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miércoles, 5 de marzo de 2014

¿QUÉ SIGNIFICA EL RITO DE LA CENIZA?


¿Qué significa el rito de la Ceniza?
La cuaresma empieza para los cristianos con la ceniza de la conversión y acaba con la luz pascual renovadora
 



Miércoles de Ceniza

Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es sino un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.

Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.


Autor: Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net

POR CUARESMA...



POR CUARESMA.!
  
Como ciertos utensilios, también las personas necesitamos
una revisión personal de nuestra vida. El mejor escáner
es la Palabra de Dios. Escúchala y medítala con cierta frecuencia.
Te dará pistas para situar aquellos aspectos de tu persona
que no están en armonía con Jesús
  
Participar en una fiesta implica el revestirse interior
y exteriormente en consonancia con la situación.
La Pascua, la cruz, el amor de Dios, la muerte de Jesús
y su Resurrección, nos exige derribar esos muros
que nos impiden vivir cerca de Él.

En cuaresma, durante 40 días, intentamos recuperar
el brillo perdido de nuestra fe cristiana. Acompañar a Jesús
en el camino hacia la cruz. En definitiva tenemos un reto:
recuperar y consolidar el estilo de los primeros cristianos
que celebraban con gran alegría la Pascua del Señor.

Aprovechemos este tiempo para convertirnos (regresar
de caminos equivocados), para entrar en una comunión
más perfecta con Dios (la oración) y para no olvidar
los sufrimientos de los demás (la limosna).

La cuaresma es un espacio de tiempo en el que peregrinamos
hacia el interior de nosotros mismos. Ante tanta dispersión,
estas semanas, nos invitan al recogimiento, a la reflexión
y a encontrarnos con nosotros mismos. Jesús nos acompaña.

La cuaresma es un camino que nos lleva al Señor.
No nos detengamos en ninguno de sus cuarenta peldaños.
Este tiempo tiene un fin: llevarnos al encuentro personal
con la misericordia de Dios. Lo hace por nosotros.
Por nuestra salvación.

Que contemplando la cruz, y arropados por María
y por Juan, acompañemos al Señor que ofrece todo
lo que es por la humanidad. En Juan tendremos un amigo
y, en la Virgen, una buena Madre.

Muchos son los ídolos que llaman nuestra atención.
Que no nos acostumbremos a tener al Señor como una especie
de legado, de herencia de tiempos pasados. Es mucho más:
¡es el Señor! ¡El Salvador que nos revela plenamente
el amor que Dios nos tiene!

Saltar al camino de la cuaresma es saber que estamos
llamados a despojarnos de aquello que nos impide ser
“otros cristos”. La oración, el ayuno y la limosna nos abrirán
una ventana a Dios, una oportunidad para el dominio personal
y una mano para el que vive en dificultades.

Los cuarenta días de la cuaresma pueden ser un noviazgo
entre el Señor y cada uno de nosotros. Es la hora de tomar
posiciones: ¿El pecado o la gracia? ¿La vida o la muerte?
¿La conversión o la mediocridad? ¿La verdad o la mentira?
¿La oración o la dispersión?

La cuaresma es un tiempo de conocimiento de Jesús.
Que no falte su Palabra y la eucaristía diaria. Sólo así podremos
comprender y entender lo qué quiere de nosotros y seremos
fuertes en el duro combate de la vida.

La cuaresma es un “volver a casa”. Como el hijo pródigo
meditamos nuestros errores y nuestras traiciones a Dios Padre.
Pensándolo es bueno dar marcha atrás, examinar y clarificar
 nuestra conciencia y blanquear nuestro interior con una buena
confesión sacramental

La cuaresma es discernimiento y, también, afán identitario
de lo que somos: cristianos. Jesús va por delante y nos muestra
esa opción desde la proclamación pausada del Evangelio diario.

Igualmente, este periodo pre-pascual, es una oportunidad
para dar testimonio de nuestra fe. Los discípulos, camino
de Jerusalén, acompañaron al Señor. Se dejaron seducir
por su Palabra, oración y milagros. Que no nos perdamos
en el inmenso carnaval que nos rodea.

La cuaresma no es un fin en sí misma; es un camino
que desemboca en la Pascua. En la pasión, muerte
y resurrección de Jesús. No aventurarnos a recorrer
este camino no nos facilitará el vivir con intensidad
esos misterios que nos aguardan.

Toda obra escrita tiene un índice. La gran obra redentora
de Jesús fue su “semana santa”. La cuaresma es un índice
que nos ayuda a centrar y nos conduce a celebrar la obra
de la salvación que Jesús nos trae en la Pascua.

P. Javier Leoz

EL AYUNO EN LA CUARESMA



EL AYUNO EN LA CUARESMA

El ayuno fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerza para vencer y amortiguar sus pasiones y dispone el corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todos.

El ayuno purifica el alma, eleva el espíritu, sujeta la carne al espíritu, da al corazón contrición y humildad, aplaca los ardores del placer y enciende la luz de la castidad.

El ayuno significa un dominio sobre nosotros mismos, ser exigentes en las relaciones con nosotros mismos, estar prontos a renunciar a las cosas y no solo a los manjares sino también a los goces y placeres diversos que nos perjudican.

El ayuno riguroso es penitencia gratísima a Dios sin poner en riesgo nuestra salud.
Es alimento del alma y del espíritu, la vida de los Ángeles, la muerte del pecado, la extinción de las culpas, el remedio de la salud, la raíz de la gracia, el fundamento de la castidad.

La abstinencia y la mortificación del cuerpo son excelentes virtudes, cuando al mismo tiempo nos abstenemos de los vicios y pecados.

PROPÓSITOS DE CUARESMA



Propósitos de Cuaresma


1) Para saber

En el mensaje de Cuaresma del Papa Benedicto XVI nos invita a ser conscientes de dos cosas: primero, de nuestra condición de criaturas que no siempre correspondemos a Dios como debemos creyéndonos autosuficientes. La segunda, y muy relacionada con la primera, del gran amor de Dios por nosotros que fue capaz de enviarnos a su Hijo quien murió para que fuéramos perdonados.

Si esta Cuaresma somos más conscientes de ese amor de Dios, una consecuencia consistirá en alejarnos de todo aquello que pudiera ofenderlo.

2) Para pensar

A veces los seres de la naturaleza nos dan lecciones. Tal es el caso del armiño. Es uno de los carnívoros más pequeños del mundo, tiene el cuerpo alargado y extraordinariamente flexible. Habita bosques y estepas. Suele establecer su madriguera bajo un montón de piedras o disimulada en el interior de una mata espinosa. Antiguamente se cazaba al armiño por su suave piel, de una gran calidad, y de la que se confeccionaban abrigos. Su piel es muy cotizada gracias a su color muy blanco, atractivo y suave.

Se dice que el armiño es el animal más celoso en cuanto a mantenerse limpio. Al ser muy ágil, cuando los cazadores quieren atraparlo, sabiendo de su aversión a ensuciarse, utilizan una estrategia: optan por ensuciar la cueva donde el armiño vive. Y así, cuando lo van siguiendo los perros, el armiño se niega a entrar a su guarida al ver la suciedad, no importando caer en el peligro, incluso aunque lo atrapen o muera.

La historia nos recuerda a personas que han preferido cuidar su alma a costa de grandes sacrificios. Algunos han dejado su puesto de trabajo, por no ser cómplices de la corrupción. Incluso hay mártires que han preferido perder la vida antes que ofender a Dios.

Un ejemplo edificante fue el de la niña Santa María Goretti. Ella era una niña de gran fe que ayudaba a su madre viuda con su arduo trabajo al sostenimiento de su casa. A pesar de ser analfabeta, María soñaba con poder instruirse, y poseía una notable inteligencia que se demostró cuando se aprendió el Catecismo con sólo oírlo, y así pudo hacer su Primera Comunión.

Había un joven que pretendía a María llamado Alessandro, pero no era correspondido. Un día la sorprendió sola e intentó abusar por la fuerza de ella, pero María opuso resistencia y trató de hacerlo razonar, mencionando que lo que quería hacer era un grave pecado y que ella no quería que Alessandro se condenase.

Alessandro se descontroló por completo, y la apuñaló. En su lecho de muerte, María perdonó a su asesino; y añadió que quería que Alessandro estuviera con ella en el Paraíso. María murió, a la edad de doce años.

El asesino de María, cumplió su condena en la cárcel y tuvo un cambio de vida gracias al ejemplo de María, incluso ingresó a un convento capuchino.

María fue beatificada en 1947, en presencia de su propia madre y de su asesino, ambos reconciliados; y fue canonizada por el Papa Pío XII en 1950.

3) Para vivir

La tentación a pecar está a la vuelta de la esquina. Puede resultar difícil no ceder, pero no es imposible. Este tiempo de Cuaresma ha de servir para examinarnos y evitar aquellas situaciones que nos llevan a pecar.

San Josemaría Escrivá nos aconseja. “A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad” (Camino 139).

Pbro. José Martínez Colín

CAMINOS DE CUARESMA



Caminos de Cuaresma
   
Ya lo sé. No me lo digan.
La cuaresma es un camino.
Camino de tentación y de triunfo.
Camino de lucha y esfuerzo.
Es de los caminos que me gustan.
No me gustan los caminos hechos.
No me gustan los caminos andados.
No me gustan los caminos cortos.
No me gustan los caminos de todos.
Me gustan los caminos de Dios,
Que también son mis caminos.
Me gustan los caminos que exigen esfuerzo.
Los caminos que requieren valentía.
Los caminos que exigen decisión.
Por eso me gustan los caminos de cuaresma.
Esos que requieren conversión.
Esos que exigen cambiar de corazón.
Esos que requieren cambiar de cabeza.
Esos que exigen cambiar de vida.
Y que cuando lleguemos al final
El sea nuevo para nosotros
Y nosotros nuevos para El.
Me gustan los caminos de cuaresma.
Son los caminos que Dios nos pone por delante.
Son los caminos que El anduvo primero.
Son los caminos que El anda con nosotros.
Son los caminos que El anda a nuestro lado.
Caminos en los que Dios cae, cuando yo caigo.
Caminos en los que Dios se levanta, cuando yo me levanto.
Caminos en los que Dios se cansa en mis cansancios.
Caminos en los que Dios sonríe en mi propia alegría.
Pero los caminos de la Cuaresma
No los quiero andar solo. Te necesito a mi lado.
No quiero llegar solo la final. Quiero llegar contigo.
Que si me canso, cuente con tu mano.
Que si me fatigo, escuche siempre tu voz.
Que si me voy quedando, alguien me empuje.
Por eso te necesito a ti.
Por eso me necesitas.
Por eso nos necesita Él.
Y cuando lleguemos a la Pascua,
Sintamos que no hemos andado en balde.
Que no hemos corrido por gusto.
Que no hemos luchado inútilmente.
Y sentiremos que bien valió la pena.
Porque habrás hecho de nosotros,
Los primeros testigos de tu Resurrección.
Y se lo contaremos a los demás.
Y se lo diremos gozos a todo el mundo:
“Lo hemos visto”. “Y está vivo”.
“Lo conocimos al partir el pan”.
“Se nos apareció”. “Y vimos sus llagas”.
“Y tocamos su costado”.  Aleluya.

(Clemente Sobrado C.P.)

EL EVANGELIO DE HOY: 05.03.2014

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Rectitud de intención
Mateo 6, 1-6.16-18. Miércoles de Ceniza. Esperar la recompensa no del aplauso de los hombres sino de Dios.
 
Rectitud de intención
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 

Oración introductoria 

Señor, hoy que inicia la Cuaresma te imploro me ayudes a vivirla animado por una fe más auténtica, más firme, con una mayor pureza de intención y por la esperanza que la anima, busque crecer en el amor. Que tu gracia me guíe para aprovechar todos los medios espirituales que me ofreces a través de nuestra madre, la Iglesia.

Petición

Señor, dame la gracia de convertirme a Ti con todo mi corazón, recordando que polvo soy.

Meditación del Papa Francisco

El Señor habla de ayuno, oración y limosna: los tres pilares de la piedad cristiana, de la conversión interior que la Iglesia nos propone a todos en Cuaresma. Y en este camino están los hipócritas, que presumen al hacer ayuno, al dar limosna, al rezar. […] Éstos no saben de belleza, no saben de amor, no saben de verdad; son pequeños, viles. El camino contrario nos habla de largueza, de alegría. Todos hemos tenido la tentación de la hipocresía. Todos. Todos los cristianos. Pero todos tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo, la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la largueza. El hipócrita no sabe lo que es la alegría, no sabe lo que es la largueza, no sabe lo que es la magnanimidad. ¡Cuánto mal nos hace a todos! Todos nosotros tenemos la posibilidad de convertirnos en hipócritas, por eso hay que pensar en Jesús, que nos habla de rezar en lo secreto, perfumar la cabeza el día del ayuno y no tocar la tromba cuando hacemos una obra buena. En esto, en la oración nos hará bien la imagen tan bella del publicano: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”. Y esta es la oración que nosotros debemos hacer todos los días, con la conciencia de que somos pecadores, con pecados concretos, no teóricos. (S.S. Francisco, 19 de junio de 2013, homilía en misa matutina en la capilla de Santa Marta). 

Reflexión

Es propio del hombre la tendencia natural que siente a que se le recompense cuando ha hecho algo bien. Parte de la educación que recibimos de pequeños es por medio de la premiación y del regalo. Un regalo si nos portamos bien, si sacamos buenas notas en el colegio, si nos tomamos la medicina cuando estamos enfermos, etc. Y ya de mayores la mayoría de las veces actuamos para ser vistos por los demás, porque nos gusta llamar la atención en medio de un grupo de amigos o incluso en la propia familia. Y no digamos cuando hemos hecho un acto de beneficencia a otra persona. En estos casos pensamos que todos deben darse cuenta de la grandiosa generosidad con que cuenta el mundo con mi presencia en esta tierra. Nos incluimos dentro de las maravillas del mundo.

Sin embargo, el evangelio de hoy no enseña completamente lo contrario. Dice que ni siquiera la mano izquierda se debe enterarse de lo que hace la derecha. Parecería una exageración, pero detrás de este evangelio se encuentra la enorme riqueza y el enorme valor de Cristo. Pues, cuando quiere que le ofrezcamos un sacrificio, un acto de generosidad, quiere que se la ofrezcamos sólo a Él y para Él. Lo que llaman algunos "pureza de intención". Es decir, hacer las cosas sólo por amor a Cristo. Esperando la recompensa no del aplauso de los hombres sino de Dios. Es un aplauso muy silencioso en la tierra pero exageradamente estruendoso en el cielo. Hagamos la prueba buscando no ser vistos y alabados por los hombres la próxima ocasión en que hagamos el bien a una persona.


MIÉRCOLES DE CENIZA

En este día los buenos cristianos asisten a las iglesias a que les impongan la ceniza, al mismo tiempo que escuchan unas palabras: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio". Esas palabras explican el sentido de ese rito tan atrevido con el que da inicio la cuaresma. ¡Arrepiéntete!, se nos dice.

Hay tiempo de pecar y tiempo de convertirse. El tiempo de pecar suele ser muy largo. Todos pasamos por momentos malos, en que abandonamos el buen camino y nos adentramos en la mala vida. Incluso, podemos observar, cuando miramos hacia atrás, que hay un período en la vida en que nos hemos alejado mucho de Dios, de la Iglesia, de las buenas costumbres. Son esos días negros a los que no queremos mirar.

Pero hay también épocas buenas, en las que hemos sido capaces de hacer el bien, hemos estado en paz con Dios, con los demás y con nosotros mismos.

Si pudiéramos observar en una película nuestro mejor día vivido y nuestro peor día, nos asombraríamos de dos cosas: Primero: de cómo hemos bajado tanto. Quizá tendríamos que decir: "Nunca me imaginé que podía llegar a hacer lo que he hecho". Pero también nos asombraríamos de lo bien que nos hemos portado en nuestro mejor día; de tal forma que si todos los días de nuestra vida hubieran sido como ese día, podríamos ser contados entre los hombres verdaderamente buenos y honrados de este mundo.

De aquí podemos sacar la siguiente conclusión: el hombre puede, si se esfuerza, subir mucho, mejorar; o, por el contrario, bajar, corromperse, destruirse. El ser humano puede llegar a ser un ángel o un demonio.

Se cuenta que a la hora de buscar a un personaje que representara a Cristo en una película, eligieron a un joven que, por su vida y costumbres reflejadas en el rostro, parecía ser el más idóneo. Al pasar el tiempo se trató de buscar a alguien que representara el papel de Judas, y después de mucho buscar, encontraron por fin a un hombre que, por la expresión de su cara parecía el más acertado. Era el mismo hombre que un día representó el papel de Cristo. ¿Tanto había cambiado...?
En la cuaresma se nos invita a un cambio. Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos. Es un tiempo de gracia en que Dios nos ofrece su perdón con especial generosidad.

Aún sabiendo que lo tenemos que hacer, preferimos seguir lo mismo, dejando para más adelante esa conversión, ese cambio de vida que nos cuesta tanto.

Un hombre dejó hasta los 31 años su cambio. Una vez cuando sus compañeros decían: "vamos a cambiar la vida, pero más adelante", el convertido les contestó: "Si alguna vez lo vas a hacer, ¿por qué no ahora?, y, si no lo haces ahora ¿por qué dices que lo harás más adelante? ¿Podrás? ¿Querrás hacerlo? ¿Tendrás tiempo?"
También de él es esta frase significativa: "Teme a Dios que pasa y que no vuelve". Dios suele pasar una y varias veces por nuestra vida, pero no tiene obligación de volver apasar. Por eso decía respetuosamente aquél, que primero no tenía ningún miedo ni respeto: "Teme a Dios que pasa y que puede no volver a pasar en tu vida".


¿Cambio, conversión? Vuelva usted mañana. El que deja las cosas para mañana, se encontrará con que un día no tendrá mañana.


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