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ORACIÓN POR LAS MADRES

ORACIÓN POR LAS MADRES

Señor: tu también tienes una Madre. La tuya está en el cielo. Es María, pero en algún tiempo estuvo en la tierra. Ayúdanos. pues, a pedir por nuestras madres, aunque tu no necesitas pedir por la tuya. Ellas -nuestras madres- siempre están pidiendo por nosotros. Justo es que nosotros alguna vez pidamos por ellas.

De las madres se han dicho cosas bellísimas. Todas se las merecen ellas.
Ojalá nunca pudiera decirse nada malo de las madres. Sin embargo..., y para que no se diga. Señor. concédenos madres que sepan cuál es e1 fin principal de ellas: la maternidad. Que jamás traicionen esa misión tan maravillosa.

Concédenos madres que sepan amar a sus hijos con amor intenso, con amor cristiano. El amor de instinto no basta.
Que amen a Dios en sus hijos. Que todo su amor sea para encaminarlos a Él.
Con amor que lleve hasta el sacrificio. La madre debe ser toda para sus hijos. Tiene que ser capaz de sacrificar por ellos su cuerpo, su belleza.
Olvidarse de todo menos de que es madre.

Siempre para sus hijos. No sólo madre al traerlos al mundo, si no siempre. Hasta la muerte.
Que críen a sus hijos con esmero y delicadeza, y que sean ellas quienes los eduquen directamente. No hay pretexto que las exima de ese deber.

Educándolos. vigilándolos; con una educación completa, con una vigilancia llena de amor y caridad.
Haz, Señor, que el modelo de nuestras madres sea tu Madre bendita. Que la protectora de nuestras madres sea ella, Maria. Que a ella acudan en sus afanes. Que a ella imiten en sus acciones. Ella, Maria, tu Madre -también nuestra Madre- siguió todos tus pasos, sin dejar un instante de manifestar.. Madre. Así necesitamos a nuestras madres: ¡siempre madres!

Lo más sublime de una mujer es ser madre buena.
Señor, haz que así sean ellas. Amén.

ABANDONO EN DIOS

Abandono en Dios
Yo me abandono ¡oh Dios! en tus manos. Toma este barro y trabájalo como arcilla entre las manos del alfarero dale una forma y después, rómpela, si quieres como es despedazada la vida de tantos hermanos.

Pide, ordena ¿Qué quieres que haga? ¿Qué quieres que no haga? Ensalzado o humillado, perseguido, incomprendido, calumniado, alegre o triste, o inútil para todo, sólo diré, a ejemplo de tu Madre: “Hágase en mí según tu palabra”.

Dame el amor por excelencia, el amor de la cruz. Pero no de las cruces heroicas que podrían nutrir mi vanidad, sino de las cruces vulgares que, sin embargo, llevo con repugnancia.

De esas que se encuentran cada día en la contradicción, en el olvido, en los juicios falsos, en la frialdad del alma, en los desaires y desprecios de los demás; en el malestar y defectos del cuerpo, en la oscuridad de la mente y en el silencio y aridez del corazón.

Entonces sólo Tú sabrás que te amo, aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.

MARÍA, LÁMPARA ENCENDIDA

María, lámpara encendida
SS. Juan Pablo II


En ella se realizan
las promesas de nuestra salvación;
en Ella se refleja la belleza primera
con la que Dios concibió a la humanidad.

En Ella se restablece el coloquio de los
Angeles con el hombre inocente;
en Ella reaparece la integridad virginal
que el mundo admira y que no tiene.

En Ella se cumple el misterio soberano
de la Encarnación que glorifica a Dios
y trae la paz a la tierra.

En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y
abierta hacia el infinito, se transforma en amor,
en palabra, en vida, se hace Cristo.

En Ella, toda piedad, gentileza,
soberanía y poesía es viva;
en Ella el dolor se hace tan acerbo que
ningún otro corazón de madre puede igualarlo.

En Ella, tanto la fe como la esperanza, la fortaleza y la bondad, la humildad y la gracia con esa estela de realismo y misterio tienen expresiones sobrehumanas.

En Ella cual cirio encendido,
se irradia a Cristo y su Espíritu.