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domingo, 30 de marzo de 2014

EQUIPAJE


Equipaje..


Cuando tu vida empieza, tienes apenas una pequeña maleta de mano...

A medida en que los años van pasando, el equipaje, va aumentando poco a poco.

Porque existen muchas cosas, que recoges por el camino... porque piensas que ellas, son importantes...

En un determinado punto del camino , comienza a ser insoportable cargar tantas cosas, en verdad pesan demasiado...

Entonces, puedes escoger:

Permanecer sentado a la vera del camino, esperando que alguien te ayude, lo que es muy difícil...

Pues todos los que pasen por allí , ya traerán su propio equipaje. Puedes pasar la vida entera esperando y esperando...

O puedes disminuir el peso, eliminando lo que no te sirva, pero...qué tirar???...

Empiezas tirando todo para afuera y viendo lo que tienes dentro...

Amistad... Amor... Amor... Amistad...

Bien!!!, tienes bastante, es curioso... no pesa nada!!!

Mas tienes algo pesado...

Haces un gran esfuerzo , para tirar...La RABIA - Cómo pesa!!!

Empiezas a tirar y tirar, y aparecen la INCOMPRENSIÓN, el MIEDO, el PESIMISMO...

En este momento, el DESANIMO casi te empuja hacia dentro de la maleta...

Pero tu, empujas para afuera con toda tu fuerza, y aparece una SONRISA, que estaba sofocada en el fondo de tu equipaje...

Sacas otra sonrisa y otra mas, y entonces sale la FELICIDAD...

Colocas las manos dentro de la maleta y sacas la TRISTEZA...

Ahora, tienes que dejar la PACIENCIA dentro de la maleta, pues vas a necesitar bastante...

Procura entonces , dejar también:

FUERZA, ESPERANZA, CORAJE, ENTUSIASMO, EQUILIBRIO, RESPONSABILIDAD, TOLERANCIA y BUEN HUMOR...

Tira la PREOCUPACIÓN también o déjala de lado, después piensas que hacer con ella...

Bien, tu EQUIPAJE está listo, está para ser usado de nuevo!!!

Mas piensa bien en lo que vas a colocar dentro, ahora es para ti!!!...

Y no te olvides de hacer esto muchas veces, pues el camino es muy, muy largo por recorrer...

EL PADRE SABE LO QUE TE HACE FALTA



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Padre sabe lo que te hace falta
Lunes cuarta semana de Cuaresma. ¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia?


Cuaresma es el tiempo de conversión del corazón. Cuaresma es el tiempo de regreso a Dios. Esto tendría que inquietarnos para ver si efectivamente estamos regresando a Dios no solamente las cosas que Él nos ha dado, sino si nosotros mismos estamos regresando a Dios. 

Podríamos decir que cada uno de nosotros es un don de Dios para uno mismo; la vida es un don que Dios nos da. ¿Cómo estamos regresando ese don a Dios? Esta conversión del corazón, ese regresar a Dios, ese volver a poner a Dios en el centro de la vida, ¿cómo lo estoy haciendo? ¿Hasta qué punto puedo decir que realmente nuestro Señor está recibiendo de mí lo que me ha dado? 

Cuando nos enfrentamos con nuestra vida, con nuestros dolores, con nuestras caídas, con nuestras miserias, con nuestros triunfos y gozos, podría darnos miedo de que no estuviésemos en la condición de dar al Señor lo que Él espera de nosotros. Miedo de que no estuviésemos en la situación de regresar, con ese corazón convertido, todo lo que el Señor nos ha dado a nosotros. 

Jesús en el Evangelio dice: “El Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan”. Dios nuestro Señor sabe perfectamente qué es lo que necesitamos en ese camino de conversión hacia Él. Sabe perfectamente cuáles son los requerimientos interiores que tiene nuestra alma para lograr una verdadera conversión del corazón. 

Yo me pregunto si a veces no tendremos miedo de este conocimiento que Dios tiene de nosotros. ¿No tendremos miedo, a veces, de que el Señor puede llegar a conocer lo que necesitamos? 

Sin embargo, debemos dejar que el alma se abra a su mirada. En la oración que el Señor nos enseña en el Evangelio y que repetimos en la Misa: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, nos llama a confiar plenamente en el Señor, a pedirle que Él sea santificado y que venga a vivir en nosotros su Reino. Es la oración de un corazón que sabe pedir a Dios lo que Él le dé y que se abre perfectamente para que el Señor le diga lo que necesita. 

¡Cuántas veces a nosotros nos puede faltar esto! Deberíamos exigirnos que nuestra vida vuelva a Dios con una confianza plena; que se adhiera a Dios sólo y únicamente como el único en quien de veras se puede confiar. 

Creo que ésta podría ser una de las principales lecciones de conversión del corazón. 

¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia? ¿Con qué fecundidad estamos dándole a Dios en nuestra vida? Si al examinarnos nos damos cuenta de que nos faltan muchos frutos, si al examinarnos nos damos cuenta de que no tenemos toda la fecundidad que tendríamos que tener, no tengamos miedo, Dios sabe lo que necesitamos, y Dios sabe qué es lo que en cada momento nos va pidiendo. ¿Por qué si Dios lo sabe, no dejarme totalmente en sus manos? ¿Por qué, entonces, si Dios lo sabe, no ponerme totalmente a su servicio en una forma absoluta, plena, delicada? 

Precisamente esto es la auténtica conversión del corazón. La conversión del corazón en la Cuaresma no va a ser hacer muchos sacrificios; la conversión del corazón en la Cuaresma es llegar al fondo de nosotros y ahí abrirnos a Dios nuestro Señor y ponernos ante Él con plenitud. 

Vamos a pedirle a Dios que sepamos regresarle todo lo que nos ha dado, que sepamos hacer fecundo en nuestro corazón ese don que es nuestra vida cotidiana, ese don que somos nosotros mismos para cada uno de nosotros. Que esa sea nuestra intención, nuestra oración y sobre todo, el camino de conversión del corazón. 

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA


CONSAGRACIÓN AL
 CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, a vuestro Corazón Inmaculado nos consagramos, en acto de entrega total al Señor. Por Vos seremos llevados a Cristo, y por Él y con El seremos llevados a Dios Padre. Caminaremos a la luz de la fe, y haremos todo para que el mundo crea que Jesucristo es el Enviado del Padre. Con Él queremos llevar el Amor y la Salvación hasta los confines del mundo. Bajo la maternal protección de vuestro Corazón Inmaculado, seremos un solo pueblo con Cristo. Seremos testimonio de su Resurrección. Por Él seremos llevados al Padre, para gloria de la Santísima Trinidad, a quien adoramos, alabamos y bendecimos. Amen.

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN A NUESTRO SEÑOR JESÚS



ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Señor Jesús, que me conozca a mi 
y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: 31 DE MARZO DEL 2014

Autor: Laureano López | Fuente: Catholic.net
Vete que tu hijo vive
Juan 4, 43-54. Cuaresma. Si queremos que de verdad Dios nos cure, tenemos que acercarnos a Él confiadamente.
 
Vete que tu hijo vive
Del santo Evangelio según san Juan 4, 43-54

Pasados los dos días en Samaria, partió de allí para Galilea. Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive». Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Oración introductoria

Señor mío, aquí estoy para escucharte porque sé que tu palabra es espíritu y vida. Jesús mío, Tú conoces y sabes que muchas veces en mi vida pongo mi confianza en las palabras del mundo y me falta crecer en la fe para llegar a la certeza que me brindan tus palabras. Te ofrezco esta meditación por todos aquellos que no creen en la fuerza transformativa de tu palabra. Purifica los ojos de nuestra pobre razón humana con el colirio de la fe, para que podamos contemplar la realidad como Tú la ves.

Petición

Dios mío ayúdame a ser coherente y vivir de la fe. Que viva lo que creo, para evitar el error de creer como vivo.

Meditación del Papa Francisco

¿Qué sentido tiene "insistir" con Dios?
Esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar en un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a rezar con insistencia no porque no sabe qué necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él al lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia y también su ayuda.
Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia - como Moisés, que debía tener los brazos alzados para hacer vencer a su pueblo. Y así: hay una lucha que llevar adelante cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza y la oración es la expresión de esta fe. Por eso Jesús nos asegura la victoria, pero nos pregunta: "Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" Si se apaga la fe, se apaga la oración y nosotros caminamos en la oscuridad, nos perdemos en el camino de la vida.(S.S. Francisco, 20 de octubre de 2013). 

Reflexión apostólica

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y quiere liberarnos de toda esclavitud y tristeza perdonándonos todas nuestras faltas. Si tenemos fe, si queremos que de verdad nos cure, debemos acercarnos confiadamente para que nos llene de su gracia. Por esto, cada vez que nos disponemos a recibirle en la Eucaristía le decimos una breve oración que nos hace más humildes, "Señor, no soy digno que entres a mi casa, pero sé que basta una palabra tuya para sanarme".

La vida diaria nos presenta un reto muy grande que consiste en vivir desde la fe, en creer plenamente en Cristo. El Evangelio nos ofrece una clave preciosa para dirigir nuestras acciones cotidianas, para convertirnos en apóstoles verdaderos de Cristo y obtener la vida. "Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino". La palabra de Cristo se convierte en transformativa cuando el hombre la acepta, se convierte, se pone en camino y así puede llegar a la vida. Vida que no sólo es física, sino vida espiritual y eterna. La fuerza de Dios se manifiesta en Cristo que es la Palabra. Una Palabra en la que la vida, acciones y pensamientos están perfectamente unidos. Por ello Cristo es la Persona más coherente y eso le da credibilidad. Los cristianos, como apóstoles y seguidores de Cristo, estamos llamados a ser testimonios coherentes de vida. Por ello no se puede separar la fe de la vida y, en consecuencia, las acciones del apóstol de Cristo siguen la moral cristiana. Por ello los mayores apóstoles de todos los tiempos han sido, no los hombres buenos, sino los hombres santos. Aquellos que hablaban "de Cristo" pero porque habían hablado primero "con Cristo". Aquellos que habían hecho primero un encuentro profundo con la Palabra que cambió radicalmente su vida.

Propósito

Procuraré hacer una reflexión evangélica con toda mi familia.

Diálogo con Cristo

Jesús, Tú eres la Palabra del Padre que has venido al mundo para darme la vida y salvarme. Sé que Tú puedes transformarme pero quieres que yo libremente te acepte. Ayúdame para que crea y tenga vida y pueda mi experiencia de encuentro contigo a toda mi familia.

Es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón (San Pablo. Heb 4,12).





  • Preguntas o comentarios al autor
  • Laureano López 

    EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 30 DE MARZO DEL 2014

    Autor: P Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
    Los ciegos voluntarios
    Juan 9, 1-41. 4o. Domingo de Cuaresma. ¡Sí que son necios e insensatos los hombres cuando no aceptan a Dios y pretenden tapar el sol con un dedo!
     
    Los ciegos voluntarios
    Del santo Evangelio según san Juan 9, 1-41

    Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.» Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo. Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ´Vete a Siloé y lávate.´ Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.» Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.» No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.» Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera. Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.» El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.» Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos", vuestro pecado permanece.»

    Oración introductoria

    Señor, quiero que seas la luz de mi mundo y de este momento de oración. Tú eres infinitamente bueno y no sólo me amas, sino que también eres mi amigo, aunque soy un pecador, un ciego que equivoca su camino no pocas veces.

    Petición

    Señor, acrecienta mi fe en tu poder y misericordia.

    Meditación del Papa Francisco

    También hay cristianos sin Cristo que buscan cosas un poco raras, un poco especiales, que van detrás de las revelaciones privadas. Solamente es válido lo que te lleva a Jesús, y solamente es válido lo que viene de Jesús. Jesús es el centro, el Señor, como Él mismo dice.
    Además, el signo de ser un cristiano con Jesús es el del ciego de nacimiento que se postra delante de Jesús para adorarlo. Si tú no consigues adorar a Jesús, algo te falta. Una regla, un signo. La regla es; soy un buen cristiano, estoy sobre el camino del buen cristiano si hago lo que viene de Jesús y hago lo que me lleva a Jesús, porque Él es el centro. El signo es: soy capaz de adorar, la adoración. Esta oración de adoración delante de Jesús.
    Que el Señor nos haga entender que solamente Él es el Señor, es el único Señor. Y nos dé también la gracia de amarlo mucho, de seguirlo, de ir sobre el camino que Él nos ha enseñado. (Cf. S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta). 

    Reflexión

    Además de la luz, del Cordero, del agua, encontramos en el evangelio de san Juan otras realidades fuertemente cargadas de un profundo simbolismo espiritual y teológico.

    Y éstas son los binomios: vida-muerte y vista-ceguera, entre otros. Del primero nos habla el evangelio de la próxima semana, en el pasaje de la resurrección de Lázaro. Y del segundo, en este domingo.

    Para Juan, el verbo "ver" –en griego, blépein, idéin, theoréin— está lleno de significado. Por supuesto que se refiere a la vista física, pero muchas veces la sobrepasa para situarse en un nivel espiritual. Y así, es bastante normal que salte con facilidad de la visión natural al plano sobrenatural. Más aún, el significado más genuino del verbo joánico "ver" es el de la fe. Ya desde el prólogo de su evangelio habla de la luz y las tinieblas, e insiste constantemente en la contraposición de la fe de los discípulos y la incredulidad de los "judíos".

    Además, el tema de la fe es un verdadero "leitmotiv" a lo largo de todo el cuarto evangelio y se repite casi hasta la saciedad. Jesús mismo llega a afirmar que el motivo más decisivo y fundamental de la Encarnación fue la salvación de la humanidad a través de la fe en Él: "Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su unigénito Hijo para que todo el crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16). Y unas líneas más adelante dirá que "el que cree en Él no es juzgado; pero el que no crea, ya está juzgado, por no haber creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3, 18-19).

    Antes de poner punto final al evangelio, en el epílogo, confiesa san Juan que “todas estas cosas fueron escritas en este libro para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 31).

    El pasaje de la curación del ciego de nacimiento se coloca, precisamente, en esta misma perspectiva. Y dentro del proceso de conversión a la que nos invita Dios nuestro Señor en este tiempo de gracia, que es la Cuaresma.

    La narración del milagro es emocionante. Un ciego de nacimiento, que es capaz de llegar a ver por la acción curativa de Jesús. Y los fariseos, en cambio, que dicen que ven, pero que en realidad están bien ciegos. Ven, sí, con los ojos del cuerpo, pero son unos pobres ciegos en el mundo de la fe.

    En todo el pasaje –sobre todo a través de los diálogos— impresiona la tenacidad y la firmeza de las actitudes en los diversos personajes. El ciego, por un lado, insiste en su fe sencilla y en su testimonio de Cristo. Él no es un erudito ni un letrado –como los fariseos— pero se ampara, con un realismo aplastante, en la contundencia de los hechos: "yo no sé si Jesús es un pecador o no; lo que sé es que yo antes era ciego, y ahora veo" (Jn 9, 25). ¡Qué lógica tan simple y tan tumbativa!

    Los fariseos, en cambio, sabios y orgullosos, tercos y fríos calculadores, perseveran inconmovibles en su tosudez e incredulidad, a pesar de todas las evidencias del milagro y de los repetidos testimonios del ciego. ¡La de los fariseos sí que es ceguera! Y lo más triste y trágico del asunto es que están ciegos porque ellos quieren estarlo, por su propia voluntad, por su dureza de corazón, por su empedernimiento interior y su incredulidad. Así han decidido ellos desde el inicio y no quieren aceptar su "derrota". Sería para ellos una vergüenza y una grandísima humillación. Por eso no creen en Jesús, ni siquiera ante la elocuencia muda y palmaria de los hechos.

    Más aún, buscan razones para negar el milagro y estúpidamente acusan a Jesús de ser un pecador y de que no viene de Dios porque no respeta el sábado. ¡Sí que son necios e insensatos los hombres cuando no aceptan a Dios y pretenden tapar el sol con un dedo de la mano!

    El ciego, cuando ve que los constantes interrogatorios de los fariseos no proceden de buena fe, sino que nacen de su orgullo y de su impertinencia, con gran sencillez refuta sus argumentos y les echa en cara lo ridículo y necio de su postura: "Eso sí es de maravillar –les dice el ciego-: que vosotros no sepáis de dónde viene Jesús, habiéndome abierto a mí los ojos. Sabido es que Dios no oye a los pecadores; pero si uno es piadoso y hace su voluntad, a ése le escucha. Jamás se oyó decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no fuera de Dios, no podría hacer nada" (Jn 9, 30-33).

    Los fariseos, ni siquiera entonces cambian de postura, sino que se endurecen más y más. Y, no satisfechos con no aceptar a Jesús, expulsan de la sinagoga –o sea, excomulgan— al que antes había sido ciego por haber creído y haber dado testimonio del Señor.

    Ése es, precisamente, el verdadero problema, su pecado mayor: la soberbia y la altanería. No son humildes y por eso no creen ni aceptan a Jesús. Es un pecado de empedernimiento y de ceguera voluntaria. A esto llamaría luego nuestro Señor “pecado contra el Espíritu Santo”, o sea, de resistencia consciente a la gracia de Dios. ¡Qué tremendo!

    Ojalá que nunca nos pase a nosotros eso que les aconteció a los fariseos. Pidamos a nuestro Señor la gracia de ser profundamente humildes y sencillos de corazón, como este ciego de nacimiento, para creer en Él con una viva, para confesar y proclamar públicamente a Jesús, incluso a costa de burlas y de persecuciones que suframos en su nombre.

    Pero esta fe, para que sea auténtica, debe ser operante y práctica; o sea, ha de envolver toda nuestra persona y nuestro ser entero. No se trata de algo meramente intelectual o de una aceptación racional de las verdades del dogma católico. Es, más bien, confianza absoluta en Dios nuestro Señor, en su poder y en su misericordia; abandono total al Plan de Dios, como un niño pequeño en brazos de su padre; y absoluta disponibilidad a su santísima Voluntad sobre nosotros, como María y como los santos. Que el Señor nos conceda esta gracia en esta Cuaresma.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    LA BIBLIA Y EL TELÉFONO MÓVIL



    LA BIBLIA Y EL TELÉFONO MÓVIL


    Me pregunto qué pasaría si tratásemos a nuestra Biblia como tratamos a nuestro teléfono móvil.

    ¿Y si la lleváramos a todos lados en nuestra cartera o bolsillo?

    ¿Y si regresáramos a casa si se nos hubiera olvidado?

    ¿Y si la revisáramos varias veces al día?

    ¿Y si la usáramos para recibir mensajes del texto?

    ¿Y si la tratáramos como si no pudiésemos vivir sin ella?

    ¿Y si la ofreciéramos como regalo?

    ¿Y si la usáramos mientras viajamos?

    ¿Y si la usáramos en caso de emergencia?

    Esto es algo para animarnos a preguntar... hmmm... ¿dónde está mi Biblia?

    Ah, y una cosa más. A diferencia de nuestro teléfono móvil, no tenemos que preocuparnos de que nuestra Biblia se quede sin saldo… ¡porque Jesús ya pagó la cuenta!

    La Biblia está cargada eternamente. Nunca tiene que ser recargada.

    Cuando dices: "Es imposible" Dios dice: Todo es posible. (Lucas 18:27)

    Cuando dices: "Estoy muy cansado." Dios dice: Yo te haré descansar. (Mateo 11:28-30)

    Cuando dices: "Nadie me ama en verdad." Dios dice: Yo te amo. (Juan 3:16 y Juan 13:34)

    Cuando dices: "No puedo seguir." Dios dice: Mi gracia es suficiente. (II Corintios 12:9 y Salmos 91:15)

    Cuando dices: "No puedo resolver las cosas." Dios dice: Yo dirijo tus pasos. (Proverbios 3:56)

    Cuando dices: "Yo no lo puedo hacer." Dios dice: Todo lo puedes hacer. (Filipenses 4:13)

    Cuando dices: "Yo no soy capaz." Dios dice: Yo soy capaz. (II Corintios 9:8)

    Cuando dices: "No vale la pena." Dios dice: Sí valdrá la pena. (Romanos 8:28)

    Cuando dices: "No me puedo perdonar." Dios dice: YO TE PERDONO. (I Juan 1:9 y Romanos 8:1)

    Cuando dices: "No lo puedo administrar." Dios dice: Yo supliré todo lo que necesitas. (Filipenses 4:19)

    Cuando dices: "Tengo miedo." Dios dice: No te he dado un espíritu de temor. (I Timoteo 1:7)

    Cuando dices: "Siempre estoy preocupado y frustrado." Dios dice: Hecha tus cargas sobre mi. (I Pedro 5:7)

    Cuando dices: "No tengo suficiente fe." Dios dice: Yo le he dado a todos una medida de fe. (Romanos 12:3)

    Cuando dices: "No soy suficientemente inteligente." Dios dice: Yo te doy sabiduría. (I Corintios 1:30)

    Cuando dices: "Me siento muy solo." Dios dice: Nunca te dejaré, ni te desampararé. (Hebreos 13:5)

    TOMAR DECISIONES


    TOMAR DECISIONES


    Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó. Pero luego, en la primavera, vio desolado que al tronco marchito de ese árbol le salieron brotes nuevos. 

    Mi padre dijo: "Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. Pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco". 

    Y volviéndose hacia mí, me aconsejó: "Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno."

    Moraleja: Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes las más importantes decisiones cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la primavera volverá".

    Y recuerda siempre pedirle al Espíritu Santo que te ilumine no sólo a la hora de tomar decisiones, sino en todas las acciones que realices cada día.