil personas, entre ellas un sacerdote. Ahí tuvo lugar una curación aunque la noticia se dio dos meses después. El 2 de marzo la Señora le pidió a Bernadette que le dijera a los clérigos que le construyeran una capilla y se realizara una procesión. El señor cura la despidió fríamente y le dijo que no. El día 3 apareció cuando la mayoría de los espectadores ya se habían ido. El 4 también se apareció y hasta el 25 de marzo que Bernadette visitó la gruta en la madrugada, le preguntó quién era y ella le respondió que era la Inmaculada Concepción. Luego le pidió que le construyeran una capilla y ella le dijo que ya les había dicho pero que no le habían hecho caso y que querían un milagro como prueba de su deseo. Luego se desvaneció. 

La penúltima de las apariciones tuvo lugar el 7 de abril. La última aparición tuvo lugar el 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen. 
Bernadette ingresó a una orden religiosa de hermanas enfermeras en 1886, a los 22 años de edad murió de tuberculosis en 1898. 
A partir de esta fecha la devoción por la Virgen y las visitas a la gruta adquirieron gran importancia. Con el agua del manantial han habido muchas curaciones. Acuden miles de enfermos cada año.
El papa Juan Pablo II ha visitado este santuario.

Algunas personas te podrán decir que esto de ir a las peregrinaciones no tiene sentido, que lo mismo se le puede rezar a la Virgen en cualquier iglesia. Esto es cierto, pero también lo es el que se pueden recibir gracias especiales asistiendo con devoción a estos lugares, como se ha demostrado con las numerosas curaciones que acontecen en esos santuarios. 




¡Oración!

María de Lourdes, continua tu labor de cuidado materno a nosotros tus hijos necesitados para que seamos siempre fieles a Dios.

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, ADVOCACIÓN MARIANA, 11 DE FEBRERO


Nuestra Señora de Lourdes
Advocación Mariana, 11 de febrero
Por: P. Felipe Santos | Fuente: www.reinadelcielo.org



Advocación Mariana

Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.

Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de tan extraordinaria iniciativa del Creador. La Madre de Jesús, nuestra Madre también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.

Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.

Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza, como un cristal puro que resuena y sacude con su timbre los tímpanos del mundo.

Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.

www.reinadelcielo.org


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Las dos veces que he visitado Lourdes, mi alma se ha sentido feliz. Con una felicidad que sobrepasa todos los límites de lo espiritual y trascendente.

He visitado todo lo ha habido y por haber en la gruta de las apariciones. Incluso un antiguo alumno, que pasa allá sus vacaciones haciendo el bien a la gente como camillero, me ha contado que ha visto con sus propios ojos los milagros maravillosos que hace cada día la Madre de Dios.

Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.

Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.

Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.

Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.

El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.

¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?

En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.

Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.

¡Felicidades a las Lourdes!