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viernes, 20 de diciembre de 2013

HAY QUE SABER SEMBRAR PARA COSECHAR



Hay que saber sembrar para cosechar


Una mujer soñó que estaba en una tienda recién inaugurada y para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador.

- ¿Qué vendes aquí?, le preguntó.

- Todo lo que tu corazón desee, respondió Dios.

Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, se decidió a pedir lo
mejor que un ser humano podría desear.

- Deseo Paz de Espíritu, Amor, Felicidad, Sabiduría y ausencia de
todo temor....

Tras un instante de vacilación, añadió:

- No sólo para mí, sino para todo el mundo...... Dios se sonrió y le dijo:

- Creo que no me has comprendido.

- Aquí no vendemos frutos. únicamente vendemos semillas.

- Para sembrar una planta hay necesidad de romper primero la capa
endurecida de tierra y abrir los surcos; luego, desmenuzar y aflojar
los trozos que aún permanecen apelmazados, para que la semilla pueda penetrar, regando abundantemente para conservar el suelo húmedo y entonces......!

- Esperar con paciencia hasta que germinen y crezcan!. En la misma forma en que procedemos con la naturaleza hay que trabajar con el corazón humano, "roturando" la costra de la indiferencia que la rutina ha formado, removiendo los trozos de un egoísmo mal entendido, desmenuzándolos en pequeños trozos de gestos amables, palabras cálidas y generosas, hasta que con soltura, permitan acoger las semillas que diariamente podemos solicitar "Gratis" en el almacén de Dios, porque EL mantiene su supermercado en promoción. Son semillas que hay que cuidar con dedicación y esmero y regarlas con sudor, lágrimas y a veces hasta con sangre, como regó EL nuestra redención y !como tantos compatriotas han fecundado nuestro suelo!.

- En un trabajo de Fe y Esperanza, de perseverante esfuerzo, mientras los frágiles retoños, se van transformando en plantas firmes capaces de dar los frutos anhelados...

RISAS EN EL JARDÍN



Risas en el jardín
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


  Un hombre era dueño de un hermoso jardín donde los niños se encontraban a sus anchas para correr y saltar. Pero éste era un hombre de corazón duro. Le dolía que los niños disfrutasen de la belleza de su jardín. Esto fue lo que hizo: lo rodeó de una pared muy alta para que los niños no pudiesen entrar. Pero sucedió que cuando las plantas dejaron de escuchar las risas de los niños dejaron también de florecer. Se secó el follaje de los árboles. El invierno se prolongó como nunca antes lo recordaba y parecía que la primavera no volvería jamás. El hombre se sentía muy triste, como si una gran pena anegase su corazón. Las noticias de lo sucedido llegaron a un hombre muy sabio de la comarca. Vino donde él y le dijo: Tengo un solo consejo que darte y si lo sigues tu jardín volverá a lucir como antes. El hombre repuso: Escucho tu consejo y lo seguiré de inmediato. Este fue el consejo: Derriba las paredes y deja que los niños jueguen.

Miguel Limardo

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Necesitamos de la risa, de la sonrisa, de la alegría para poder florecer, para poder dar fruto. Ortega y Gasset habla de esos hombres “que cuando pierden la alegría, el alma se retira a un rincón del cuerpo y allí hace su cubil”.

Todo lo que va matando la inocencia: odios, egoísmos, envidias, va carcomiendo y endureciendo el corazón. Entonces muerte la ilusión, el deseo de vivir y se va adueñando del alma una gran pena que enturbia el cielo más despejado.

Será necesario, pues derribar todas las paredes que se han levantado a nuestro derredor sin darnos cuenta o a sabiendas, pues toda muralla nos impide acercarnos al mundo.

Necesitamos de la sonrisa de un niño, porque a través de ella se nos asoma la inocencia y el optimismo de Dios. Dios disipará el duro invierno y hará que reine la eterna primavera en aquellos que tienen la suerte de adobar cada día con una sonrisa.

“Quitando el gozo y la alegría del campo fértil; en las viñas no cantarán ni se regocijarán” (Is. 16.10)

PENSAMIENTO MARIANO 21


PENSAMIENTO MARIANO

Vive como María: sintiéndote débil pero, a la vez, fuerte por estar en manos de Dios. “Aquel que tiene fe nunca está sólo ni se encuentra derrotado”

 (T. Carlyle)

NAVIDAD. SOBRIEDAD


Autor: Guillermo Urbizu | Fuente: Catholicnet 
Navidad. Sobriedad
Seamos sobrios, amigos, y compartamos lo nuestro con los más necesitados. Sobrios sólo en los gastos, porque al tiempo debemos derrochar AMOR y ALEGRÍA



Hace días que tengo ganas de escribir sobre la Navidad. Ya la tenemos aquí, a la vuelta de la esquina, y por las calles de nuestras ciudades brillan las luces y se adornan los escaparates. Eso está bien. La Navidad es una gran fiesta, especialmente para los cristianos. Pero confieso que hay algo que me produce auténtico rechazo: este derroche económico en forma de regalos y comidas sin sentido, compras sin fin, en una época de tanta necesidad.

Los cristianos de todo el mundo celebramos el Nacimiento del Niño Dios, motivo de gozo y profunda alegría. Y yo me pregunto: ¿Por qué el Padre mandó a su Hijo a vivir entre nosotros? Lo sabemos todos, aunque con frecuencia lo olvidemos. Jesús se hizo hombre para decirnos que Dios Padre nos ama, a todos sin excepción y que hay un mandamiento supremo (amar a Dios sobre todas las cosas) y otro que le sigue muy de cerca (amar al prójimo como a ti mismo). En realidad, amar al prójimo es la mejor manera de amar a Dios, porque ya sabemos que Él se encuentra en cada uno de nosotros.

Y ahora llega la Navidad. Y el mundo desborda… ¡en gastos, compras, comilonas y regalos! No sé a ustedes, a mí incluso llega a ofenderme. En realidad, estas fiestas deberían de ser para que pusiéramos en práctica ese Mandato de Amor. Amar a los demás, muy especialmente a los pobres, marginados, enfermos, a los que se sienten solos o han perdido la esperanza, o sufren por cualquier motivo. Y en muchos casos, nos limitamos a gastarnos lo que no tenemos en regalos, en comidas pantagruélicas que dan hasta vergüenza si se miran con sentido cristiano… y nos olvidamos de tanta gente que, ahora especialmente, sufre los efectos de esta crisis horrenda, y a duras penas llega a fin de mes, cuando no vive directamente de la caridad (amor) de sus familias y amigos. Nos olvidamos de quienes nos necesitan.

¡Gran celebración ésta de la Navidad, del Nacimiento de nuestro Niño Dios! Pues qué mejor regalo que llenar nuestros corazones de su Amor y desparramarlo por todas partes. Amar de verdad, con obras concretas. Pongamos en marcha las obras de caridad. ¿No podríamos contener el gasto, y destinar parte de él a los más necesitados? ¿Compartir lo que tenemos con los más pobres? Y si no conocemos a nadie en estado de necesidad, demos parte de nuestro dinero a quienes se ocupan de los pobres, a parroquias, asociaciones… Compartamos. Amemos. Demostremos nuestra Alegría regalándole al Señor nuestro Amor por los demás.

Los que somos padres tenemos una especial responsabilidad. A veces incluso sufrimos porque no podemos comprar a nuestros hijos esa consola de última generación, esa bicicleta de moda o esa muñeca. ¡Pero qué es esto! ¿No sería mejor que enseñáramos con el ejemplo a nuestros hijos lo que de verdad es el espíritu navideño, que no es otra cosa que compartir? Recuerdo de pequeño ir con el colegio a alguna zona pobre de mi ciudad a repartir comida y juguetes entre los más pobres. No me parece mala idea. Pero hay mil formas de enseñar a nuestros niños. Y la SOBRIEDAD es una de ellas. Sobriedad en los regalos y en las comidas, que no por ser Navidad tenemos que comer lo que parece que no hemos comido en todo el año. Enseñémosles a preocuparse por los demás, por su abuelo que vive solo o está enfermo, por ese amigo triste que acaba de perder a su madre, visitando a enfermos en hospitales… ¡hay tantas maneras de dar!

Seamos sobrios, amigos, y compartamos lo nuestro con los más necesitados. Sobrios sólo en los gastos, porque al tiempo debemos derrochar AMOR y ALEGRÍA. Porque motivos tenemos para estar alegres y contentos. ¡Celebramos el Nacimiento de nuestro Niño Dios! 

EL EVANGELIO DE HOY: 20.12.2013

Autor: Alfredo Santillán, LC | Fuente: Catholic.net
María llena de gracia es su nombre
Lucas 1, 26-38. Adviento. Ella fue colmada de gracias para recibir a Jesús y darlo a conocer. Igual a nuestro corazón para que le recibamos esta Navidad.
María llena de gracia es su nombre
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Oración introductoria

Señor, Tú que nos amas tanto y que creaste a María para que recibiéramos de sus dulces manos a Jesús, concédenos poder acoger todas tus gracias a través de nuestra Madre, y ser capaces de formarnos en su vientre, a semejanza de tu Hijo, para que podamos imitarle en virtud y santidad en nuestras vidas.

Petición

Santísima Virgen María, así como llevaste al Hijo de Dios en tus entrañas, llévanos también a nosotros en tu corazón, para alcanzar la santidad y la vida eterna.

Meditación del Papa Francisco

Decisión. María no vive "de prisa", con preocupación, sino, como subraya san Lucas, "María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón". Y también en el momento decisivo de la anunciación del ángel, Ella pregunta: “¿Cómo sucederá esto?”. Pero no se detiene ni siquiera en el momento de la reflexión; da un paso adelante: decide. No vive de prisa, sino sólo cuando es necesario "va sin demora".
María no se deja llevar por los acontecimientos, no evita la fatiga de la decisión. Y esto sucede sea en la elección fundamental que cambiará su vida: María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho", sea en las decisiones más cotidianas, pero ricas también ellas de sentido. [...]
En la vida es difícil tomar decisiones, a menudo tendemos a posponerlas, a dejar que otros decidan en nuestro lugar, a menudo preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos, seguir la moda del momento; a veces sabemos lo que tenemos que hacer, pero no tenemos el coraje o nos parece demasiado difícil porque quiere decir ir contracorriente. María en la anunciación, en la Visitación, en las bodas de Caná va contracorriente.(S.S. Francisco, 1 de junio de 2013)..

Reflexión 

El Papa Benedicto XVI, con palabras sencillas, nos enseña la forma en que debemos amar y venerar a María, Madre de Dios y Madre nuestra. La "colmada desde siempre del amor de Dios" debe ser un modelo en nuestras vidas, no sólo de forma afectiva, por ser nuestra Madre, sino también efectiva, como partícipe del plan salvador de Dios. Dios quiere preparar Ella fue colmada de gracias para recibir a Jesús y darlo a conocer al mundo. De manera semejante, nuestro corazón para que le recibamos no sólo esta navidad, sino en cada momento, persona y circunstancia de la vida; sobre todo, en su Palabra y Sacramentos, en los que encontramos las gracias necesarias para poder recibirle dignamente en la Eucaristía, para llevarle a los demás como María y ser partícipes del mensaje de paz, de amor y de vida que Jesús nos trae, y que nos anuncia María con su ejemplo de docilidad a la voluntad de Dios.

Propósito

Buscaré la unión con Dios a través de María rezando un misterio del rosario con fervor.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, a ti que siendo Dios quisiste venir al mundo para mostrarme cuánto me amas, quiero confesarte mi sincero deseo de conversión y el reconocimiento de mi flaqueza, para alcanzar la santidad a la que me has llamado. Sé que Tú lo puedes todo y que no estoy sólo, teniendo a María como Madre. Ella me alcanza las gracias necesarias para cumplir tu voluntad en mi vida, hasta el día que me llames a contemplarte cara a cara en la eternidad.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • H. Christian David Garrido F. L.C.